Große Auswahl an günstigen Büchern
Schnelle Lieferung per Post und DHL

Bücher der Reihe Littérature d'Espagne du Siècle d'or à aujourd'hui

Filter
Filter
Ordnen nachSortieren Reihenfolge der Serie
  • von Robert Louis Stevenson
    9,99 €

    Durante su residencia en Londres, el eminente príncipe Florizel de Bohemia se ganó el afecto de todas las clases sociales por la seducción de sus maneras y por una generosidad bien entendida. Era un hombre notable, por lo que se conocía de él, que no era en verdad sino una pequeña parte de lo que verdaderamente hizo. Aunque de temperamento sosegado en circunstancias normales, y habituado a tomarse la vida con tanta filosofía como un campesino, el príncipe de Bohemia no carecía de afición por maneras de vida más aventuradas y excéntricas que aquélla a la que por nacimiento estaba destinado. En ocasiones, cuando estaba de ánimo bajo, cuando no había en los teatros de Londres ninguna comedia divertida o cuando las estaciones del año hacían impracticables los deportes en que vencía a todos sus competidores, mandaba llamar a su confidente y jefe de caballerías, el coronel Geraldine, y le ordenaba prepararse para una excursión nocturna. El jefe de caballerías era un oficial joven, de talante osado y hasta temerario, que recibía la orden con gusto y se apresuraba a prepararse. Una larga práctica y una variada experiencia en la vida le habían dado singular facilidad para disfrazarse; no sólo adaptaba su rostro y sus modales a los de personas de cualquier rango, carácter o país, sino hasta la voz e incluso sus mismos pensamientos, y de este modo desviaba la atención de la persona del príncipe y, a veces, conseguía la admisión de los dos en ambientes y sociedades extrañas. Las autoridades nunca habían tenido conocimiento de estas secretas aventuras; la inalterable audacia del uno y la rápida inventiva y devoción caballeresca del otro los habían salvado de no pocos trances peligrosos, y su confianza creció con el paso del tiempo.

  • von Tirso de Molina
    9,99 €

    Contaros quiero las bodas de Cristóbal Salvador con Olalla de la Igreja, hija de Pedro, pastor. Lleva el novio en casamiento sus naturalezas dos, y en un paramento branco una cruz con la pasión. Lleva en pratos de accidente, un cordero, que asó amor, y sobre él, para cobrille, un frutero de primor; un majuelo, en que la dota la tierra de promisión, vino de treinta y tres años, y una eterna y fértil troj. La novia también le lleva un humilde corazón, y en las niñas de sus ojos dos huentes de colación; lleva pensamientos castos, y en moneda de dolor mil escudos de firmeza, de oro sí, que cobre no. Polidos van novia y novia a las puertas del perdón, do la rosca los espera, cuando el sacristán canto:"Come la rosca, novia bella, come la rosca y danos de ella; come la rosca, novia hermosa, porque te dure el pan de la boda; que aunque te la comas toda, toda se te queda entera. Como la rosca novia bella, come la rosca y danos de ella."Aunque le repartió el cura, como de antes se quedó, y en comiéndola la gente, bailaron esta canción:"Coman y gusten y estimen las almas este pan, mazapán de amor, que pues salva, es de Salvador con ser todo pan de fror."

  • von Soledad Acosta de Samper
    9,99 €

    El corazón de la mujer es un arpa mágica que no suena armoniosamente sino cuando una mano simpática la pulsa.El alma y el corazón de una mujer son mundos incógnitos en que se agita el germen de mil ideas vagas, sueños ideales y deleitosas visiones que la rodean y viven con ella: sentimientos misteriosos e imposibles de analizar.El corazón de la mujer tiene, como el ala de la mariposa, un ligero polvillo; y como ésta pierde su esmalte cuando se la estruja: el polvillo es la imagen de las ilusiones inocentes de la juventud que la realidad arranca rudamente, dejándolo sin brillo y sin belleza.La mujer de espíritu poético se penetra demasiado de lo ideal, y cuando llega a formarse un culto del sentimiento, sobreviene la realidad que la desalienta y aniquila moralmente. No preguntéis la causa de la tristeza que muestran algunas, o del abatimiento, la amargura o aspereza que manifiestan otras: es porque han caído de la vida ideal, y la realidad ha marchitado sus ilusiones dejándolas en un desierto moral. Muchas no saben lo que ha pasado por ellas, pero llevan consigo un desaliento vago que les hace ver el mundo sin goces; viven solamente para cumplir un deber, y se convierten en beatas o amargamente irónicas.

