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Bücher der Reihe Littérature d'Espagne du Siècle d'or à aujourd'hui

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  • von Lope de Vega
    15,90 €

    Mirando un día el retrato de vuestro hermano Carlos Félix, que, de edad de cuatro años, está en mi estudio, me preguntastes qué significaba una celada que, puesta sobre un libro en un mesa, tenía por alma del cuerpo esta empresa: Fata sciunt; y no os respondí entonces porque me pareció que no érades capaz de la respuesta. Ya que tenéis edad, y comenzáis a entender los principios de la lengua latina, sabed que tienen los hombres para vivir en el mundo, cuando no pueden heredar a sus padres, más que un limitado descanso, dos inclinaciones: una a las armas, y otra a las letras, que son las que aquella celada y libro significan con la letra, que en aquellos tiernos años dice que el cielo sabe cuál de aquellas dos inclinaciones tuviera Carlos si no le hubiera, como salteador, la muerte arrebatado a mis brazos y robado a mis ojos, puesto que a mejor vida, dolorosamente, por las partes que concurrían en él de hermosura y entendimiento con esperanzas de que había que mejorar mi memoria sobreviviendo a mis años, por la razón de, curso de la naturaleza, orden sujeta a los accidentes de la vida. Vos quedastes en su lugar, no sé con cuál genio, cuya definición os darán Pausanias y Plutarco cuando sepáis entenderlos; el uno en los Acaicos, y el otro en la Vida de Bruto. Ni aun conozco la calidad de vuestro ingenio; que San Agustín tuvo por felicísimo al que nació con él, como en el libro cuarto de la Ciudad de Dios lo siente el Santo; y fue opinión de Cicerón y de Aristóteles la ventaja que hace al arte la naturaleza, a quien afrenta Plinio pensando que la cultura de las artes se debe a la avaricia; bien que casi siempre es verdad cuando no las estudia el gran señor y príncipe, y aun entonces puede ser vanidad, y no virtud, como se ha visto en muchos

  • von Oscar Wilde
    15,90 €

    Entre las muchas deudas que hemos contraído con las supremas facultades estéticas de Goethe se cuenta la de haber sido el primero que nos enseñó a definir la belleza en términos de la mayor concreción posible, es decir, a reparar siempre en ella en sus manifestaciones específicas. Por eso, en la conferencia que tengo el honor de dictar hoy ante ustedes, no intentaré proporcionarles una definición abstracta de la belleza ¿ni una fórmula universal para definirla, al estilo de la que buscaban las filosofías dieciochescas¿ y menos aún comunicarles algo que es, en esencia, incomunicable, y en virtud de lo cual un cuadro o un poema concretos nos producen un goce único y particular; más bien me propongo llamar su atención sobre las grandes ideas que caracterizan el gran renacimiento inglés del arte que se ha producido en este siglo, descubrir sus fuentes, dentro de lo posible, y prever su futuro hasta donde sea posible. Lo llamo nuestro Renacimiento inglés porque es, sin duda, una especie de nuevo nacimiento del espíritu del hombre, igual que lo fue el gran Renacimiento italiano del siglo XV, en su anhelo de un modo de vida más bello y refinado, en su pasión por la belleza física, en su atención exclusiva a la forma, en su búsqueda de nuevos elementos para la poesía, de nuevas formas artísticas y de nuevos goces imaginativos e intelectuales; y lo llamo nuestro movimiento romántico porque es nuestra expresión más reciente de la belleza.

  • von Alexandre Dumas
    15,90 €

    El 20 de agosto de 1672, la ciudad de La Haya, tan animada, tan blanca, tan coquetona que se diría que todos los días son domingo, la ciudad de La Haya con su parque umbroso, con sus grandes árboles inclinados sobre sus casas góticas, con los extensos espejos de sus canales en los que se reflejan sus campanarios de cúpulas casi orientales; la ciudad de La Haya, la capital de las siete Provincias Unidas, llenaba todas sus calles con una oleada negra y roja de ciudadanos apresurados, jadeantes, inquietos, que corrían, cuchillo al cinto, mosquete al hombro o garrote en mano, hacia la Buytenhoff, formidable prisión de la que aún se conservan hoy día las ventanas enrejadas y donde, desde la acusación de asesinato formulada contra él por el cirujano Tyckelaer, languidecía Corneille de Witt, hermano del ex gran pensionario de Holanda. Si la historia de ese tiempo, y sobre todo de este año en medio del cual comenzamos nuestro relato, no estuviera ligada de una forma indisoluble a los dos nombres que acabamos de citar, las pocas líneas explicativas que siguen podrían parecer un episodio; pero anticipamos enseguida al lector, a ese viejo amigo a quien prometemos siempre el placer en nuestra primera página, y con el cual cumplimos bien que mal en las páginas siguientes; anticipamos, decimos, a nuestro lector, que esta explicación es tan indispensable a la claridad de nuestra historia como al entendimiento del gran acontecimiento político en la cual se enmarca. Corneille o Cornelius de Witt, Ruart de Pulten, es decir, inspector de diques de este país, ex burgomaestre de Dordrecht, su ciudad natal, y diputado por los Estados de Holanda, tenía cuarenta y nueve años cuando el pueblo holandés, cansado de la república, tal como la entendía Jean de Witt, gran pensionario de Holanda, se encariñó, con un amor violento, del estatuderato que el edicto perpetuo impuesto por Jean de Witt en las Provincias Unidas había abolido en Holanda para siempre jamás.

