Große Auswahl an günstigen Büchern
Schnelle Lieferung per Post und DHL

Bücher der Reihe Littérature d'Espagne du Siècle d'or à aujourd'hui

Filter
Filter
Ordnen nachSortieren Reihenfolge der Serie
  • von Ramón Madel Valle-Inclán
    9,99 €

    Alegres albores. Luengas brañas comunales, en los montes de Lantaño. Sobre el roquedo, la ruina de un castillo, y en el verde regazo, las Arcas de Bradomín. Acampa una tropa de chalanes, al abrigo de aquellas piedras insignes ¿MANUEL TOVIO, MANUEL FONSECA, PEDRO ABUIN, RAMIRO DE BEALO y SEBASTIAN DE XOGAS¿. A la redonda, los caballos se esparcen mordiendo la yerba sagrada de las célticas mamaos. En la altura, una vaca montesa embravecida muge por el vitelo que se lleva a la feria un rabadán.PEDRO ABUIN Ganados de Lantaño, siempre tuvieron paso por Lantañón.RAMIRO DE BEALO Hoy se lo niegan. Perdieron el pleito los alcaldes y no vale contraponerse.PEDRO ABUIN Eso aún hemos de ventilarlo.RAMIRO DE BEALO No te metas a pleito con hombre de almenas.PEDRO ABUIN ¡Casta de soberbios! El fuero que tienen pronto lo perdían si todos nos juntásemos. ¡No es más tirano el fuero del Rey!SEBASTIAN DE XOGAS Ya hubo reyes que acabaron ahorcados.RAMIRO DE BEALO En otras tierras.MANUEL FONSECA ¡Montenegros! ¡Negros de corazón!PEDRO ABUIN ¡Fue mal sentenciado! Y todos a una puestos en la de pasar, nos reímos de papeles.EL VIEJO DE CURES Donde hay sentencia de juez, mala o buena, tuerta o derecha, le toca perder al rebelde. ¡Siempre lo he visto en los años que tengo!

  • von Charles Dickens
    9,99 €

  • von Alphonse Daudet
    15,90 €

    «Compareció ante mí, Honorato Grapazi, notario residente en Pamperigouste:»El señor Gaspar Mitifio, esposo de Vivette Cornille, avecindado y residente en el lugar denominado Los Cigarrales;»Quien, por la presente escritura, vende y transfiere con todas las garantías de hecho y de derecho, y libre completamente de deudas, privilegios e hipotecas,»Al señor Alfonso Daudet, poeta, que reside en París, aquí presente y aceptante,»Un molino harinero de viento, situado en el valle del Ródano, en la Provenza, sobre una ladera poblada de pinos y carrascas; cuyo molino está abandonado desde hace más de veinte años e inservible para la molienda a causa de las vides silvestres, musgos, romeros y otras hierbas parásitas que ascienden por él hasta las aspas.

  • von Eugene Scribe
    9,99 €

    Entró en el salón una joven y detúvose ante el sofá, donde dormía Juanita con un sueño penoso y agitado. Hacía un calor asfixiante, y la joven abrió con precaución las ventanas del aposento. Desde éstas divisábase la ciudad de Granada y su incomparable vega. A la derecha, y sobre las ruinas de una mezquita, se elevaba la iglesia de santa Elena, frente a la cual un parque a la francesa extendía sus simétricas calles; magníficas fuentes octógonas dejaban oír el murmullo de sus aguas en los sitios donde se ostentaban en otros tiempos los bellos jardines del Generalife, y en cuyos alminares había flotado el estandarte de los Abencerrajes. A la sazón, el viejo palacio de los reyes moros servía de morada de retiro, y bien pronto, quizá, de tumba a una joven que dormía, pálida y fatigada, sobre su lecho de dolor. Juanita, condesa de Pópoli, apenas contaba veinticinco años, y su belleza, célebre en las cortes de Nápoles y de España, hizo que los pintores de aquel tiempo le dieran el sobrenombre de la Venus napolitana. Nunca título alguno había sido tan merecido; porque, a una fisonomía encantadora, reunía una sonrisa tan graciosa, que nada podía resistir a ese encanto indefinible que procede del alma: celestial belleza que los sufrimientos no habían podido alterar ni el tiempo destruir.

  • von Benito Perez Galdos
    15,90 €

    Tetuán, mes de Adar, año 5620.¡Vive Dios, que no sé ya cómo me llamo! Yahia dicen los del Mellah al verme; Alarcón me saluda con apodos burlescos, Profetángano, Don Bíblico; para algunos moros maleantes soy Djinn, que quiere decir diablillo, geniecillo; y mi venerable amigo el castrense don Toro Godo me ha puesto el remoquete de Confusio (con ese). Cuando me recojo en mí, y examino y desdoblo mi personalidad, ahora tan envuelta sobre sí propia, vengo a reconocer que soy aquel Juan que vino de España con el Ejército de O'Donnell, trayendo consigo poco más de lo puesto, un humilde y no manchado apellido, que creo era Santiuste, y una condición que tengo por sencilla y mansa, la cual, dividida en cuartos, me da tres partes de galán enamoradizo y un cuartillo de poeta. Tal soy, tal fui. Quiero reconstruir mi ser sintético, y fundar en él la nueva conciencia que necesito al cabo de tantos trastornos, en ésta mi africana vida tan atropellada y exuberante.Si apenas sé cómo me llamo, tampoco me doy clara cuenta de la religión que profeso, pues las tres que aquí tenemos, confunden en los espacios de mi espíritu sus viejos dogmas y sus ritos pintorescos. Y ved aquí que yo, el hombre de las grandes confusiones, el panteólogo desmemoriado que, al descuidar la fijeza de su nombre, borra con igual descuido los nombres de las cosas, me meto a refundir en una sola creencia las tres que aquí los humanos practican, divididos en castas, familias o rebaños, con sus marcas correspondientes. Adviértase que la síntesis religiosa es para mi uso particular y exclusivo goce, sin ningún prurito de apostolado ni cosa que lo valga. Las tres me mandan que ame a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a mí mismo, y que perdone las ofensas; las tres me señalan la vida perdurable como fin sin fin de nuestro ser, y me ofrecen recompensa o castigo conforme al valor moral de mis acciones, mientras me tiene Dios estacado en la sociedad humana, paciendo en las no siempre fértiles praderas de la vida fisiológica.