  • von Horacio Quiroga
    9,99 €

    Cábeme la honra de contar la historia del caballero franco Brandimarte de Normandía, flor de la nobleza cristiana y vástago de una gloriosa familia. Su larga vida sin mancha, rota al fin, es tema para un alto ejemplo. Llamábanle a menudo Brandel. Hagamos un silencio sobre el galante episodio de su juventud que motivó este nombre, y que el alma dormida de nuestro caballero disfrute, aun después de nueve siglos, de esa empresa de su corazón.Tenía por divisa: La espada es el alma, y en su rodela se veía una cabeza de león en cuerpo de hiena (el león, que es valor y fuerza, y la hiena, animal cobarde, pero en cuya sombra los perros enmudecen). Su brazo para el sarraceno infiel fue duro y sin piedad. De un tajo hendía un árbol. No sabía escribir. Hablaba alto y claro. Su inteligencia era tosca y difícil. Hubiera sido un imbécil si no hubiera sido un noble caballero. Partía con toda su alma y honor de rudo campeón, y estuvo en la tercera cruzada, en aquella horda de redentores que cargaban la cruz sobre el pecho.Adolescente, sirvió el hipocrás en la mesa del barón de la Tour d'Auvergne, nombre glorioso entre todos: túvole el estribo con las dos manos (estribos de calcedonia, ¡ay de mí!) e hizo la corte a la baronesa, puesto que su paje era.

  • von Baltasar Gracia¿n
    15,90 €

    Al lectorEntre varios libros que se me han prohijado, éste sólo reconozco por mío, digo legítimo, sirviendo esta vez al afecto más que al ingenio. Hice voto en un peligro de la vida de servir al Autor de ella con este átomo, y lo cumplo delante todo su pueblo, pues se estampa brindando a las devotas almas con el cáliz de la salud eterna. LIámole El Comulgatorio, empeñándole en que te acompañe siempre que vayas a comulgar, y tan manual, que le pueda llevar cualquiera o en el seno o en la manga. Van alternadas las consideraciones sacadas del Testamento Viejo con las del Nuevo, para la variedad y la autoridad; y en cada una el primer punto sirve a la preparación; el segundo, a la Comunión; el tercero, para sacar los frutos, y el cuarto, para dar gracias. El estilo es el que pide el tiempo. No cito los lugares de la Sagrada Escritura, porque para los doctos fuera superfluo y para los demás prolijo. Si este te acertare el gusto, te ofrezco otro de oro, pues de la preciosa muerte del justo, con afectuosos coloquios, provechosas consideraciones y devotas oraciones para aquel trance.El Comulgatorio Meditaciones varias para antes y después de la Sagrada Comunión

  • von Jaime Luciano Balmes
    15,90 €

    La inspiracion.Es un error el figurarse que los grandes pensamientos son hijos del discurso; este, bien empleado, sirve algun tanto para enseñar, pero poco para inventar. Casi todo lo que el mundo admira de mas feliz, grande y sorprendente, es debido á la inspiracion; á esta luz instantánea que brilla de repente en el entendimiento del hombre, sin que él mismo sepa de donde le viene. Inspiracion la apellido, y con mucha propiedad, porque no cabe nombre mas adaptado para explicar este admirable fenómeno.Está un matemático dando vueltas á un intrincado problema; se ha hecho cargo de todos los datos, nada le queda que practicar de lo que para semejantes casos está prevenido. La resolucion no se encuentra; se han tanteado varios planteos, y á nada conducen. Se han tomado al acaso diferentes cantidades, por si se da en el blanco; todo es inútil. La cabeza está fatigada; la pluma descansa sobre el papel, nada escribe. La atencion del calculador está como adormecida de puro fija; casi no sabe si piensa. Cansado de forcejear por abrir una puerta tan bien cerrada, parece que ha desistido de su empeño, y que se ha sentado en el umbral aguardando si alguien abrirá por la parte de adentro.Ya lo veo, exclama de repente,esto es!.... y cual otro Arquimédes, sin saber lo que le sucede, saltaria del baño y echaria á correr gritando:Lo he encontrado!..... Lo he encontrado!....