  • von Tirso de Molina
    15,90 €

    DUQUE: De industria a esta espesura retirado vengo de mis monteros, que siguiendo un jabalí ligero, nos han dado el lugar que pedís; aunque no entiendo con qué intención, confuso y alterado. Cuando en mis bosques festejar pretendo vuestra venida, conde don Duarte, ¿dejáis la caza por hablarme aparte? CONDE: Basta el disimular, sacá el acero que, ya olvidado, os comparaba a Numa; que el que desnudo veis, duque de Avero, os dará la respuesta en breve suma. De lengua al agraviado caballero ha de servir la espada, no la pluma que muda dice a voces vuestra mengua.Echan manoDUQUE: Lengua es la espada, pues parece lengua; y pues con ella estáis, y así os provoca a dar quejas de mí, puesto que en vano, refrenando las lenguas de la boca, hablen solas las lenguas de la mano si la ocasión que os doy, que será poca para ese enojo poco cortesano, a que primero la digáis no os mueve; pues mi valor ningún agravio os debe. CONDE: ¡Bueno es que así disimuléis los daños que contra vos el cielo manifiesta! DUQUE: ¿Qué daños, conde?

  • von Lope de Vega
    15,90 €

    BELISA: ¿De esto gustas?LISARDA: De esto gusto. BELISA: ¡Qué notable inclinación! OTÓN: Casadas pienso que son. FINARDO: No te resulte disgusto; que en el hábito parecen gente noble y principal. OTÓN: Talle y habla es celestial. Juntos matan y enloquecen. Mas si el ánimo faltara, ¿qué ocasión no se perdiera? LISARDA: Si bien no me pareciera, ninguna joya tomara; que lo mayor para mí es el buen talle del hombre. BELISA: Por mi fe que es gentilhombre.

  • von Ignacio Manuel Altamirano
    15,90 €

    Yautepec es una población de la tierra caliente, cuyo caserío se esconde en un bosque de verdura.De lejos, ora se llegue de Cuernavaca por el camino quebrado de las Tetillas, que serpentea en medio de dos colinas rocallosas cuya forma les ha dado nombre, ora descienda de la fría y empinada sierra de Tepoztlán, por el lado Norte, o que se descubra por el sendero llano que viene del valle de Amilpas por el Oriente, atravesando las ricas y hermosas haciendas de caña de Cocoyoc, Calderón, Cassano y San Carlos, siempre se contempla a Yautepec como un inmenso bosque por el que sobresalen apenas las torrecillas de su iglesia parroquial.De cerca, Yautepec presenta un aspecto original y pintoresco. Es un pueblo mitad oriental y mitad americano. Oriental, porque los árboles que forman ese bosque de que hemos hablado son naranjos y limoneros, grandes, frondosos, cargados siempre de frutos y de azahares que embalsaman la atmósfera con sus aromas embriagadores. Naranjos y limoneros por donde quiera, con extraordinaria profusión. Diríase que allí estos árboles son el producto espontáneo de la tierra; tal es la exuberancia con que se dan, agrupándose, estorbándose, formando ásperas y sombrías bóvedas en las huertas grandes o pequeñas que cultivan todos los vecinos, y rozando con sus ramajes de un verde brillante y obscuro y cargados de pomas de oro los aleros de teja o de bálago de las casas. Mignon no extrañaría su patria, en Yautepec, donde los naranjos y limoneros florecen en todas las estaciones.

  • von Jules Verne
    15,90 €

  • von Elisee Reclus
    9,99 €

    La historia de un arroyo, hasta la del más pequeño que nace y se pierde entre el musgo, es la historia del infinito. Sus gotas centelleantes han atravesado el granito, la roca calcárea y la arcilla; han sido nieve sobre la cumbre del frío monte, molécula de vapor en la nube, blanca espuma en las erizadas olas. El sol, en su carrera diaria, las ha hecho resplandecer con hermosos reflejos; la pálida luz de la luna las ha irisado apenas perceptiblemente; el rayo la ha convertido en hidrógeno y oxígeno, y luego, en un nuevo choque, ha hecho descender en forma de lluvia sus elementos primitivos. Todos los agentes de la atmósfera y el espacio y todas las fuerzas cósmicas, han trabajado en concierto para modificar incesantemente el aspecto y la posición de la imperceptible gota; á su vez, ella misma es un mundo como los astros enormes que dan vueltas por los cielos, y su órbita se desenvuelve de cielo en cielo eternamente y sin reposo.Toda nuestra imaginación no basta para abarcar en su conjunto el circuito de la gota y por eso nos limitamos á seguirla en su curso y su caída, desde su aparición en la fuente, hasta mezclarse con el agua del caudaloso río y el océano inmenso. Como seres débiles, intentamos medir la naturaleza con nuestra propia talla; cada uno de sus fenómenos se resume para nosotros en un pequeño número de impresiones que hemos sentido. ¿Qué es el arroyo, sino el sitio hermoso y apacible donde hemos visto correr el agua cristalina bajo la sombra de los álamos, balancearse sus hierbas largas como serpentinas y temblar agitados los juncos de sus islitas? La orilla florida donde gozábamos acostándonos al sol, soñando en la libertad, el sendero tortuoso que bordea el margen y que nosotros seguimos con paso lento contemplando el curso del agua, la arista de la piedra desde la cual el agua unida en apretado haz se precipita en cascada ó se deshace en espuma; he ahí lo que en nuestro recuerdo es el arroyo, casi con toda su infinita y compleja naturaleza, puesto que lo restante se pierde en las obscuridades de lo inconcebible.