  • von José María Blanco White
    9,99 €

    Muy Sr. mío: Hace algunos días que recibí una carta de Cádiz escrita por un sujeto de indudable crédito y veracidad, e impuesto bastante a fondo en los negocios públicos, de la cual he creído conveniente dar a Vd. noticia, porque según veo, Vd. tiene muy pocas directamente de aquel pueblo. Mis noticias no son agradables, y si yo hubiera de publicarlas con mi nombre seguramente no habrían salido de mi cartera; mas como Vd. en estas materias tiene ya poco que perder, quiero decir, como el odio que Vd. ha excitado en muchos de sus paisanos no ha de crecer ni menguar porque diga Vd. algo de nuevo que les disguste, me determino a mandar mis noticias, envueltas en un centón de reflexiones, por si quiere Vd. publicarlas, y, como decimos comúnmente, sufrir por mí las pedradas.«Ya sabe Vd., dice mi amigo de Cádiz, que yo he sido de los más alegres en materias de revolución de España; pero he venido últimamente a caer en mucho desaliento. Las Cortes, en que teníamos puestas nuestras últimas esperanzas, han errado el golpe, y no han excitado, o no han sabido conservar el espíritu público que podía salvarnos. Perdida la primera ocasión es difícil que puedan hacer nada. Y no es porque no haya en las Cortes hombres de mucho provecho; no porque en general sus individuos carezcan de buena intención, ni patriotismo, sino porque, siendo muy buenos, no son lo que las circunstancias de España exigían: han hablado y no han hecho nada. El Consejo de Regencia participa en sumo grado de la debilidad de todos los anteriores gobiernos; pero ¿quién había de creer que tiene acaso preocupaciones más dañosas que aquéllos? ¿Quién había de creer que un hombre de los talentos de Blake, había de incurrir en el error de oponerse al único medio de formar un tal cual ejército, quiero decir, la admisión de oficiales ingleses y austríacos?».

  • von TIRSO DE MOLINA
    9,99 €

    CÉSAR: ¿Hemos de apartarnos más de la ciudad, Carlos? CARLOS: No; que la ribera del Po, que murmurar viendo estás mientras de Milán te alejas, si en sus cristales te avisas, agravios vende entre risas a tu amistad y a mis quejas. CÉSAR: No te entiendo. CARLOS: No me espanto. Déjanos solos aquí Gascón. GASCÓN: Siempre obedecí a quien sirvo y quiero tanto y más a estas ocasiones, porque yo cuando hay envites digo quiero a los convites y descarto las cuestiones.VaseCÉSAR: Ya estamos solos; procura declararte. ¿Es desafío? CARLOS: No nos oye más que el río que no ofende aunque murmura. Deja de aumentar agravios dudando de mi fe ansí, que mis quejas contra ti sólo tienen en los labios discreta jurisdición, no en la espada, que en efeto reverencian el respetoque te debo. CÉSAR: La ocasión con que las formas repara que me suspendes y admiras. CARLOS: Por fabulosas mentiras las propiedades juzgara que pintó la antigüedad en la amistad verdadera, si hallarlas en ti quisiera. CÉSAR: Pues ¿es falsa mi amistad? CARLOS: Parécelo. CÉSAR: Di el porqué. CARLOS: ¿Por qué, desata esta duda, pintó a la amistad desnuda quien su Apeles sutil fue? ¿Por qué, si no es en tu mengua, su lado abierto mostró y del pecho trasladó el corazón a la lengua? ¿Por qué le vendó los ojos, dejando libres los labios? CÉSAR: Jeroglíficos agravios me proponen tus enojos; misterioso vienes. Digo que si desnuda pintaban la amistad los que enseñaban leyes al perfeto amigo fue para darle a entender que entre los que la profesan y su lealtad interesan ningún secreto ha de haber. Porque si se difinió que era una alma en dos sujetos, afirmando los discretos que el amigo es otro yo, mal quedara satisfecho de quien sus pasiones calla el amigo que no halla en un lugar lengua y pecho.