  • von Angel de Saavedra
    15,90 €

    RITA.Mal fuego de Dios, amén, sobre esa gente maldita caiga, y pronto. ANTÓN. Calla, Rita. Prudencia y cachaza ten. RITA.¿Cachaza y prudencia, Antón, cuando al punto en que llegaron ayer tarde nos robaron dos ovejas y un lechón? Y gracias que en el pajar estaban ya las gallinas. Dime, en fin, qué determinas, pues voy la puerta a atrancar. ANTÓN.(Acercándose.) ¿Sancha y Berrio no han salido a recoger el ganado...? Pues cuando esté a buen recado tomaremos un partido. RITA.El de la venta cerrar y defender nuestra hacienda. ANTÓN.(Receloso.) El diablo que la defienda, que en ello se puede errar. RITA.(Con viveza.) Defenderse de ladrones es justo. ANTÓN.¿Y éstos lo son...? RITA.Las ovejas y el lechón lo dirán.

  • von Baltasar Gracia¿n
    15,90 €

  • von Honore de Balzac
    9,99 €

    En los comienzos del otoño del año 1826, el abate Birotteau, personaje principal de esta historia, fue sorprendido por un chaparrón al volver de la casa donde había pasado la velada. Atravesaba, pues, tan rápidamente como sus carnes podían permitírselo la plazuela desierta llamada del Claustro, que se halla a espaldas del ábside de Saint-Gatien, en Tours. El abate Birotteau, hombrecillo de constitución apoplética y de unos sesenta años, había sufrido ya varios ataques de gota. De suerte que, entre todas las pequeñas miserias de la vida humana, la que más aversión le inspiraba era la súbita mojadura de sus zapatos, de ancha hebilla de plata, y la inmersión de sus suelas. En efecto; a pesar de los escarpines de franela con que se empaquetaba en todo tiempo los pies, con ese cuidado que los eclesiásticos ponen en su persona, siempre pillaba un poco de humedad; y al siguiente día la gota le daba infaliblemente pruebas de su constancia. Sin embargo, como el piso del Claustro siempre está seco y el abate Birotteau había ganado tres libras y diez sueldos al whist en casa de la señora de Listomère, soportó la lluvia con resignación desde el centro de la plaza del Arzobispado, donde había empezado a caer en abundancia. Además, en aquel momento acariciaba él su quimera, un deseo que tenía ya doce años de fecha, ¡un deseo de clérigo!, un deseo que se robustecía todas las noches y que ahora parecía próximo a cumplirse; en fin, el abate Birotteau se envolvía demasiado bien en la muceta de una canonjía para sentir la intemperie. Durante la velada, las personas habitualmente reunidas en casa de la señora de Listomère le habían casi garantizado su nombramiento para la plaza de canónigo a la sazón vacante en el capítulo metropolitano de Saint-Gatien, asegurándole que nadie la merecía como él, cuyos derechos, durante mucho tiempo olvidados, eran incontestables. Si hubiese perdido en el juego, si hubiese sabido que al abate Poirel, su contrincante, le hacían canónigo, entonces sí que la lluvia le habría parecido fría. Tal vez habría renegado de la existencia. Pero se encontraba en una de esas raras circunstancias de la vida en que las sensaciones dichosas nos hacen olvidarlo todo. Al apresurar el paso obedecía a un movimiento maquinal, y la verdad, tan esencial en una historia de costumbres, obliga a decir que no pensaba en el chaparrón ni en la gota.