  • von Juan Ruiz de Alarcon
    9,99 €

    Águila, a su esplendor no se deslumbra Al espléndido trono fija atento Aquí de Ampudia el advertido Conde Aquí la águila regia, aquí el segundo Aún no la planta se ocultó postrera Blasones aclamó del Almirante Candores brilla, si entre auroras puede Carlos le sigue; de su bruto alado Clara familia infante el grave paso Con relámpagos siete, ardiente rayo Cordobés rucio entiende el pensamiento cuando el aplauso roba cortesano Cuando la puerta que antes el Oriente Cuanto su vista el ánimo suspende Cuatro veces en giros diferentes De Córdoba al clarín tiembla la tierra De éste, pues, héroe, visitó la arena Del alto trono el trono mismo alcanza De las escuadras diez que ya leales Del carro de la noche se desata De un bizarro alazán la espalda oprime Doce enfrenados montes, que de Ociro Ébano y oro dividiendo hermosa El gallardo Guzmán, el fiel Acates El lusitano Mora, que dilata Emula de la pompa lusitana En él dio fin la ostentación faustosa En medio de su curso impele al viento En torno lustra la cuadrada arena Era del año la estación ardiente Festivo, si marcial, suena inflamado Grave se mueve el uno y otro plaustro Hasta que ya interpuestos los ancianos Jerarquía gentil de semidiosas La lealtad puede tanto, tanto puede Largo escuadrón, al resonar del viento Los aplausos prorrumpen alegría

  • von Benito Perez Galdos
    9,99 €

    Sala lujosa en el palacio de los señores de García Yuste. A la derecha, paso al jardín. Al fondo, comunicación con otras salas del edificio. A la derecha primer término, puerta de la habitación de Electra. (Izquierda y derecha se entiende del espectador.)ESCENA PRIMERA El Marqués; José, por el foro. José. Están en el jardín. Pasaré recado. Marqués. Aguarda. Quiero dar un vistazo a esta sala. No he visitado a los señores de García Yuste desde que habitan su nuevo palacio... ¡Qué lujo!... Hacen bien. Dios les da para todo, y esto no es nada en comparación de lo que consagran a obras benéficas. ¡Siempre tan generosos...! José. ¡Oh, sí, señor! Marqués. Y siempre tan retraídos... aunque hay en la familia, según creo, una novedad muy interesante... José. ¿Novedad? ¡Ah! sí...¿lo dice por...? Marqués. Oye, José: ¿harás lo que yo te diga? José. Ya sabe el señor Marqués que nunca olvido los catorce años que le serví... Mande Vuecencia. Marqués. Pues bien: hoy vengo exclusivamente por conocer a esa señorita que tus amos han traído poco ha de un colegio de Francia. José. La señorita Electra. Marqués. ¿Podrás decirme si sus tíos están contentos de ella, si la niña se muestra cariñosa, agradecida? José. ¡Oh! sí... Los señores la quieren... Sólo que... Marqués. ¿Qué? José. Que la niña es algo traviesa. Marqués. La edad... José. Juguetona, muy juguetona, señor.

  • von Robert Louis Stevenson
    9,99 €

    En estos tiempos en que todo el mundo está obligado, so pena de ser condenado en ausencia por un delito de lesa respetabilidad, a emprender alguna profesión lucrativa y a esforzarse en ella con bríos cercanos al entusiasmo, la defensa de la opinión opuesta por parte de los que se contentan con tener lo suficiente, y prefieren mantenerse al margen y disfrutar, tiene algo de bravata y fanfarronería. Sin embargo, no debería ser así. La supuesta ociosidad, que no consiste en no hacer nada, sino en hacer muchas cosas que no están reconocidas en las dogmáticas prescripciones de la clase dominante, tiene tanto derecho a exponer su posición como la propia laboriosidad. Se suele admitir que la presencia de personas que se niegan a tomar parte en la gran carrera de obstáculos por un poco de calderilla no hace más que insultar y desalentar a quienes participan. Un individuo cabal (como tantos que vemos) toma su decisión, opta por la calderilla y, con esa enfática expresión tan americana, «va a por ella». Y, mientras este hombre va ascendiendo trabajosamente por la senda marcada, no es difícil comprender su resentimiento cuando ve que, junto al camino, hay personas cómodamente tendidas sobre la hierba del prado, con un pañuelo sobre las orejas y un vaso al alcance de la mano. La indiferencia de Diógenes tocó una fibra muy sensible de Alejandro. ¿Dónde estaba la gloria de haber conquistado Roma si cuando aquellos turbulentos bárbaros se precipitaron en el Senado encontraron allí a los Padres sentados en silencio e indiferentes a su hazaña? Es descorazonador haberse esforzado para escalar escarpadas cumbres y, al llegar arriba, encontrar que la humanidad permanece indiferente a tu proeza. De ahí que los físicos condenen a quienes se ocupan de lo que no entra en las leyes de la física, que los financieros no toleren más que superficialmente a los que no entienden de alzas y bajas de valores, que los literatos desprecien a los iletrados, y que los de todas las profesiones coincidan en su desprecio hacia quienes no desempeñan ninguna.