  • von Francisco de Quevedo
    15,90 €

    Una mañana de las de enero, señor Lorenzo, que el frío y la pereza me embargaron el cuerpo en mi cama más de lo acostumbrado, consultando un pensamiento amoroso con la almohada (gran maestra de fábricas de viento), me hallé tan lejos de mi como cerca de un desengaño, que se me representó en la idea de la locura de amor. Parecióme oír aquel verso que Virgilio tomó de Teócrito:Ah, Coridon, Coridon, qua te dementia caepitY sin ver por dónde fui llevado, me hallé en un prado más deleitoso y ameno que lo suelen mentir poetas de primera tonsura, que cursando los primeros años en las flores de los jardines, pasan luego a las Indias por tesoros, con que, según piensan, enriquecen sus pobres papeles. Allí vi dos claros arroyos, uno de amargas, otro de dulces aguas, juntarse con tan sonoro murmullo, que lisonjeaban los oídos de los por la ribera pasaban; y vi que con esta agua templaba amor el oro de sus flechas, según colegí de los oficiales, ministros suyos, que en esto se ocupaban. Por estas señas pensé que estaba en los celebrados jardines de Chipre, y ya quería buscar aquella memorable colmena de donde salió la abeja que se atrevió a picar al señor Cupido, y dio ocasión a Anacreonte a hacer aquella dulcísima oda. Y no pensaba mal, pues las mismas señas da el Poliziano en su Historia:Sentesi un grato mormorie dell¿ende Che fen duo freachi e lucidi ruscelli Versando dolce con amar¿liquere Ove arma de l¿oro de¿suoi streli Amore.

  • von Henrik Ibsen
    15,90 €

    Sala acogedora, amueblada con gusto, pero sin lujo. En el fondo, a la derecha, una puerta conduce a la antesala, y a la izquierda, otra al despacho de Helmer. Entre ambas, un piano. En el centro del lateral izquierdo, otra puerta, y más allá, una ventana. Cerca de la ventana, una mesa redonda, con un sofá y varias sillas alrededor. En el lateral derecho, junto al foro, otra puerta, y en primer término, una estufa de azulejos, con un par de sillones y una mecedora enfrente. Entre la estufa y la puerta lateral, una mesita. Grabados en las paredes. Repisa con figuritas de porcelana y otros menudos objetos de arte. Una pequeña librería con libros encuadernados primorosamente. Alfombra. La estufa está encendida. Día de invierno. En la antesala suena una campanilla; momentos más tarde, se oye abrir la puerta. Nora entra en la sala tarareando alegremente, vestida de calle y cargada de paquetes, que deja sobre la mesita de la derecha. Por la puerta abierta de la antesala, se ve un Mozo con un árbol de Navidad y un cesto, todo lo cual entrega a la doncella que ha abierto.

  • von Luis Coloma
    9,99 €

    A los señores suscritores del Mensajero del Corazón de JesúsCosa extraña es por cierto que, al dedicar a los suscritores del Mensajero el presente tomo de Lecturas recreativas, coleccionadas por la Dirección de dicha Revista, comencemos por declarar con toda franqueza, que ninguna de esas Relaciones ha sido escrita expresamente para ellos.Los suscritores del Mensajero, personas piadosas en su totalidad, y conocedoras en su mayor parte de los caminos y máximas de la vida espiritual, no necesitan que se les presente lo que nuestra Santa Religión manda, y aun lo que solamente aconseja, engalanado con los atavíos, de la poesía y de la fábula, a la manera que se presentan al enfermo las píldoras amargas, envueltas en una brillante capa dorada. No encuentran estas almas sanas en los suaves deberes de la Religión, ni en los sublimes consejos del Evangelio, píldoras amargas: encuentran, por el contrario, ricos veneros de gracia y salvación, que se apresuran a buscar y gustar en los limpios manantiales de escritores puramente morales y ascéticos. Para ellas es siempre interesante el P. Tomás de Kempis, ameno San Francisco de Sales, divertidos y prácticos Fray Luis de Granada y el P. Alonso Rodríguez.

  • von Franz Kafka
    15,90 €

    La lluvia, que ha durado dos días y una noche, acaba de cesar, probablemente sólo de modo provisional; sin embargo es un acontecimiento digno de celebrarse, y yo lo celebro escribiéndole. Por lo demás, la lluvia ha sido soportable, esto es el extranjero, pequeñito sin duda, pero uno se siente a gusto en él. Si mi impresión es correcta (un breve encuentro, ocasional y casi silencioso, por lo visto es inagotable en mi recuerdo), a usted también le gustaba esa Viena extranjera, que más tarde quizás se haya enturbiado debido a la situación general, pero ¿también le gusta el extranjero como tal? (Lo que, por cierto, tal vez sería, y no debe serlo, una mala señal.) Yo vivo aquí muy bien, el cuerpo mortal apenas podría soportar más cuidados, el balcón de mi habitación está inmerso en un jardín: rodeado, recubierto de florecientes arbustos (la vegetación de aquí es asombrosa; cuando en Praga, con este tiempo, casi se congelarían los charcos, delante de mi balcón se abren poco a poco las flores), pero al mismo tiempo expuesto plenamente al sol (o mejor dicho al cielo encapotado, como ocurre desde hace ya una semana). Lagartijas y pájaros, desiguales parejas, vienen a verme: ¡cómo le recomendaría este Merano! Hace poco me escribía usted que no- podía-respirar, en esa expresión están muy próximos la imagen y su significado, y aquí ambas cosas pueden ser un poco más llevaderas.Con mis más cordiales saludos