  • von Miguel Echegaray
    9,99 €

  • von Emilio Salgari
    15,90 €

  • von Angel de Saavedra
    15,90 €

  • von Juan Ruiz de Alarcon
    9,99 €

  • von Kate Chopin
    15,90 €

  • von Luis Vélez de Guevara
    9,99 €

    Daban en Madrid, por los fines de julio, las once de la noche en punto, hora menguada para las calles, y, por faltar la luna, juridición y término redondo de todo requiebro lechuzo y patarata de la muerte. El Prado boqueaba coches en la última jornada de su paseo, y en los baños de Manzanares los Adanes y las Evas de la Corte, fregados más de la arena que limpios del agua, decían el Ite, río es, cuando don Cleofás Leandro Pérez Zambullo, hidalgo a cuatro vientos, caballero huracán y encrucijada de apellidos, galán de noviciado y estudiante de profesión, con un broquel y una espada, aprendía a gato por el caballete de un tejado, huyendo de la justicia, que le venía a los alcances por un estrupo que no lo había comido ni bebido, que en el pleito de acreedores de una doncella al uso estaba graduado en el lugar veintidoseno, pretendiendo que el pobre licenciado escotase solo lo que tantos habían merendado; y como solicitaba escaparse del «para en uno son» (sentencia difinitiva del cura de la parroquia y auto que no lo revoca si no es el vicario Responso, juez de la otra vida), no dificultó arrojarse desde el ala del susodicho tejado, como si las tuviera, a la buarda de otro que estaba confinante, nordesteado de una luz que por ella escasamente se brujuleaba, estrella de la tormenta que corría, en cuyo desván puso los pies y la boca a un mismo tiempo, saludándolo como a puerto de tales naufragios, y dejando burlados los ministros del agarro y los honrados pensamientos de mi señora doña Tomasa de Bitigudiño, doncella chanflona que se pasaba de noche como cuarto falso, que, para que surtiese efecto su bellaquería, había cometido otro estelionato más con el capitán de los jinetes a gatas que corrían las costas de aquellos tejados en su demanda, y volvían corridos de que se les hubiese escapado aquel bajel de capa y espada que llevaba cautiva la honra de aquella señora mohatrera de doncellazgos, que juraba entre sí tomar satisfacción deste desaire en otro inocente, chapetón de embustes doncelliles, fiada en una madre que ella llamaba tía, liga donde había caído tanto pájaro forastero.

  • von Baltasar Gracia¿n
    9,99 €

    Estos dos son los ejes del lucimiento discreto; la naturaleza los alterna y el arte los realza. Es el hombre aquel célebre microcosmo, y el alma, su firmamento. Hermanados el genio y el ingenio, en verificación de Atlante y de Alcides, aseguran el brillar, por lo dichoso y lo lucido, a todo el resto de prendas.El uno sin el otro fue en muchos felicidad a medias, acusando la envidia o el descuido de la suerte. Plausible fue siempre lo entendido, pero infeliz sin el realce de una agradable genial inclinación; y al contrario, la misma especiosidad del genio hace más censurable la falta del ingenio.Juiciosamente algunos, y no de vulgar voto, negaron poderse hallar la genial felicidad sin la valentía del entender; y lo confirman con la misma denominación de genio, que está indicando originarse del ingenio; pero la experiencia nos desengaña fiel, y nos avisa sabia, con repetidos monstruos, en quienes se censuran barajados totalmente.Son culto ornato del alma, realces cultos; mas lo entendido, entre todos corona la perfección. Lo que es el sol en el mayor, es en el mundo menor el ingenio. Y aun por eso fingieron a Apolo, dios de la discreción. Toda ventaja en el entender lo es en el ser; y en cualquier exceso de discurso no va menos que el ser más o menos persona.

  • von Ambrose Bierce
    15,90 €

    Abandonados. y adj. El que no tiene favores que otorgar. Desprovisto de fortuna. Amigo de la verdad y el sentido común.Abdicacións. Acto mediante el cual un soberano demuestra percibir la alta temperatura del trono.Abdomens. Templo del dios Estómago, al que rinden culto y sacrificio todos los hombres auténticos. Las mujeres sólo prestan a esta antigua fe un sentimiento vacilante. A veces ofician en su altar, de modo tibio e ineficaz, pero sin veneración real por la única deidad que los hombres verdaderamente adoran. Si la mujer manejara a su gusto el mercado mundial, nuestra especie se volvería graminívora.Aborígeness. Seres de escaso mérito que entorpecen el suelo de un país recién descubierto. Pronto dejan de entorpecer; entonces, fertilizan.Abruptoadj. Repentino, sin ceremonia, como la llegada de un cañonazo y la partida del soldado a quien está dirigido. El doctor Samuel Johnson, refiriéndose a las ideas de otro autor, dijo hermosamente que estaban «concatenadas sin abrupción».Absolutoadj. Independiente, irresponsable. Una monarquía absoluta es aquella en que el soberano hace lo que le place, siempre que él plazca a los asesinos. No quedan muchas: la mayoría han sido reemplazadas por monarquías limitadas, donde el poder del soberano para hacer el mal (y el bien) está muy restringido; o por repúblicas, donde gobierna el azar.Abstemios. Persona de carácter débil, que cede a la tentación de negarse un placer. Abstemio total es el que se abstiene de todo, menos de la abstención; en especial, se abstiene de no meterse en los asuntos ajenos.