  • von Ruben Dario
    9,99 €

    Sin pinceles, sin paleta, sin papel, sin lápiz, Ricardo, poeta lírico incorregible, huyendo de las agitaciones y turbulencias, de las máquinas y de los fardos, del ruido monótono de los tranvías y el chocar de las herraduras de los caballos con su repiqueteo de caracoles sobre las piedras; de las carreras de los corredores frente a la Bolsa, del tropel de los comerciantes; del grito de los vendedores de diarios; del incesante bullicio e inacabable hervor de este puerto; en busca de impresiones y de cuadros, subió al cerro Alegre que, gallardo como una gran roca florecida, luce sus flancos verdes, sus montículos coronados de casas risueñas escalonadas en la altura, rodeadas de jardines, con ondeantes cortinas de enredaderas, jaulas de pájaros, jarras de flores, rejas vistosas y niños rubios de caras angélicas.Abajo estaban las techumbres de Valparaíso que hace transacciones, que anda a pie como una ráfaga, que puebla los almacenes e invade los bancos, que viste por la mañana torno crema o plomizo, a cuadros, con sombrero de paño, y por la noche bulle en la calle del Cabo con lustroso sombrero de copa, abrigo al brazo y guantes amarillos, viendo a la luz que brota de las vidrieras, los lindos rostros de las mujeres que pasan.Más allá, el mar acerado, brumoso, los barcos en grupo, el horizonte azul y lejano. Arriba, entre opacidades, el sol.Donde estaba el soñador empedernido, casi en lo más alto del cerro, apenas si se sentían los extremecimientos de abajo. Erraba él a lo largo del Camino de Cintura e iba pensando en idilios, con toda la augusta desfachatez de un poeta que fuera millonario.Había allí aire fresco para sus pulmones, casas sobre cumbres, como nidos al viento, donde bien podía darse el gusto de colocar parejas enamoradas, y tenía además, el inmenso espacio azul, del cual, -él lo sabía perfectamente, los que hacen los salmos y los himnos pueden disponer como les vengan en antojo.

  • von Ruben Dario
    9,99 €

    Había sonado la una de la mañana en el reloj de la Intendencia, y parecía ya, por lo tranquilo de aquella noche, que nada ven tiria a perturbar el reposado sueño en que los laboriosos habitantes de la metrópoli comercial del Pacífico descansaban de las rudas tareas del díaOyóse de pronto el tradicional pitio de un policial al que sucede el tañido de la campanas que en todos los cuarteles de la ciudad llaman al abnegado bombero al cumplimiento de su deber.Cual si hubiera sitio esta una señal mágica, al tranquilo silencio río aquella noche de invierno, sucédese un extraordinario movimiento. Voluntarios que a toda prisa pasan abandonan, unos el abrigado lecho, otros el aristocrático salón de animada tertulia, y vuelan a sus casas en busca de alguna insignia de su misión para correr en seguida a sus cuarteles; bombas que han partido ya con presura al lugar amargado auxiliares que olvidando e] cansancio producido por la fatigosa labor del día, acuden ágiles a secundar a sus oficiales; muchachos y hombres del pueblo que ocurren a prestar el contingente de sus brazos para arrastrar las pesadas máquinas que evitan la destrucción, a diferencia de otras que la realizan; aquí un carruaje que es uncido a la palanca de la bomba y ayudan a arrastrarla; mas allá un grupo de alegre jóvenes pie al salir de su club se unen al número de los entusiastas salvadores de la propiedad y también les prestan el concurso de sus brazos; por todas partes la agitación, el ruido, el movimiento, cual si la ciudad hubiera despertado sobresaltada a influjo de algún golpe eléctrico. Luego, a medida que va aproximándose al lugar amenazado, vánse también distinguiendo allí bomberos de todas las nacionalidades, uniformes de diversos colores y variedades; y pasan en rápido desfile, se confunden y se agrupan, y se estrechan, las ensacas rojas con las azules, los cascos de bronce con los de reluciente cuero; y se codean, y se empujan, y so mezclan con la admirable confraternidad del deber, ingleses y chilenos, italianos, alemanes y franceses.

  • von Emilio Salgari
    15,90 €

    ¿¡Nos espera una mala noche, muchachos! ¿dijo poco antes de ponerse el sol el coronel Devandel, a quien el Gobierno americano había mandado con gran premura al frente de cincuenta hombres apenas a perseguir a los cowboys en las montañas de Laramie¿. ¡Mucha vigilancia o, de lo contrario, los indios aprovecharán la ocasión para atravesar la garganta del Funeral! El bravo soldado, que había conquistado sus galones primero en la guerra contra Méjico y después peleando denodadamente en las fronteras del Far- West contra los indómitos pieles rojas, no se engañaba en sus predicciones. Las altas cimas de las montañas que se extienden entre los confines meridionales del Wyoming y los septentrionales del Colorado habíanse cubierto de densas nubes, y el trueno no tardó en hacer oír su voz poderosa. A los pocos instantes comenzó a caer sobre el campamento una lluvia torrencial, que obligó a los centinelas a replegarse más que de prisa hacia los furgones dispuestos en cruz de San Andrés para defender las tiendas de una sorpresa probable. Sólo los soldados jóvenes, que hasta pocos días antes habían estado dedicados a recorrer praderas y que se hallaban, por tanto, habituados a afrontar las intemperies, se mantuvieron obstinadamente en la extremidad de una peligrosa vereda que conducía al llamado paso del Funeral.

  • von Eugenio Cambaceres
    15,90 €

    De cabeza grande, de facciones chatas, ganchuda la nariz, saliente el labio inferior, en la expresión aviesa de sus ojos chicos y sumidos, una capacidad de buitre se acusaba.Llevaba un traje raído de pana gris, un sombrero redondo de alas anchas, un aro de oro en la oreja, la doblesuela claveteada de sus zapatos marcaba el ritmo de su andar pesado y trabajoso sobre las piedras desiguales de la calle.De vez en cuando, lentamente, paseaba la mirada en torno suyo, daba un golpe -uno solo- al llamador de alguna puerta, y, encorvado bajo el peso de la carga que soportaban sus hombres: "tachero"... gritaba con voz gangosa: "¿componi calderi, tachi, siñora?".Un momento, alargando el cuello, hundía la vista en el zaguán. Continuaba luego su camino entre ruidos de latón y fierro viejo. Había en su paso una resignación de buey.Alguna mulata zarrapastrosa, desgreñada, solía asomar; lo chisteaba, regateaba, porfiaba, "alegaba", acababa por ajustarse con él.Poco a poco, en su lucha tenaz y paciente por vivir, llegó así hasta el extremo Sud de la ciudad, penetró en una casa de la calle San Juan entre Bolívar y Defensa.