  • von Agustín Moreto
    15,90 €

    Que el Santo Oficio no nos prenda, porque este se llama, a lo que imagino, hechizo, y no es muy buen hecho hacer rey con el hechizo. Mas consuélame una cosa, que tengo un familiar tío, y de aquí renuncio el pacto, por no lo pagar jodío. Ello está como ha de estar; que en cas de los reyes mismos se echan las habas y tortas. Y al pan pintado ¿qué oficio lle loca por liña recta? Ya empiezan tus desatinos. Zagales del valle Aybar, yo os agradezco infinito la elección que en mi habéis hecho de rey, aunque rey fingido; pero hanme dado los cielos pensamientos tan crecidos que un reino estrecho le viene, y aun muchos, al valor mío. Ese monte, esa ribera, señas darán de mi brío, pues asido a la cerviz del mas pujante novillo, besa humilde a su pesar el suelo con el hocico. ¿Qué jabalí entre mis brazos tuvo vida? ¿Quién ha visto oso a quien yo no derribe, luchando a brazo partido? ¿A qué venado no alcanzo? y tan bien la honda vibro, Que las aves en el aire no se escapan de mis tiros. a hacer mercedes empiezo: Moncayo es caballerizo, Melampo mi mayordomo, mi secretario Jacinto, mi capitán de la guarda Buscón.

  • von Friedrich Nietzsche
    9,99 €

    Conservar en los problemas sombríos y de abrumadora responsabilidad la alegría serena, es cosa harto difícil, y, sin embargo, ¿hay algo más necesario que la alegría serena? Nada sale bien si no participa en ello la alegre travesura. Soló el exceso de fuerza es la prueba de fuerza. Una transmutación de todos los valores, interrogante negro y tremendo que proyecta sombras sobre quien lo plantea, obliga a cada instante a buscar el sol y sacudir una seriedad pesada, una seriedad que se ha vuelto demasiado pesada. Para este fin, bienvenidos sean todos los medios; cada caso es un caso de buena suerte. Sobre todo, la guerra. La guerra siempre ha sido la grande cordura de todos los espíritus que se han vuelto demasiado íntimos y profundos; hasta en la herida hay virtud curativa. Desde hace tiempo la siguiente máxima, cuyo origen escamoteo a la curiosidad erudita, ha sido mi divisa:increscunt animi, virescit volnere virtus.Otro solaz, que bajo ciertas circunstancias me es aún más grato, consiste en tantear ídolos... Existen en el mundo más ídolos que realidades; tal es mi ¿mal de ojö respecto a este mundo, como también mi ¿mal de oídö... Interrogar con el martillo y oír acaso comaorespuesta ese famoso sanida hueco que dice de intestinos aquejados de flatosidad, ¡qué deleite supone para uno que tiene oídos aún detrás de los oídos!; para mí, avezado sicólogo y seductor ante el que precisamente lo que quisiera permanecer calladito tiene que hacerse oír... También este escritocomo lo revela el títuloes ante todo solaz, rincón soleado, escapada a la sociedad, de un sicólogo. ¿Acaso también una nueva guerra? ¿Se tantean nuevos ídolos?... Este pequeño escrito es una gran declaración de guerra; y en cuanto al tanteo de ídolos, esta vez no son ídolos de la época, sino ídolos eternos los que aquí se tocan con el martillo como con el diapasón; no existen ídolos más antiguos, más convencidos, más inflados... ni más huecos... Lo cual no impide que sean los más creídos. Por otra parte, sobre lodo en el caso más distinguido, no se los designa en absoluto con el nombre de ídolo...

  • von TIRSO DE MOLINA
    9,99 €

    "En fin, han levantado los ricos hombres y Grandes de Castilla por rey a don Alonso octavo, y han podido tanto con él las persuasiones de Fernán Ruiz de Castro y de don Lope Díaz de Haro, Señor de Vizcaya que, prendiendo a la reina, su madre, ha desterrado de sus reinos al conde don Pedro de Lara, el mayor señor de ellos a quien por el deudo y amistad que conmigo tiene he favorecido y dado tierras en mi condado de Urgel. Su hijo don Manrique, por sus hazañas llamado el Torneador, desnaturalizándose de toda España, se va a favorecer de vuestra excelencia, por la amistad que la casa de Fox ha tenido siempre con la de Lara. La fama de sus hazañas corresponde con su persona, a cuya vista me remito, satisfecho que será estimado como el valor de su sangre merece. El cielo guarde el estado y vida de vuestra excelencia, como deseo y ese Condado de Fox ha menester. De Urgel, y Julio 8 de 1126 años. Jaime, conde de Urgel."¡Válgame el cielo! ¿En mi casa tengo al Conde don Manrique? Su dicha el alma publique, pues tan adelante pasa. Desde hoy, famoso español, conociendo la ganancia que ha de tener con vos Francia, envidia me tendrá el Sol; pues yo sé de él que se honrara la luz de su cuarta esfera, si por su huésped tuviera a don Manrique de Lara. Mas, pues yo solo merezco la honra que me habéis dado, la vida, hacienda y estado con los brazos os ofrezco.