  • von Robert-Louis Stevenson
    15,90 €

    Dos jóvenes que representaban veinticinco o veintiséis años coincidieron, tras de larga separación, en la capital de los encuentros, Bagdad de Occidente, o sea en la ancha acera de la parte septentrional de Leicester Square. Uno de ellos, con aspecto simpático y distinguido, titubeó un instante, al ver el aire de pobreza que tenía su amigo.¿¿Es posible? ¿dijö. ¡Pablo Somerset!¿El mismo ¿confirmó el otrö. Mejor dicho, lo que ha quedado de él, después una vida llena de peripecias. Yo, en cambio, Challoner, no noto en usted la menor diferencia. ¿¡Ah!, las apariencias siempre engañan ¿contestó Challoner¿. Pero no es éste el lugar más a propósito para hacernos confidencias; estorbamos el paso de los transeúntes. Si quiere vayamos a otro sitio. ¿Déjeme que le guíe ¿propuso Somerset¿. Le conduciré adonde se fuma el tabaco más delicioso de Londres. Y tomando del brazo a su amigo, le llevó en silencio a la puerta de un pacífico establecimiento situado en Rupert Street, en Soho. A la puerta se erguía un enorme soldado escocés tallado en madera, uno de esos ¿highlanders¿ que han llegado casi a considerarse como antigüedades. A través del cristal del escaparate, sembrado de pipas, tabaco y cigarros, se podía leer en letras doradas: ¿Cigar Divan¿, para fumadores, de ¿T. Godall¿. El interior del local, aunque de pequeñas dimensiones, resultaba cómodo y alegre; su propietario era u hombre tieso, pero sonriente y amable. Saboreando dos espléndidos habanos, se sentaron ambos jóvenes en un sofá tapizado de felpa gris, dispuestos a contarse sus historias.

  • von Antonio Gil & Zárate
    9,99 €

    La escena es en Madrid en casa de don Andrés.El teatro representa una sala con puerta al foro y tres laterales: una a la derecha del actor, que es la del cuarto de DOÑA VENANCIA y DOÑA ANTONIA; y dos a la izquierda, que dan paso a varias salas y habitaciones de casa. A la izquierda un espejo de cuerpo entero, una mesita con las alhajas de la novia. Al otro lado un despacho o mesa para escribir.Escena IDON JUAN.- (Sale por el foro, y se detiene para hablar hacia dentro) Agradezco el favor de usted... Viva usted mil años. Tenga usted la bondad de esperar un poquito... la novia no está vestida todavía... ¡Ah! Caballero, aprecio infinito la parte que usted toma en mi dicha. -Lleve el diablo los cumplidos... No, no se me olvidará que es hoy el día más feliz de mi vida. Todos toman a empeño el recordarmelo y repetirlo, formando una especie de eco. Los criados de la casa por una parte haciendo mil cortesías; por otra la modista, el repostero, y otros mil presentándome sus cuentas. ¡Qué cara, cuesta la dicha! Y luego tantas gentes toman parte en la mía que apenas me quedará un poquito para mí.

  • von Joaquin Dicenta
    9,99 €

    En las oficinas, acodado contra la saliente de un ventanillo, sobre el cual pintaron con negro la palabra JORNALES, recoge los suyos un hombre de piernas recias y ancha espalda. Bajo la chaqueta, se dibujan poderosos los músculos del bíceps; los de la pantorrilla se apelotonan tras el remendado pantalón, poniéndole a punto de estallar, cuando las piernas hacen firme. La cabeza del minero, embutida en el semicírculo que traza el ventanillo apenas descubre ásperos remolinos de la barba azabache; un sombrero ancho, con repujadura de mugre, cae a ras de su nuca; por ella se desparraman mechones rebeldes que se retuercen hacia arriba, para componer tufos encima de la oreja.Cuatro manos vienen y van por una tabla que, interiormente, angula el ventanillo. Dos de estas manos, las que se mueven más adentro, pálidas, blanduchas, apilan en la tabla monedas; las otras dos manos, deshechuradas y callosas, cuentan las monedas y las hacen rebotar sobre el mostrador, una a una. Cuando rebota la última, la mano izquierda del minero sale del ventanillo y desaparece en los repliegues de la faja; vuelve a aparecer, extendiendo un pañuelo de hierbas; va el pañuelo a la faja, repleto de medias pesetas, pesetas y duros, y el hombre, apoyándose en los codos, endereza el busto dando frente a una puerta, por cuya vidriera, alambrada y sucia, se ciernen los rayos solares en átomos plomizos.Aquella media luz recorta fantásticamente la imagen del minero. Su cuerpo erguido, apoyado en las piernas, deja ver por la camiseta desabrochada un pecho velludo y un cuello de cíclope; sobre él posa con arrogancia la cabeza, mostrando, entre las marañas de la barba y del pelo, dos grandes ojos verdes que relampaguean bajo unos cejales endrinos, una corva nariz; y unos labios que se contraen, descubriendo los dientes blancos, puntiagudos y cabales.