  • von Vicente Blasco Ibañez
    15,90 €

    ¿Los amigos te esperan en el casino. Sólo te han visto un momento esta mañana: querrán oírte; que les cuentes algo de Madrid. Y doña Bernarda fijaba en el joven diputado una mirada profunda y escudriñadora de madre severa que recordaba a Rafael sus inquietudes de la niñez.¿¿Vas directamente al Casino?...¿añadió.¿Ahora mismo irá Andrés.Saludó Rafael a su madre y a don Andrés, que aún quedaban a la mesa saboreando el café, y salió del comedor. Al verse en la ancha escalera de mármol rojo, envuelto en el silencio de aquel caserón vetusto y señorial, experimentó el bienestar voluptuoso del que entra en un baño tras un penoso viaje. Después de su llegada, del ruidoso recibimiento en la estación, de los vítores y música hasta ensordecer, apretones de manos aquí, empellones allá, y una continua presión de más de mil cuerpos que se arremolinaban en las calles de Alcira para verle de cerca, era el primer momento en que se contemplaba solo, dueño de sí mismo, pudiendo andar o detenerse a voluntad, sin precisión de sonreír automáticamente y de acoger con cariñosas demostraciones a gentes cuyas caras apenas reconocía. ¿Qué bien respiraba descendiendo por la silenciosa escalera, resonante con el eco de sus pasos! ¡Qué grande y hermoso le parecía el patio con sus cajones pintados de verde, en los que crecían los plátanos de anchas y lustrosas hojas! Allí habían pasado los mejores años de su niñez. Los chicuelos que entonces le espiaban desde el gran portalón, esperando una oportunidad para jugar con el hijo del poderoso don Ramón Brull, eran los mismos que dos horas antes marchaban agitando sus fuertes brazos de hortelanos, desde la estación a la casa, dando vivas al diputado, al ilustre hijo de Alcira.

  • von Tirso de Molina
    9,99 €

    Música de todos géneros y entran por un palenque con los instrumentos de un bautismo en fuentes de plata, gentileshombres bizarros en cuerpo; detrás de todos don JUAN, que lleva sobre una fuente un turbante y en él una corona, y en el remate una cruz. Luego vestido a lo turquesco, de blanco, el rey SAFIDÍN, descubierta la cabeza; a su lado GARCÍA de Sá, viejo, gobernador, bizarro, en cuerpo a lo antiguo. Por otro palenque SOLDADOS bizarros, uno de ellos con la banda de las Quinas de Portugal; y arcabuces, trompetas y cajas. Detrás, arrastrando una pica, MANUEL de Sosa, muy bizarro, y delante de él DIAGUITO con arcabuz pequeño, espada y daga. Arriba, en un balcón despejado y grande, la reina ROSAMBUCA a lo indio, coronada, y a su lado doña LEONOR, muy bizarra, y doña MARÍA, de hombre, muy galán. Va a besar la mano MANUEL, a GARCÍA, y tiénele

  • von Rosalia de Castro
    15,90 €

    IAbajo A través del follaje perenne que oír deja rumores extraños, y entre un mar de ondulante verdura, amorosa mansión de los pájaros, desde mis ventanas veo el templo que quise tanto. El templo que tanto quise..., pues no sé decir ya si le quiero, que en el rudo vaivén que sin tregua se agitan mis pensamientos, dudo si el rencor adusto vive unido al amor en mi pecho. II Otra vez, tras la lucha que rinde y la incertidumbre amarga del viajero que errante no sabe dónde dormirá mañana, en sus lares primitivos halla un breve descanso mi alma. Algo tiene este blando reposo de sombrío y de halagüeño, cual lo tiene, en la noche callada, de un ser amado el recuerdo, que de negras traiciones y dichas inmensas, nos habla a un tiempo.

  • von Manuel osé Quintana
    9,99 €

    Mi buen amigo: El desaucio está ya hecho y el testimonio irá, en uno de estos correos inmediatos, enviado por el Administrador. Esté V., pues, a la mira, y haga V. que venga la cosa a informe, pues, por acá, no está mal preparada. Ya sabemos todos lo mucho que V. nos quiere y no dudamos de su eficacia.Bueno será, en efecto, tener a la vista lo de Casas para perfeccionar la vida de Balboa y componer la de Cortés. Algunos apuntes saqué yo curiosos en lo que vi del primero en lo que V. tenía, y no dudo que en el resto habrá cosas importantes y, sobre todo, picantes. Entre los apéndices que debe llevar esta vida de Balboa, uno ha de ser la carta escrita por él al Rey, que está entre los mamotretos de V., y, otro, el testimonio del descubrimiento del mar del Sur y posesión tomada de él, dado por el escribano Valderrábano: creo que no ha de ser uno solo, y se han de hallar en el lib. 29 de Oviedo, que tuve también entonces a la vista. Estos los puede ir copiando Antoñito, así como la carta; pero a su comodidad y despacio.Vea si puede V. brujulear, por alguno de los papelotes, el día en que fue degollado Vasco Núñez; igualmente vea V. si Herrera equivocó y confundió, como yo sospecho, una expedición desgraciada que supone hecha por Vasco Núñez, en el año 1514, contra los indios barbacoas, antes de que llegase Pedrarias, con otra que hizo después al mismo paraje y con el mismo mal éxito, ya mandando aquel vegete. Herrera hace dos expediciones, y yo me figuro que no hubo más que una, porque ninguno de los demás autores habla de la primera. Quisiera también que buscase V. un apunte de Muñoz sobre la querella que le armó el conde de Puñoenrostro a Herrera sobre lo mal tratado que estaba su pariente Pedrarias en la historia: y que se copiase también todo lo que dice Muñoz sobre el particular.

