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Bücher der Reihe Littérature d'Espagne du Siècle d'or à aujourd'hui

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  • von Alcalá Galiano
    9,99 €

    ¿Confiesa que te quejas de vicio, querida Clara. Con tus veintiocho años de edad, tu hermosura, tu independencia de viuda, tus ochenta mil duros de renta y tus ochenta mil adoradores, con este precioso palacito, tus carruajes, tu elegancia y tu fama, no hay derecho a quejarse de la vida y venir con esos argumentos traídos por los cabellos, y con esas románticas declamaciones, a quererme probar que eres desgraciada. ¡Ja, ja! ¡Desgraciada tú! ¡Que lo dijera yo!¿ ¡Pero tú!¿¿Qué quieres: pues lo soy, y mucho. Hay momentos en que me cambiaría por ti, y eso que me estás siempre queriendo convencer de que eres la más infeliz de las mujeres. ¿Es que yo lo soy de veras. Yo soy pobre y tú no sabes lo que esta palabra significa cuando se tienen mis veinticinco años, algunas pretensiones y ambición de brillar en el mundo. Tú no sabes lo que es creerse guapa y encontrarse pobre; ver que el bolsillo no responde a las exigencias del espejo. ¿Yo he sido pobre, Emilia, y sin embargo, te lo juro, hay veces que cambiaría esta riqueza por la modesta posición que tenía antes de casarme.

  • von Agustín Moreto
    15,90 €

    DOÑA LEONOR e INÉS, con mantos; DON, JUAN y MILLÁN, de soldados; aquel con hábito de Santiago.DON JUAN. Espera, Leonor, detente; que ni yo entiendo tu queja, ni sé qué dices. DOÑA LEONOR. Don Juan, no es menester que la entiendas. Vamos, Inés.INÉS. Ya te sigo. DON JUAN. ¿De suerte Leonor, que niegas a mi noticia el delito para honestar la sentencia? ¡Qué poco debe de ser, y qué mucha la cautela o el alivio que en dejarme siente ya la intercadencia del amor que me has tenido, pues de parte de mi ofensa, para dar vida a mi culpa, como interesada en ella, temiendo que te la hielo el aire de mi respuesta, el calor de la silencio tiene abrigada la queja! Pues vete, Leonor, ¿qué aguardas? Vete ya, y mi pecho sienta haber llegado contigo mi amor a tanta tibieza, que por dejarle te vales de fingidas apariencias. ¿Fingidas dije? Es error; que si a este fin las intentas, creeré que tengo la culpa de querer tú que la tenga.

  • von Roberto Arlt
    9,99 €

    Yo veo que de acuerdo a estos lectores son más las leyes que se infringen que las que se cumplen, lo cual le hace pensar a uno que las leyes han sido establecidas precisamente para eso, para que no se cumplan; lo cual viene a demostrar que éste es un país que cumple fielmente ese precepto de su Constitución, donde se asegura que es tierra de libertad par todos los hombres de buena voluntad. Y yo creo que de esta buena voluntad se necesita mucha y muy robusta para recordar tantas leyes y para infringirlas a todas, y a las que no se infringen, quebrantarlas, y a las que no se quebrantan, violarlas, y a las que no se violan, se fuerzan, y a las que no se fuerzan ni se violan, se tuercen como medias de pobres, se adaptan como trajes de serie, quedando las pobres tan maltrechas, tan sin jugo, tan sin ley, que ya no son leyes, sino entuertos, y tienen tanto de derecho como la giba de un dromedario.

  • von Edgar Rice Burroughs
    9,99 €

    Debían ser poco más de las tres de la tarde cuando sucedió: la tarde del 3 de junio de 1916. Parece increíble que todo por lo que he pasado, todas esas experiencias extrañas y aterradoras, tuvieran lugar en un espacio de tiempo tan breve; tres meses. Más parece que he experimentado un ciclo cósmico, tantos cambios y evoluciones en las cosas que he visto con mis propios ojos durante este breve intervalo de tiempo, cosas que ningún otro ojo mortal había visto antes, atisbos de un mundo pasado, un mundo muerto, un mundo desaparecido hace tanto tiempo que ni siquiera quedan restos en los más bajos estratos cámbricos. Oculto en la derretida corteza interna, ha pasado siempre inadvertido para el hombre más allá de aquel perdido trozo de tierra donde el destino me ha traído y donde se ha sellado mi condena.Estoy aquí y aquí debo permanecer.