  • von Felipe Trigo
    9,99 €

    Daban las diez, en una torre del pueblo, y Alfredo aligeró -camino de la estación. La noche clara, calmosa. La luna alta. Ladraban los perros de las eras. Jadeaba Alfredo Gil (pisando su menuda sombra) con la maleta pesadísima y el lío del gabán y los bastones. Además, llevaba la merienda y un encargo de chorizos.Se iba para no volver, y... nadie le despedía.¡No!... Oyó lejos, detrás, un conjunto de voces juveniles.Deberían de ser los amigos. Quizá las primas, también, con vecinas de la calle -porque algunas voces eran atipladas.Apretó el paso, apretó el paso... arrastrando por el polvo un cabo del cordel, mal atado a la maleta, y dándose con ésta en los talones. No quería que le mirasen transportando su equipaje, aunque hubiesen de verle después en tercera.¡Oh, la maleta de los dramas!

  • von Francis Scott Fitzgerald
    15,90 €

    Cuando yo era más joven y más vulnerable, mi padre me dio un consejo en el que no he dejado de pensar desde entonces. «Antes de criticar a nadie», me dijo, «recuerda que no todo el mundo ha tenido las ventajas que has tenido tú». Eso fue todo, pero, dentro de nuestra reserva, siempre nos hemos entendido de un modo poco común, y comprendí que sus palabras significaban mucho más. En consecuencia, suelo reservarme mis juicios, costumbre que me ha permitido descubrir a personajes muy curiosos y también me ha convertido en víctima de no pocos pesados incorregibles. La mente anómala detecta y aprovecha enseguida esa cualidad cuando la percibe en una persona corriente, y se dio el caso de que en la universidad me acusaran injustamente de intrigante, por estar al tanto de los pesares secretos de algunos individuos inaccesibles y difíciles. La mayoría de las confidencias no las buscaba yo: muchas veces he fingido dormir, o estar sumido en mis preocupaciones, o he demostrado una frivolidad hostil al primer signo inconfundible de que una revelación íntima se insinuaba en el horizonte; porque las revelaciones íntimas de los jóvenes, o al menos los términos en que las hacen, por regla general son plagios y adolecen de omisiones obvias. No juzgar es motivo de esperanza infinita. Todavía creo que perdería algo si olvidara que, como sugería mi padre con cierto esnobismo, y como con cierto esnobismo repito ahora, el más elemental sentido de la decencia se reparte desigualmente al nacer.

  • von Pedro Calderon de la Barca
    9,99 €

    Salen JULIA, dama, PORCIA, criada, con mantos, y detrás ASTOLFO.ASTOLFODe vuestras señas llamado, de vuestra voz advertido, hasta el campo os he seguido ciego, confuso y turbado. Sacad, pues, deste cuidado, señora, el discurso mío: si es por dicha desafío, ya estamos en buen lugar; bien podéis desenvainar el garbo, el donaire, el brío, que son las armas que vós habéis contra mi desvelo de esgrimir en este duelo. Solos estamos los dos. ¡Descubríos ya, por Dios! Sepa quién sois, que no es bien matar con ventaja a quien de vós se ha fïado hoy.JULIA Pues no dudéis más, yo soy.ASTOLFOJulia, señora, mi bien, ¿tú en este traje?, ¿tú aquí? ¿Qué dicha o desdicha es mía? Que si una duda tenía sin verte, cuando te vi son infinitas. ¿Tú así has salido de tu casa? El corazón se me abrasa. ¡Dime, por Dios, lo que ha sido! ¿Qué es esto? ¿Qué ha sucedido?