  • von Virginia Woolf
    15,90 €

    Era una noche de verano y, en la amplia estancia con ventanas que daban al jardín, hablaban acerca del pozo negro. El consejo del condado había prometido llevar agua al pueblo, pero no lo había cumplido. La señora Haines, esposa del caballero terrateniente, una mujer que tenía cara de oca y unos ojos saltones, como si vieran algo que tragar en la acequia, dijo con afectación:¿¡Vaya tema de conversación en una noche como esta!Entonces hubo un silencio; una vaca mugió, y esto dio pie a que la señora Haines comentara cuán raro era que, siendo niña, jamás hubiera temido a las vacas, solo a los caballos. Aunque había que tener en cuenta que, cuando era muy pequeña, todavía en el cochecito, un caballo de tiro había pasado a un dedo de su cara. Su familia, dijo la señora Haines al anciano que estaba sentado en un sillón, había residido cerca de Liskeard durante siglos. Las tumbas que había en el cementerio así lo demostraban.Fuera, un pájaro gorjeó. ¿¿Un ruiseñor? ¿preguntó la señora Haines.No, los ruiseñores no llegaban tan al norte. Era un pájaro diurno que, animado por otro día sustancioso y suculento, por los gusanos y los caracoles y la arenilla, gorjeaba incluso dormido.

  • von Ruben Dario
    15,90 €

    [A Pedro Nolasco P.]Mi querido amigo: Te escribo ésta con el siguiente objeto:Debes de tener entendido que mi partida a Centro América me es más necesaria que nunca. Mi padre acaba de morir, y yo tengo que estar en Nicaragua a la mayor brevedad. Conoces perfectamente mi situación.Parece que las esperanzas que teníamos no se han podido realizar por ahí. ¡Qué se hace!Ahora, oye:Un amigo mío ha empezado aquí algo que si es duro para mí, es el único medio que me queda para poder irme. Ha pedido a personas que tienen buena voluntad y alguna estimación por mí, que contribuyan para formar un fondo con el cual pueda hacer el viaje. Ya hay bastante adelantado.Tócate a ti -pues no puedo decirlo a otro amigo- ver lo que puedas hacer en el círculo de tus relaciones políticas o sociales. Por de pronto, recuerdo yo dos, tres, cuatro amigos, quienes si tú les insinuaras algo, se prestarían gustosos. Triste, pero preciso. Se necesita que por lo menos vengan de ahí Libras Esterlinas 20. Lo demás aquí, como digo, se está juntando. Todo callado, como todo bien que se hace noblemente.En fin, hágase lo posible, hazte tú iniciador por tu parte y rompe esta carta, si te parece.Creo que también de aquí se ha escrito a Robinet a este respecto.Todo debe de hacerse, a más tardar, en la presente semana.Mi salud, peor.Tu amigoDarío.Valparaíso, Noviembre 20 de 1888.P.S.: Haz reclamar en mi nombre un artículo que está en La Libertad titulado Cuento ruso, y lo publicas en La Época. Esto, pronto.Vale.-

  • von Arthur Conan Doyle
    9,99 €

    Cuando uno estudia la psicología criminal, llega forzosamente a la conclusión de que la más peligrosa de todas las mentalidades es la del hombre desmesuradamente egoísta. Es este un hombre que ha perdido su sentido de la proporción. Su propia voluntad y su propio interés han borrado en él toda conciencia de sus obligaciones hacia la comunidad. El carácter impulsivo, los celos, la sed de venganza, engendran el crimen; pero el egoísmo llevado hasta la locura es el más peligroso y también el más odioso de sus progenitores. Sir Willoughby Patterne, el eterno prototipo de todos los egoístas, puede ser un personaje divertido e inofensivo a condición de que todo le vaya bien; pero basta con que le sea negado algo de lo que desea, para que de ello se deriven las más monstruosas consecuencias. Huxley ha dicho que en esta vida, uno está perpetuamente jugando una partida con un adversario invisible, que sólo deja sentir su presencia cuando uno comete una falta: entonces, le impone un castigo. El jugador que comete la falta de ser egoísta puede tener que pagar un precio terrible por ello. Pero hay algo inexplicable en las reglas de ese juego y es que algunos, que son sólo espectadores de la partida, pueden verse obligados a ayudarle a pagar. Lean la historia de William Godfrey Youngman, y vean lo difícil que es entender las reglas que rigen dichos castigos. Aprendan también que el egoísmo no es un pecadillo inofensivo, sino una malvada raíz capaz de producir los más monstruosos frutos. A unos sesenta kilómetros al sur de Londres, y cerca del balneario, bastante pasado de moda, de Tunbridge Wells, se halla la pequeña localidad de Wadhurst. Está situada en el condado de Sussex, aunque cerca de los confines del condado de Kent. Es una región de gran riqueza ganadera, y los granjeros son en ella una clase floreciente, pues se hallan lo bastante cerca de la metrópolis para beneficiarse del inmenso apetito de ésta. Entre esos granjeros vivía, en el año 1860, un tal Streeter, dueño de una pequeña granja y padre de una hermosa hija, Mary Wells Streeter.