  • von Rosario de Acuña
    15,90 €

    VICENTE. Cuantos detalles pides, esta noche en casa de Lorenzo te daremos, y si no quieres ir... AG. 1.º (Interrumpiendo.) Lo cual sentimos... VICENTE. Cuando se empiecen á contar los hechos de la gran Germania valenciana, sabrás nuestra intención, nuestros proyectos.AG. 2.º ¿Te decides o no? SOROLLA. Y bien, supongo que por fin consintiera en vuestro empeño, pobre artesano soy, sin más riquezas que las escasas que al trabajo debo, ni la fama se ocupa de mi vida ni más blasones que mi nombre tengo. ¿Dónde está mi valer, ni qué servicio a esa noble hermandad prestarle puedo!VICENTE. ¡Vive Dios! no. Guillen, tú puedes mucho, tu vasta ilustración, tu gran talento...AG. 2.° Al brillo que despiden tus virtudes, al fulgor de tus nobles pensamientos podrán mirarse las grandezas todas que ocultas guarda el generoso pueblo.

  • von Victor Hugo
    9,99 €

    ¡Condenado a muerte!Hace cinco semanas que vivo con este pensamiento, siempre a solas con él, paralizado siempre por su presencia, encorvado siempre bajo su peso. En otra época, pues me parece que han pasado años más que semanas, yo era un hombre como cualquier otro hombre. Cada día, cada hora, cada minuto tenía su propio sentido. Mi mente, joven y rica, estaba llena de fantasías. Se entretenía presentándomelas unas tras otras, sin orden ni objetivo, bordando con arabescos inextinguibles el tejido tosco y ligero de la vida. Muchachas, espléndidas capas de obispo, batallas ganadas, teatros llenos de ruido y de luz, y luego muchachas de nuevo y caminatas oscuras en la noche bajo los largos brazos de los castaños. Mi imaginación siempre estaba de fiesta. Yo podía pensar en lo que quisiera, yo era libre. Ahora estoy preso. Mi cuerpo está encadenado dentro de un calabozo, mi mente está en prisión dentro de una idea. ¡Una idea horrible, sangrienta, implacable! No tengo más que un pensamiento, una convicción, una certidumbre: ¡condenado a muerte!

  • von William Shakespeare
    9,99 €

    EL REY.- Que la fama, perseguida por todos después de su existencia, viva registrada en nuestras tumbas de bronce, y nos preste luego su gracia en la desgracia de la muerte; cuando, a despecho de este voraz devorador, el tiempo, adquiramos por el esfuerzo del soplo presente aquel honor que logre enervar el acerado filo de su guadaña, y nos convierta en herederos de la eternidad. Por consiguiente, bravos conquista- dores -pues sólo lo sois vosotros, que guerreáis contra vuestros propios sentimientos y el ejército enorme de anhelos del mundo-, observemos en toda la rudeza de sus cláusulas nuestro último edicto. Navarra será el asombro del universo. Nuestra corte, una pequeña academia, apacible y contemplativa, consagrada al arte. Vosotros tres, Berowne, Dumaine y Longaville, habéis jurado vivir conmigo por término de tres años, como camaradas de estudios, y guardar los estatutos contenidos en este documento. Formulasteis ya vuestros votos, y ahora sólo resta suscribirlos con vuestros nombres. ¡Que su propia mano prive de su honra al que viole el más pequeño artículo de los aquí trazados! Si tenéis el valor de cumplir vuestras promesas, como habéis tenido el de empeñar seriamente vuestras palabras, firmad y permaneced fieles.

  • von Benito Perez Galdos
    15,90 €

    Las primeras claridades de un amanecer lento y pitañoso, como de Enero, colándose por claraboyas y tragaluces en el interior del que fue palacio de Gravelinas, iba despertando todas las cosas del sueño de la obscuridad, sacándolas, como quien dice, de la nada negra a la vida pictórica... En la armería, la luz matinal puso el primer toque de color en el plumaje de yelmos y morriones; modeló después con trazo firme los petos y espaldares, los brazales y coseletes, hasta encajar por entero las gallardísimas figuras, en quien no es difícil ver catadura de seres vivos, porque la costra de bruñido hierro, cuerpo es de persona monstruosa y terrorífica, y dentro de aquel vacío, ¡quién sabe si se esconde un alma!... Todo podría ser. Los de a caballo, embrazando la adarga, en actitud de torneo más que de guerra, tomaríanse por inmensos juguetes, que fueron solaz de la Historia cuando era niña... En alguno de los guerreros de a pie, cuando ya la luz del día determinaba por entero sus formas, podía observarse que los maniquíes vestidos del pesado traje de acero, se aburrían soberanamente, hartos ya de la inmovilidad que desencajaba sus músculos de cartón, y del plumero que les limpiaba la cara un sábado y otro, en miles de semanas. Las manos podridas, con algún dedo de menos, y los demás tiesos, no habrían podido sostener la lanza o el mandoble, si no se los ataran con un tosco bramante. En lo alto de aquel lindo museo, las banderas blancas con la cruz de San Andrés colgaban mustias, polvorosas, deshilachadas, recordando los tiempos felices en que ondeaban al aire, en las bizarras galeras del Tirreno y del Adriático.