  • von Miguel de Cervantes Saavedra
    15,90 €

    ARLAXA ALIMUZELEscuchadme, los de Orán, caballeros y soldados, que firmáis con nuestra sangre vuestros hechos señalados. Alimuzel soy, un moro de aquellos que son llamados galanes de Melïona, tan valientes como hidalgos. No me trae aquí Mahoma a averiguar en el campo si su secta es buena o mala, que Él tiene deso cuidado. Tráeme otro dios más brioso, que es tan soberbio y tan manso, que ya parece cordero, y ya león irritado. Y este dios, que así me impele, es de una mora vasallo, que es reina de la hermosura, de quien soy humilde esclavo. No quiero decir que hiendo, que destrozo, parto o rajo; que animoso, y no arrogante, es el buen enamorado. Amo, en fin, y he dicho mucho en sólo decir que amo, para daros a entender que puedo estimarme en algo. Pero, sea yo quien fuere, basta que me muestro armado ante estos soberbios muros, de tantos buenos guardados; que si no es señal de loco, será indicio de que he dado palabra que he de cumplilla o quedar muerto en el campo. Y así, a ti te desafío, don Fernando el fuerte, el bravo, tan infamia de los moros cuanto prez de los cristianos. Bien se verá en lo que he dicho que, aunque haya otros Fernandos, es aquel de Saavedra a quien a batalla llamo. Tu fama, que no se encierra en límites, ha llegado a los oídos de Arlaxa, de la belleza milagro. Quiere verte; mas no muerto, sino preso, y hame dado el asumpto de prenderte: mira si es pequeño el cargo. Yo prometí de hacello, porque el que está enamorado, los más arduos imposibles facilita y hace llano. Y, para darte ocasión de que salgas mano a mano a verte conmigo agora, destas cosas te hago cargo: que peleas desde lejos, que el arcabuz es tu amparo, que en comunidad aguijas y a solas te vas de espacio; que eres Ulises nocturno, no Telamón al sol claro; que nunca mides tu espada con otra, a fuer de hidalgo. Si no sales, verdad digo; si sales, quedará llano, ya vencido o vencedor, que tu fama no habla en vano. Aquí, junto a Canastel, solo te estaré esperando hasta que mañana el sol llegue al Poniente su carro. Del que fuere vencedor ha de ser el otro esclavo: premio rico y premio honesto.

  • von Miguel de Cervantes Saavedra
    15,90 €

    Por esta acusación, que a Rosamira has puesto tan en mengua de su fama, este rústico pecho, ardiendo en ira, a su defensa me convida y llama; que, ora sea verdad, ora mentira el relatado caso que la infama, el ser ella mujer, y amor la causa, debieran en tu lengua poner pausa. No te azores, escúchame: o tú solo sabías este caso, o ya [l]a noticia vino de más de alguno que notólo, o por curiosidad o por malicia. Si solo lo sabías, mal mirólo tu discreción, pues, no siendo justicia, pretende castigar secretas culpas, teniendo las de amor tantas disculpas. Si a muchos era el caso manifiesto, dejaras que otro alguno le dijera: que no es decente a tu valor, ni honesto, tener para ofender lengua ligera. Si notas de mi arenga el presupuesto, verás que digo, o que decir quisiera, que espadas de los príncipes, cual eres, no ofenden, mas defienden las mujeres. Si amaras al buen duque de Novara, otro camino hallaras, según creo, por donde, sin que en nada se infamara su honra, tú cumplieras tu deseo. Mas tengo para mí, y es cosa clara, por mil señales que descubro y veo, que en ese pecho tuyo alberga y lidia, más que celo y honor, rabia y envidia. Perdóname que hablo desta suerte, si es que la verdad, señor, te enoja.

  • von El Inca Garcilaso de La Vega
    15,90 €

    Aunque ha habido españoles curiosos que han escrito las repúblicas del Nuevo Mundo, como la de México y la del Perú, y la de otros reinos de aquella gentilidad, no ha sido con la relación entera que de ellos se pudiera dar, que lo he notado particularmente en las cosas que del Perú he visto escritas, de las cuales, como natural de la ciudad del Cozco, que fue otra Roma en aquel imperio, tengo más larga y clara noticia que la que hasta ahora los escritores han dado. Verdad es que tocan muchas cosas de las muy grandes que aquella república tuvo: pero escríbenlas tan cortamente, que aun las muy notorias para mí (de la manera que las dicen) las entiendo mal. Por lo cual, forzado del amor natural de patria, me ofrecí al trabajo de escribir estos Comentarios, donde clara y distintivamente se verán las cosas que en aquella república había antes de los españoles, así en los ritos de su vana religión, como en el gobierno que en paz y en guerra sus reyes tuvieron, y todo lo demás que de aquellos indios se puede decir, desde lo más ínfimo del ejercicio de los vasallos, hasta lo más alto de la corona real. Escribimos solamente del imperio de los Incas, sin entrar en otras monarquías, porque no tengo la noticia de ellas que de ésta. En el discurso de la historia protestamos la verdad de ella, y que no diremos cosa grande, que no sea autorizándola con los mismos historiadores españoles que la tocaron en parte o en todo: que mi intención no es contradecirles, sino servirles de comento y glosa, y de intérprete en muchos vocablos indios que como extranjeros en aquella lengua interpretaron fuera de la propiedad de ella, según que largamente se verá en el discurso de la Historia, la cual ofrezco a la piedad del que la leyere, no con pretensión de otro interés más que de servir a la república cristiana, para que se den gracias a Nuestro Señor Jesucristo y a la Virgen María su Madre, por cuyos méritos e intercesión se dignó la Eterna Majestad de sacar del abismo de la idolatría tantas y tan grandes naciones, y reducirlas al gremio de su Iglesia católica romana, Madre y Señora nuestra.

  • von Miguel de Cervantes Saavedra
    9,99 €

    De tu ingenio, Pedro amigo, y nuestra amistad se puede fiar más de lo que digo, porque él al mayor excede, y della el mundo es testigo; así, que es de calidad tu ingenio y nuestra amistad, que, sin buscar otro medio, en ambos pongo el remedio de toda mi enfermedad. Esa hija de tu amo, la que se llama Clemencia, a quien yo Justicia llamo, la que huye mi presencia, cual del cazador el gamo; ésa, a quien naturaleza dio el estremo de belleza que has visto, me tiene tal, que llega al punto mi mal do llega el de su lindeza. Cuando pensé que ya estaba algo crédula al cuidado que en mis ansias le mostraba, yo no sé quién la ha trocado de cordera en tigre brava, ni sé yo por qué mentiras sus mansedumbres en iras ha vuelto, ni sé, ¡oh Amor!, por qué con tanto rigor contra mí tus flechas tiras.