  • von Jonathan Swift
    9,99 €

    I. PREDICCIONES PARA EL AÑO 1708 EN LAS CUALES EL MES, Y EL DÍA DEL MES SON PRECISADOS, LAS PERSONAS NOMBRADAS, Y LAS GRANDES ACCIONES Y EVENTOS DEL AÑO PRÓXIMO ESCRUPULOSAMENTE RELATADOS, TAL COMO VENDRÁN A SUCEDER. ESCRITAS PARA EVITAR QUE EL PUEBLO DE INGLATERRA SIGA SIENDO ENGAÑADO POR LOS VULGARES FABRICANTES DE ALMANAQUES.POR ISAAC BICKERSTAFF, Esq.John Partridge era el seudónimo de John Hewson, uno de los muchos astrólogos o «fabricantes de almanaques» que se enriquecían entonces (como hoy) gracias a la ignorancia de la gente. Pero el suyo fue un caso particular: rápidamente se convirtió en el protegido del rey Guillermo y en médico de la corte. En 1708, Swift ¿tanto por su odio a la ignorancia como por razones políticas¿ decidió demolerlo; la manera en que lo hizo constituye, al mismo tiempo que una de sus burlas más crueles, la demostración del poder casi mortífero de su literatura y de su inteligencia. Adoptando el seudónimo de Isaac Bickerstaff, astrólogo ficticio, publicó sus Predicciones para el año 1708, en las que anticipó la muerte de Partridge para el 29 de marzo. En la mañana del 30 de marzo los canillitas londinenses vocearon otro texto swiftiano: una Elegía por la muerte de Partridge, y pocos días después, la Carta a un Lord, en la cual un supuesto testigo imparcial narra los detalles de esa muerte. Pero Partridge era estúpido: en vez de callarse, se le ocurrió refutar a Swift, haciendo público el hecho de que no sólo estaba vivo, sino que también lo había estado el 29 de marzo. Entonces llegó el golpe fatal: la Vindicación. La burla se hizo célebre; amigos de Swift, como Pope, Congreve, Gay o Steele, tomaron parte en la «controversia» publicando anuncios en los que probaban o se condolían de la muerte del astrólogo. Fue el fin de Partridge. Casi se puede decir que Swift lo mató escribiendo.

  • von Benito Jerónimo Feijoo
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    1. Hay tanta latitud en el Escepticismo, y son tan diferentes sus grados, que con este nombre, según la varia extensión que se da a su significado, se designan el error más desatinado, y el modo de filosofar más cuerdo. El Escepticismo rígido es un delirio extravagante; el moderado una cautela prudente. Pero los que en este siglo tomaron el empeño de impugnar a los Escépticos más moderados, no sé si por ignorancia, o por malicia, confunden uno, y otro. La ignorancia en esta materia es tan grosera, que me persuade a que sea por malicia; y la malicia es tan detestable, que me persuade a que sea por ignorancia.2. Aunque la voz Griega Scepsis (de donde vienen Scéptico, y Scepticismo) significa inquisición, investigación, especulación, &c. ya el uso ha alterado algo la significación de estas voces. Por lo cual hoy Escéptico significa lo mismo que Dubitante, y Escepticismo aquella profesión particular, que hacen los Escépticos de dudar, y suspender el asenso en las materias controvertibles, o disputables.3. Esta duda, o suspensión de asenso puede ser más, o menos racional, según la mayor, o menor extensión que se le da, y según las materias a que se aplica. Así como dudar de muchas cosas es prudencia, dudar de todas es locura.

  • von Arthur Conan Doyle
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  • von Jules Verne
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    ¿¡Se vende isla al contado, sin gastos, al último y mejor postor!¿, repetía una y otra vez, sin tomar aliento, Dean Felporg, comisario tasador de la subasta en que se debatían las condiciones de esta venta singular. ¿¡Isla en venta, isla en venta!¿, repetía con voz más y más sonora el pregonero Gingrass, que iba y venía por entre una multitud en verdad excitadísima. Multitud, efectivamente, que se apretaba en la vasta sala del hotel de ventas del número 10 de la calle Sacramento. Allí había no sólo cierto número de americanos de los estados de California, Oregón y Utah, sino también algunos de esos franceses que forman una buena sexta parte de la población, mejicanos envueltos en su sarape, chinos con sus túnicas de largas mangas, zapatos en punta y gorro cónico, canacos de Oceanía e incluso pies-negros, vientres abultados, o cabezas-planas procedentes de las riberas del río Trinidad. Nos apresuramos a decir que la escena tenía lugar en la capital del estado californiano, en San Francisco, pero no en la época en que la explotación de nuevos placeres atraía a los buscadores de oro de ambos mundos, de 1849 a 1852. San Francisco ya no era lo que había sido al principio, un caravasar, un desembarcadero, una posada en que se detenían por una noche los atareados que se apresuraban hacia los terrenos auríferos de la vertiente occidental de la Sierra Nevada. ¡No! Desde hacía unos veinte años, la antigua y desconocida Yerba-Buena había dado lugar a una ciudad única en su género, poblada por cien mil habitantes, construida al respaldo de dos colinas por haberle faltado sitio en la playa del litoral, pero del todo dispuesta a extenderse hasta las últimas alturas de lo más lejano; una ciudad, en fin, que ha destronado a Lima, Santiago, Valparaíso, todas sus otras rivales del Oeste, de la que los americanos han hecho la reina del Pacífico, la ¿gloria de la costa occidental¿.