  • von Ricardo Palma
    9,99 €

    Tan dado era Don Simón Bolívar a singularizarse, que hasta su interjección de cuartel era distinta de la que empleaban los demás militares de su época. Donde un español o un americano habrían dicho: ¡Vaya usted al carajo!, Bolivar decía: ¡Vaya usted a la pinga!Histórico es que cuando en la batalla de Junín, ganada al principio por la caballería realista que puso en fuga a la colombiana, se cambió la tortilla, gracias a la oportuna carga de un regimiento peruano, varios jinetes pasaron cerca del General y, acaso por halagar su colombianismo, gritaron: ¡Vivan los lanceros de Colombia! Bolivar, que había presenciado las peripecias todas del combate, contestó, dominado por justiciero impulso: ¡La pinga! ¡Vivan los lanceros del Perú!Desde entonces fue popular interjección esta frase: ¡La pinga del Libertador!

  • von Ruben Dario
    15,90 €

    París, 20 de Abril de 1900.En el momento en que escribo la vasta feria está ya abierta. Aun falta la conclusión de ciertas instalaciones: aun dar una vuelta por el enorme conjunto de palacios y pabellones es exponerse a salir lleno de polvo. Pero ya la ola repetida de este mar humano ha invadido las calles de esa ciudad fantástica que, florecida de torres, de cúpulas de oro, de flechas, erige su hermosura dentro de la gran ciudad. Hay parisienses de París que dicen que los parisienses se van lejos al llegar esta invasión del mundo; yo sólo diré que las parisienses permanecen, y entre los grupos de english, entre los blancos albornoces árabes, entre los rostros amarillos del Extremo Oriente, entre las faces bronceadas de las Américas latinas, entre la confusión de razas que hoy se agitan en París, la fina y bella y fugaz silueta de las mujeres más encantadoras de la tierra, pasa. Es el instante en que empieza el inmenso movimiento. La obra está realizada y París ve que es buena. Quedará, por la vida, en la memoria de los innumerables visitantes que afluyen de todos los lugares del globo, este conjunto de cosas grandiosas y bellas en que cristaliza su potencia y su avance la actual civilización humana.

  • von Benito Perez Galdos
    15,90 €

    Pues señor... fue el 15 de Mayo, día grande de Madrid (sobre este punto no hay desavenencia en las historias), del año... (esto sí que no lo sé; averígüelo quien quiera averiguarlo), cuando ocurrió aquella irreparable desgracia que, por más señas, anunciaron cometas, ciclones y terremotos, la muerte de doña Lupe la de los pavos, de dulce memoria.Y consta la fecha del tristísimo suceso, porque D. Francisco Torquemada, que pasó casi todo aquel día en la casa de su amiga y compinche, calle de Toledo, número... (tampoco sé el número, ni creo que importe) cuenta que, habiendo cogido la enferma, al declinar la tarde, un sueñecito reparador que parecía síntoma feliz del término de la crisis nerviosa, salió él al balcón por tomar un poco el aire y descansar de la fatigosa guardia que montaba desde las diez de la mañana; y allí se estuvo cerca de media hora contemplando el sin fin de coches que volvían de la Pradera, con estruendo de mil demonios; los atascos, remolinos y encontronazos de la muchedumbre, que no cabía por las dos aceras arriba; los incidentes propios del mal humor de un regreso de feria, con todo el vino y el cansancio del día convertidos en fluido de escándalo. Entreteníase oyendo los dichos germanescos que, como efervescencia de un líquido bien batido, burbujeaban sobre el tumulto, revolviéndose con doscientos mil pitidos de pitos del Santo, cuando...