  • von Jack London
    15,90 €

    A un lado y a otro del helado cauce se erguía un oscuro bosque de abetos de ceñudo aspecto. Hacía poco que el viento había despojado a los árboles de la capa de hielo que los cubría y, en medio de la escasa claridad, que se iba debilitando por momentos, parecían inclinarse unos hacia otros, negros y siniestros. Reinaba un profundo silencio en toda la vasta extensión de aquella tierra. Era la desolación misma, sin vida, sin movimiento, tan solitaria y fría que ni siquiera bastaría decir, para describirla, que su esencia era la tristeza. En ella había sus asomos de risa; pero de una risa más terrible que todas las tristezas¿, una risa sin alegría, como el sonreír de una esfinge, tan fría como el hielo y con algo de la severa dureza de lo infalible. Era la magistral e inefable sabiduría de la eternidad riéndose de lo fútil de la vida y del esfuerzo que supone. Era el bárbaro y salvaje desierto, aquel desierto de corazón helado, propio de los países del norte. Pero, a pesar de todo, allí había vida; lo que significaba, sin duda, todo un reto. Por la pendiente del helado cauce bajaba penosamente una hilera de perros que parecían más bien lobos. La escarcha cubría un hirsuto pelaje. El aliento se les helaba en el aire en cuanto salía de su boca, era despedido hacia atrás en vaporosa espuma hasta posarse en sus pies, en donde se cristalizaba. Los perros llevaban sendos jaeces de cuerpo, como tirantes, que los mantenían unidos a un trineo que arrastraban. El vehículo, especie de narria, había sido construido de recias cortezas de abedul, carecía de cuchillas o patines, y toda su superficie inferior descansaba sobre la nieve. La parte delantera del trineo estaba vuelta hacia arriba, a fin de que pudiera penetrar por la gran ola de nieve blanda que le dificultaba el paso. Atada fuertemente sobre el trineo, se veía una caja estrecha y larga, rectangular. Había también otros objetos: mantas, una gran hacha, una cafetera y una sartén; pero lo que ocupaba la mayor parte del sitio disponible, destacándose sobre todo lo demás, era la caja estrecha y larga, de forma rectangular.

  • von Manuel Eduardo De Gorostiza
    9,99 €

  • von George Sand
    15,90 €

    Y usted, mi benedictino, ¿sigue solitario, en su encantadora cartuja, trabajando y sin salir nunca? ¡Eso ocurre por haber salido demasiado! ¡Eso le ocurre al señor de las Sirtes, los desiertos, el lago Asfaltites, los peligros y las fatigas! Y, por otro lado, crea las Bovary donde todos los pequeños rincones de la vida son estudiados y pintados con mano maestra. ¡Qué cuerpo tiene que quedarle a uno también tras el combate de la Esfinge y la Quimera! Usted es un ser tan aparte, tan misteriosö y con todo dulce como un cordero. He tenido muchas ganas de preguntarle, pero un excesivo respeto hacia usted me lo ha impedido, porque yo no sé jugar sino con mis propios desastres, y lo que un espíritu grande ha debido pasar para producir, me parece algo tan sagrado que no se puede tocar grosera o ligeramente. Sainte-Beuve, quien sin embargo le quiere, sostiene que usted es horriblemente vicioso. Pero quizá él mire con ojos un tanto viciados, como ese sabio botánico que pretende que la zamarrilla tiene un amarillo sucio. La observación era tan falsa que no he podido resistirme a escribir en el margen de su libro: Es usted quien tiene los ojos sucios. Presumo que el hombre de inteligencia puede tener curiosidades grandes.

  • von San Agustín
    15,90 €

    Grande eres, Señor, e inmensamente digno de alabanza; grande es tu poder y tu inteligencia no tiene límites. Y ahora hay aquí un hombre que te quiere alabar. Un hombre que es parte de tu creación y que, como todos, lleva siempre consigo por todas partes su mortalidad y el testimonio de su pecado, el testimonio de que tú siempre te resistes a la sobrebia humana. así pues, no obstante su miseria, ese hombre te quiere alabar. Y tú lo estimulas para que encuentre deleite en tu alabanza; nps creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti. Y ahora, Señor, concédeme saber qué es primero: si invocarte o alabarte; o si antes de invocarte es todavía preciso conocerte. 2. Pues, ¿quién te podría invocar cuando no te conoce? Si no te conoce bien podría invocar a alguien que no eres tú. ¿O será, acaso, que nadie te puede conocer si no te invoca primero? Mas por otra parte: ¿Cómo te podría invocar quien todavía no cree en ti; y cómo podría creer en ti si nadie te predica? Alabarán al Señor quienes lo buscan; pues si lo buscan lo habrán de encontrar; y si lo encuentran lo habrán de alabar. Haz pues, Señor, que yo te busque y te invoque; y que te invoque creyendo en ti, pues ya he escuchado tu predicación. Te invoca mi fe. Esa fe que tú me has dado, que infundiste en mi alma por la humanidad de tu Hijo, por el ministerio de aquel que tú nos enviaste para que nos hablara de ti.