  • von Luis Prudencio Alvarez
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    Mirar los blancos azahares con que se coronan las novias en tren de matrimonio, y sentir una carcajada cosquillearme en la garganta, es todo uno.Y esto me sucede, no porque sea un cotorrón canalla y descreido, sino porque me acuerdo de Juanita la hija de nuestra vecina doña Antonia, que se casó con mi tío Juan Alberto.¡Qué impresión sentí cuando la ví coronada de blancas flores de naranjo, emblema de la pureza, a aquella pícara y graciosa muchacha con quien había trincado tanto en el jardín de mi casa! Vino a mi mente, con toda claridad, la tarde aquella en que por vez primera nos dimos un beso, que fué el incubador de los millones en gérmen que Juanita escondía en las extremidades de su boquita rosada.Según costumbre, Juanita y yo ¿dos muchachos de 13 años¿ habíamos ido al jardín en busca de violetas, durante una templada tarde de Agosto.Allí, sentados a la sombra de los grandes árboles, escudriñábamos entre las hojas verdes, buscando las pequeñas flores fragantes.Examinábamos la misma mata y de repente nuestras manos se encontraron sobre el tallo de una gran violeta nacida al reparo de una piedra, que yo me apresuré a cortar.

  • von Benito Perez Galdos
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    «1.º de Enero.- Ha sonado la última campanada de las doce. 1870 recoge la herencia del escandaloso 69, año de acciones difusas y de oratoria sinfónica... '¿Y qué haré yo con tantos discursos? -dice este pobrecito 70, que nace sobre los mismos hielos que han sido sepultura de su padre-. ¿De qué me servirá la opulencia verbosa de estos caballeros constituyentes?... ¿Por ventura, el diluvio retórico fecundará la simiente de la República o nos traerá un nuevo retoño del árbol secular de la Monarquía?'.»2 de Enero.- Si escribir pudiéramos la Historia futura, corriendo más aprisa que el tiempo, yo escribiría que el Rey X, si acaso lo encuentran, no querrá venir a este cráter del volcán en erupción. Se le quemarán las botas.»3 de Enero.- Estos Carabancheles son desprendimientos del apretado cascote que llamamos Madriles. Hastiados de formar en ringleras, sin aire ni luz, algunos caseríos se han escurrido bonitamente hacia el campo. Aquí vivo, no por mi gusto, sino por el de mi madre, que como buena campesina tira siempre a las Afueras.»6, día de los Santos Reyes.- ¡Oh, qué visión divina me trajeron los Magos de Oriente!... Pasó el tiempo en que mi buena madre dejaba en el balcón mi zapato para que Gaspar, Melchor y el negro Baltasar me pusieran en él soldados o cañoncitos, que colmaban mis inocentes ambiciones. Anoche, sin aventurar zapato ni chinela, los Reyes fueron para mí más que nunca propicios y dadivosos, porque apenas abrí hoy la ventana por donde suelo contemplar la huerta de esta casa y la de la casa medianera, separadas por vieja tapia, vi una figura, imagen, persona, que al pronto me pareció ángel, después mujer. Verla y pensar que había encontrado mi novia definitiva, el ideal de amor, fueron dos facetas de un solo momento, iluminadas por un solo relámpago... Cuando absorto clavé mis ojos en la hermosa visión, esta me miró a mí... Pasado un segundo, dos quizás, la imagen se desvaneció tras de un ciprés... Esperé un rato; no la vi más. Yo miraba al ciprés y le decía: 'ciprés amigo, apártate un poco; déjame ver si...'.

  • von Edith Wharton
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    Había tenido ocasión de conocer algo de la vida en un pueblo de Nueva Inglaterra mucho antes de que estableciera mi hogar en el mismo condado que mi imaginario Starkfield; no obstante, durante los años pasados allí, ciertos aspectos llegaron a serme mucho más familiares. Incluso antes de aquella iniciación definitiva, sin embargo, ya había advertido, con gran disgusto, que la Nueva Inglaterra de las novelas guardaba escaso parecido, si exceptuamos una vaga semejanza botánica y dialectal, con la abrupta y hermosa región que yo había conocido. Incluso la abundante enumeración de helechos, plantas de jardín y laureles silvestres, y la concienzuda reproducción de lo vernáculo me dejaban con la sensación de que los crestones de granito habían sido, en ambos casos, pasados por alto. Tal impresión es estrictamente personal y si dejo constancia de ella aquí es porque explica mi novela Ethan Frome y para algunos lectores puede también en gran medida justificarla. En cuanto a los orígenes de la historia, eso es todo. No hay nada más que decir de ella que tenga algún interés, excepto lo que se refiere a su construcción.

  • von Honore de Balzac
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    En algunos pueblecitos de provincias se encuentran casas cuya vista inspira una melancolía igual a la que provocan los claustros más sombríos, las landas más desiertas o las ruinas más tristes. Y es que sin duda participan a la vez esas casas del silencio del claustro, de la aridez de las landas y de los despojos de las ruinas: la vida y el movimiento son en ellas tan reposados, que un extranjero las creería deshabitadas si no encontrase de pronto la mirada fría y sin expresión de una persona inmóvil, cuyo rostro medio monástico asoma por una ventana al oír el ruido de pasos desconocidos. Este aspecto melancólico lo posee un edificio situado en Saumur, al extremo de la calle montuosa que conduce al castillo por la parte alta de la villa. Esta calle, que se ve ahora poco frecuentada, cálida en verano, fría en invierno y obscura en algunos parajes, es notable por la sonoridad de su empedrado, que está siempre limpio y seco; por la estrechez de su vía tortuosa y por la paz de sus casas, que pertenecen a la villa antigua y que dominan las murallas. Unas habitaciones tres veces seculares y sólidas aún a pesar de haber sido construidas con madera, y los diversos paisajes que ofrecen, contribuyen a dar originalidad a aquella parte de Saumur, que es tan interesante para anticuarios y artistas. Es difícil pasar por delante de estas casas sin admirar sus enormes vigas, cuyos extremos forman extrañas figuras y que coronan de un bajo relieve negro el piso bajo de la mayor parte de ellas.

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