  • von Charles Dickens
    9,99 €

    Empezó el puchero. No necesito que me contéis lo que la señora Peerybingle dijera; yo me entiendo. Dejad que la señora Peerybingle se pase hasta la consumación de los siglos asegurando la imposibilidad de decidir cuál empezó: yo digo que fue el puchero. Tengo motivos para saberlo. El puchero empezó cinco minutos antes que el grillo, según el relojito holandés de cuadrante barnizado situado en el rincón. ¡Como si el reloj no hubiese cesado de tocar! ¡Como si el segadorcido de movimientos convulsivos y bruscos que lo remata, paseando la hoz de derecha a izquierda y luego de izquierda a derecha ante la fachada de su palacio morisco, no hubiese segado medio acre de césped imaginario antes que el grillo hubiese hecho notar su presencia! A decir verdad, no fui nunca terco, como todo el mundo sabe. Por nada del mundo opondría mi opinión personal a la opinión de la señora Peerybingle, si no estuviese perfectamente seguro de lo ocurrido. «Nada me induciría a semejante cosa. Pero se trata de una cuestión de hecho, y el hecho es que el puchero empezó por lo menos cinco minutos antes que el grillo hubiese dado señal de vida. Si insistís, apostaré que transcurrieron diez minutos.

  • von Benito Perez Galdos
    15,90 €

  • von Juan Ruiz de Alarcon
    9,99 €

    REY: Délfica gloria, refulgente Apolo, del cielo cuarto ilustrador eterno, a quien los hados concedieron solo de la luz la tiara y el gobierno; que desde Arturo al contrapuesto polo, y desde el alto impíreo al hondo infierno con tus piramidales rayos miras, mientras el carro de diamante giras; pues Júpiter ordena soberano que yo en la edad de joven floreciente el cetro mueva en la inexperta mano que dilata su imperio en el oriente; tu vaticinio, que jamás es vano, ciego me alumbre y tímido me aliente. El orden de reinar en paz me explique, y en mí y en mi corona pronostique. VOZ: Pide a Licurgo el árbol venturoso. DentroCubren el altar y tocan chírimíasSEVERO: Aquí cesó el oráculo febeoREY: Su respuesta me deja más dudoso. Su fin no entiendo, y sus palabras creo. SEVERO: Interpretarlo, pues, será forzoso, para cumplir, señor, vuestro deseo. REY: Diga Palante qué misterio esconde, según su voto, lo que el dios responde. PALANTE: Yo entiendo, gran señor, que Apolo ordena que de Licurgo el espartano imites

  • von Juan Valera
    9,99 €

    El castillo estaba en la cumbre del cerro; y, aunque en lo exterior parecía semiarruinado, se decía que en lo interior tenía aún muy elegante y cómoda vivienda, si bien poco espaciosa.Nadie se atrevía a vivir allí, sin duda por el terror que causaba lo que del castillo se refería.Hacía siglos que había vivido en él un tirano cruel, el poderoso Hechicero. Con sus malas artes había logrado prolongar su vida mucho más allá del término que suele conceder la naturaleza a los seres humanos.Se aseguraba algo más singular todavía. Se aseguraba que el Hechicero no había muerto, sino que sólo había cambiado la condición de su vida, de paladina y clara que era antes, en tenebrosa, oculta y apenas o rara vez perceptible. Pero ¡ay de quien acertaba a verle vagando por la selva, o repentinamente descubría su rostro, iluminado por un rayo de luna, o, sin verle, oía su canto allá a lo lejos, en el silencio de la noche! A quien tal cosa ocurría, ora se le desconcertaba el juicio, ora solían sobrevenirle otras mil trágicas desventuras. Así es que, en veinte o treinta leguas a la redonda, era frase hecha el afirmar que había visto u oído al Hechicero todo el que andaba melancólico y desmedrado, toda muchacha ojerosa, distraída y triste, todo el que moría temprano y todo el que se daba o buscaba la muerte.Con tan perversa fama, que persistía y se dilataba, en época en que eran los hombres más crédulos que hoy, nadie osaba habitar en el castillo. En torno de él reinaban soledad y desierto.A su espalda estaba la serranía, con hondos valles, retorcidas cañadas y angostos desfiladeros, y con varios altos montes, cubiertos de densa arboleda, delante de los cuales el cerro del castillo parecía estar como en avanzada.