  • von Henry James
    15,90 €

    Era a principios de abril. Bernard Longueville había pasado el invierno en Roma para, luego, viajar al norte por imperativo de varias obligaciones sociales que le reclamaban al otro lado de los Alpes. Pero el encanto de la primavera italiana le tenía seducido y buscó un pretexto para demorarse. Había estado cinco días en Siena, aunque en principio debían de ser dos; aun así le resultaba imposible proseguir su viaje. Era un joven con tendencia a la contemplación y la imaginación y esta era su primera visita a Italia, así que su demora no debe ser juzgada severamente. Le encantaba dibujar y tenía la intención de pergeñar algunos bocetos. En Siena había dos viejas fondas, ambas igual de astrosas y sucias. En la elegida por Longueville se entraba por un oscuro y maloliente paso abovedado, coronado con un rótulo que en la distancia podía antojársele al viajero como un remedo del aviso del Dante: que se abandonara toda esperanza. La otra fonda no estaba muy lejos y, al día siguiente a su llegada, al pasar ante ella, vio que entraban dos mujeres ¿que evidentemente pertenecían a la nutrida cofradía de las turistas anglosajonas¿, una de las cuales era joven y de muy buen porte. La disposición ¿o más que disposición¿ de Longueville a la galantería hizo que el incidente despertara en él cierto pesar. Pensó que de haberse alojado en la otra fonda habría podido gozar de una compañía encantadora; en cambio, en el establecimiento elegido solo había un esteta alemán que fumaba tabaco barato en el comedor. Caviló que la fortuna siempre le deparaba esto, reflexión muy propia de él. Los sentimientos del momento le condicionaban, lo cual no resultaba del todo justo: era fruto de la intensa impresión que el instante propiciaba.

  • von Leopoldo Alas Clarín
    9,99 €

    El propósito que quiero resumir en el título general de estos artículos se reduce a un ensayo de crítica popular: así como hay escritores que consagran parte de su atención y de su trabajo a popularizar el tecnicismo de las artes o a divulgar, en forma clara y asequible a todos, los principios y los resultados de las ciencias principales, también se puede, y yo creo que se debe, popularizar la literatura. Ya se sabe que no se ha de pretender convertir en literatos a todos los lectores, como nadie pretende tampoco, con obras como las de Flammarion, Figuier y las que aparecen en las colecciones de Manuales útiles de artes y oficios, convertir en doctores ni en maestros a los que leyeren. No podría caer mayor calamidad sobre el mundo que el milagro de infundir la sabiduría de un bachiller de los ordinarios a todos los habitantes del planeta. Yo, que soy bachiller, sin perjuicio de ser doctor también, creo firmemente que la sociedad se acabaría si todos fuésemos bachilleres. No se trata de eso, sino de atemperarse al sentido aceptable que tiene el refrán que dice: «el saber no ocupa lugar».Un saber desinteresado, sin pretensiones de perfecto, ni siquiera de académico; un saber que sea divinarum atque humanarum rerum notitia, noticia de las cosas divinas y humanas, pero no scientia, no ciencia, en vez de perjudicar, conviene; y la civilización, que perdería mucho con que todos los ciudadanos fuesen a las Universidades, gana bastante con que el nivel general de los conocimientos suba, y llegue a noticia de todos lo esencial de cuanto constituye el caudal de la llamada ciencia humana.Estos conocimientos generales sirven más como elementos de educación que como otra cosa; y si esto es verdad respecto de todos los estudios, lo es de un modo evidente en lo que toca a las letras. Pero como el asunto tratado así en abstracto exige muchas disquisiciones, voy a referir mis argumentos a las materias a que mis ensayos se refieren.

  • von Horacio Quiroga
    9,99 €

    Nunca vimos en los animales de casa orgullo mayor que el que sintió nuestra gata cuando le dimos a amamantar una tigrecita recién nacida.La olfateó largos minutos por todas partes hasta volverla de vientre; y por más largo rato aún, la lamió, la alisó y la peinó sin parar mientes en el ronquido de la fierecilla, que, comparado con la queja maullante de los otros gatitos, semejaba un trueno. Desde ese instante y durante los nueve días en que la gata amamantó a la fiera, no tuvo ojos más que para aquella espléndida y robusta hija llovida del cielo.Todo el campo mamario pertenecía de hecho y derecho a la roncante princesa. A uno y otro lado de sus tensas patas, opuestas como vallas infranqueables, los gatitos legítimos aullaban de hambre. La tigre Abrió, por fin. Los ojos y, desde ese momento, entró a nuestro cuidado. Pero, qué cuidado! Mamaderas entiabadas, dosificadas y vigiladas con atención extrema; imposibilidad para incorporarnos libremente, pues la tigrecilla estaba siempre entre nuestros pies. Noches en vela, más tarde, para atender los dolores de vientre de nuestra pupila, que se revolcaba con atroces calambres y sacudía las patas con una violencia que parecía iba a romperlas. Y, al final, sus largos quejidos de extenuación, absolutamente humanos. Y los paños calientes, y aquellos minutos de mirada atónita y velada por el aplastamiento, durante los cuales no nos reconocía.

  • von Jonathan Swift
    9,99 €

    Al ser hoy en día los hombres de ingenio tan numerosos y penetrantes, parece que los jerarcas de la Iglesia y el Estado empiezan a ser víctimas de horribles aprensiones, no sea que esos caballeros, durante los largos intervalos de paz, dediquen su ocio a horadar los puntos flacos de la religión y del gobierno. Para prevenir lo cual, últimamente se ha dedicado mucho tiempo a pensar en proyectos que quiten fuerza y agudeza a esos formidables indagadores para que dejen de escudriñar y de discurrir acerca de asuntos tan delicados. Finalmente han escogido uno que requerirá cierto tiempo y cierto coste perfeccionar. Entretanto, al crecer el peligro cada hora que pasa, debido a nuevas hornadas de ingeniosos, todos ellos provistos (como es razonable temer) de pluma, tinta y papel, que podrían convertirse, con una hora de aviso, en panfletos y otras armas ofensivas listas para su inmediata ejecución, se juzgó de absoluta necesidad pensar en algún remedio inmediato hasta que el proyecto principal se llevase a su madurez. A este respecto, cierto observador curioso y refinado, en una gran comisión de hace unos días, hizo este importante descubrimiento: ue los marineros tienen la costumbre, cuando encuentran una ballena, de echarle un tonel vacío a modo de entretenimiento, para distraerla y evitar que se comporte con violencia contra el barco. Esta parábola fue inmediatamente mitificada; se interpretó que la ballena era el Leviatán de Hobbes, que agita y juega con todos los esquemas de la religión y del gobierno, siendo muchos de ellos huecos, secos, vacíos y ruidosos, además de rígidos y propensos a la rotación: ese es el leviatán, del que los temibles ingenios de nuestro tiempo se dice que toman prestadas sus armas. La nave en peligro se comprende fácilmente que se trata de su vieja antagonista, la comunidad. Pero cómo interpretar lo del tonel era un asunto difícil; después de larga indagación y debate, se mantuvo el significado literal y se decretó que, para evitar que esos leviatanes revolviesen y jugasen con la comunidad, que de por sí es más que propensa a la oscilación, se les distrajese de ese juego mediante el Cuento de un tonel. Y considerando que mi genio está felizmente dotado a ese respecto, tuve el honor de que se me concediera ocuparme de tal empeño.

  • von Washington Irving
    15,90 €

  • von Nathaniel Hawthorne
    15,90 €

    Bajo el pórtico de la quinta llamada Tanglewood, una hermosa mañana de otoño estaba reunido un alegre grupo de chiquillos, y en medio de ellos estaba en pie un joven alto. Habían proyectado una excursión para ir a coger nueces, y estaban esperando con impaciencia a que las nieblas se desvaneciesen en las vertientes de la montaña, y el sol derramase el calor del veranillo de San Martín sobre los campos y las praderas y en los escondrijos de los bosques. El día prometía ser de los más agradables que han regocijado nunca este hermoso y alegre mundo; pero la niebla de la mañana llenaba aún todo el valle, sobre el cual, en una altura de suave pendiente, se levantaba la quinta. La masa de vapor blanco se extendía hasta unas cien varas de la casa. Escondía por completo todo lo que hubiera más lejos, excepto unas cuantas copas de árboles, rojizas o amarillas, que surgían aquí y allí, y estaban glorificadas por el sol madrugador, ue también hacía brillar la ancha superficie de la niebla. Cuatro o cinco millas hacia el Sur se levantaba la cima de una montaña elevadísima. Quince millas más lejos, en la misma dirección, se alzaba otra mucho más alta, tan azul y etérea, que apenas parecía más sólida que el vaporoso mar de niebla que se extendía sobre ella. Las colinas más próximas, que bordeaban el valle, estaban medio sumergidas y manchadas con pequeñas guirnaldas de nubes, hasta en las mismas cimas. En resumen: había tanta nube y tan poca tierra sólida, que todo ello hacía el efecto de una visión.

  • von Gustavo Adolfo Becquer
    9,99 €

  • von Edgar Allan Poe
    15,90 €

    Había soportado lo mejor posible los mil pequeños agravios de Fortunato; pero cuando se atrevió a llegar hasta el ultraje, juré que había de vengarme. Vosotros, que tan bien conocéis mi temperamento, no supondréis que pronuncié la más ligera amenaza. Algún día me vengaría; esto era definitivo; pero la misma decisión que abrigaba, excluía toda idea de correr el menor riesgo. No solamente era necesario castigar, sino castigar con impunidad. No se repara un agravio cuando la reparación se vuelve en contra del justiciero; ni tampoco se repara cuando no se hace sentir al ofensor de qué parte proviene el castigo. Es necesario tener presente que jamás había dado a Fortunato, ni por medio de palabras ni de acciones, ocasión de sospechar de mi buena voluntad. Continué sonriéndole siempre, como era mi deseo, y él no se apercibió de que ahora sonreía yo al pensamiento de su inmolación. Fortunato tenía un punto débil, aunque en otras cosas era hombre que inspiraba respeto y aun temor. Preciábase de ser gran conocedor de vinos. Muy pocos italianos tienen el verdadero espíritu de aficionados. La mayor parte regula su entusiasmo según el momento y la oportunidad, para estafar a los millonarios ingleses y austriacos. En materia de pinturas y de joyas, Fortunato era tan charlatán como sus compatriotas; pero tratándose de vinos antiguos era sincero. A este respecto yo valía tanto como él materialmente: era hábil conocedor de las vendimias italianas, y compraba grandes cantidades siempre que me era posible.

Willkommen bei den Tales Buchfreunden und -freundinnen

Jetzt zum Newsletter anmelden und tolle Angebote und Anregungen für Ihre nächste Lektüre erhalten.