  • von Jack London
    9,99 €

    -Carmen no durará más de un par de días.Mason escupió un trozo de hielo y observó compasivamente al pobre animal. Luego se llevó una de sus patas a la boca y comenzó a arrancar a bocados el hielo que cruelmente se apiñaba entre los dedos del animal. -Nunca vi un perro de nombre presuntuoso que valiera algo -dijo, concluyendo su tarea y apartando a un lado al animal-. Se extinguen y mueren bajo el peso de la responsabilidad. ¿Viste alguna vez a uno que acabase mal llamándose Cassiar, Siwash o Husky? ¡No, señor! Échale una ojeada a Shookum, es¿ ¡Zas! El flaco animal se lanzó contra él y los blancos dientes casi alcanzaron la garganta de Mason. -Conque sí, ¿eh? Un hábil golpe detrás de la oreja con la empuñadura del látigo tendió al animal sobre la nieve, temblando débilmente, mientras una baba amarilla le goteaba por los colmillos. -Como iba diciendo, mira a Shookum, tiene brío. Apuesto a que se come a Carmen antes de que acabe la semana. -Yo añadiré otra apuesta contra ésa -contestó Malemute Kid, dándole la vuelta al pan helado puesto junto al fuego para descongelarse. Nosotros nos comeremos a Shookum antes de que termine el viaje. ¿Qué te parece, Ruth? La india aseguró la cafetera con un trozo de hielo, paseó la mirada de Malemute Kid a su esposo, luego a los perros, pero no se dignó responder. Era una verdad tan palpable, que no requería respuesta. La perspectiva de doscientas millas de camino sin abrir, con apenas comida para seis días para ellos y sin nada para los perros, no admitía otra alternativa. Los dos hombres y la mujer se agruparon en torno al fuego y empezaron su parca comida. Los perros yacían tumbados en sus arneses, pues era el descanso de mediodía, y observaban con envidia cada bocado.

  • von Jose De Valdivielso
    9,99 €

    (Salen EL PADRE del PRÓDIGO, galán; LA JUVENTUD, de loco; LA INSPIRACIÓN sale con ellos.)PADRE Hijo, toma tu porción; que negártela no puedo. (Dale EL PADRE una bolsa.) PRÓDIGO Alegre con ella quedo. PADRE Con él parte, Inspiración; que recelo que, en su daño, su juventud necia y flaca de entre estos brazos le saca para el reino del engaño. JUVENTUD (Al PRÓDIGO.) Ven con tus galas costosas, siervos, caballos, vestidos, a pisar prados floridos y a coronarte de rosas. PRÓDIGO Con el tiempo me alboroto, que florece en mí el verano. Voyme a romper. PADRE Tú vas sano, y tienes de volver roto. En el abril de tus días, cuando tu apetito ciego te hace guerra a sangre y fuego con lisonjeras porfías, ¿dejas el puerto seguro por la borrasca del mar? ¿Vas desnudo a pelear, pudiendo estarte en el muro? PRÓDIGO Padre, vuestra diligencia es por demás; yo me alejo. PADRE Hijo, a tu albedrío te dejo, que no he de hacerte violencia. PRÓDIGO Adiós. PADRE Pues, ¿quién va contigo? PRÓDIGO El gusto y curiosidad, el deseo y libertad, y el oro, que es lindo amigo; ninguno hay que más importe, porque es mi llave maestra del gusto un perro de muestra y una guía de la corte. Pasa el mar, el monte allana, violenta la más esquiva, honestidades derriba y fuerzas rebeldes gana. Con el oro me acomodo, porque es amigo de ley; llevo en mi servicio un rey, porque el oro es rey de todo.

  • von Moliere
    15,90 €

    Doña Tecla Anda, Felipa, más vivo, que me vea libre de ellos. Doña Elvira Tal paso lleva usted, madre, que alcanzarla no podemos. Doña Tecla No te canses más, Elvira, en seguirme; cumplimientos ya sabes que no me gustan. Doña Elvira Señora, aquí sólo hacemos lo que es nuestra obligación; ¿mas por qué con tal despecho se va usted de nuestra casa?Doña Tecla Porque aguantar más no puedo lo que en ella pasa; vaya;esta casa es un infierno; es un escándalo; nadie, nadie sigue mis consejos; sin respeto a los mayores, cantando y hablando recio, que parece una ginebra.

Willkommen bei den Tales Buchfreunden und -freundinnen

Jetzt zum Newsletter anmelden und tolle Angebote und Anregungen für Ihre nächste Lektüre erhalten.