  • von Mark Twain
    9,99 €

    Bueno, estábamos en la primavera siguiente a la época en que Tom y yo liberamos a nuestro viejo negro Jim, que, como esclavo desertor, se hallaba encadenado en la granja que tenía Silas, el tío de Tom, en Arkansaw. La escarcha se estaba despejando del suelo y del ambiente también, y el tiempo de andar con los pies descalzos todo el día estaba cada vez más próximo; luego llegaría la época de jugar a las canicas, más tarde la del Mumbletypeg, en seguida la de las peonzas y los aros, luego seguiría la de las cometas, y en seguida llegaría el verano y podríamos ir a nadar. El hecho de mirar hacia adelante de ese modo y darse cuenta de lo lejos que todavía está el verano, hace que a un niño le entre la morriña. Sí, le hace suspirar y andar triste por ahí, algo le pasa y no sabe qué es. Pero, de cualquier manera, sale, taciturno y pensativo, y busca un lugar un poco solitario, allá arriba en la colina, a la orilla de un bosque, y allí se queda, mirando hacia el gran Misisipi que corre por debajo, alcanzando parajes donde los árboles parecen nebulosos y oscuros, de tan lejanos y sosegados; todo parece tan solemne, como si todos los que hemos amado se hubiesen ido, y tu mayor deseo fuera estar muerto, y desaparecido también, y así acabar con todo.

  • von Tirso de Molina
    15,90 €

    MARGARITA: "Dos intérpretes, señora, de diversa calidad, sirven a la voluntad en favor del que os adora. Amor, que en los ojos mora, tal vez con ellos anima; a quien secretos estima la lengua los manifiesta; con tierna claridad ésta, los otros con dulce enigma. Hállome favorecido, en los vuestros cada instante, que su luz gozo delante, y juzgo que soy querido; pero aunque en ese sentido Amor su esfera eligió pues por los ojos entró, siempre en ellos advertí puertas que le admitan, sí, lenguas que le expliquen, no. No usurpen ajeno oficio, que se quejará la lengua de que sufráis que en su mengua tiranicen su ejercicio. Mirad que en mi perjüicio, desdichas entre venturas buscan claridad a obscuras, y que siempre que ojos leo favores que deletreo estriban en conjeturas. Palabras han de explicar el alma de un bien querer, que querrá la lengua ver, si quiere la vista hablar. Esta noche den lugar a estilos más verdaderos; merezca yo, si no veros, oíros y ahorrar de enojos, porque andar descifrando ojos es hablar entre extranjeros."Dice don Alvaro bien; que por los ojos Amor habla, mas es por mayor. Con gusto los míos le ven, pero nunca se ha atrevido a dar al recato enojos la lengua, que de los ojos el lenguaje es permitido, aunque difícil y oculto, y el alma acostumbra hablar por la lengua a lo vulgar, mas por la vista a lo oculto.

  • von Ruben Dario
    9,99 €

    Después de algunos años vuelvo a Barcelona, tierra buena. En otra ocasión os he dicho mis impresiones de este país grato y amable, en donde la laboriosidad es virtud común y el orgullo innato y el sustento de las tradiciones defensa contra debilitamientos y decadencias. Salí de París el día de la primera nevada, que anunciaba la crudez del próximo invierno. Salí en busca de sol y salud, y aquí, desde que he llegado, he visto la luz alegre y sana del sol español, un cielo sin las tristezas parisienses; y una vez más me he asombrado de cómo Jean Moreas encuentra en París el mismo cielo de Grecia, el cual tan solamente da todo su gozo en las tierras solares. Bien es cierto que el poeta se refiere más al ambiente que a la luz, más al respirar que al mirar. Pero la bondad de este cielo entra principalmente por los ojos y los poros, abiertos al cálido cariño del inmenso y maravilloso diamante de vida que nos hace la merced de existir.

  • von Ruben Dario
    15,90 €

    En la terraza del Valchette, o desde algún banco del Luxemburgo, me fijo singularmente en los exóticos que desfilan. Y me llama sobre todo la atención el negrito del panamá, un negrito negro, negro, con un panamá blanco, blanco. Es un negrito delgado, ágil, simiesco, orgulloso, pretencioso, pintiparado, petimetre, suficiente, contento y como danzante. París contiene varias clases de hijos de Cham, pero este negrito a ninguna de ellas pertenece. No es, seguramente, el célebre payaso Chocolat, que ha recibido recientemente una medalla por haber ido muchos años a divertir con saltos y muecas a los niños pobres de los hospitales y asilos; no será, por cierto, Koulery Ouníbalo, príncipe Gleglé, hijo del rey Behanzin Cortacabezas, que puede verse reproducido en cera en el Museo Grevin, y del cual príncipe, que ha servido como buen soldado a Francia, no ha vuelto a acordarse el Estado que depusiera a su padre; no será, de ninguna manera, el diputado por la Guadalupe, Legitimus, que ha pasado ya los años de la alegre juventud; no será, sobre todo, el estupendo Johnson, que desquijarró a Jeffries en Yanquilandia y cuyo retrato y «sonrisa de oro» han popularizado las gacetas. ¿Quién será, entonces, este negrito pintiparado que camina en se dandinant; y dodelinant de la tête? A veces va solo; a veces con otros compañeros de color, pero que no tienen sus manifestaciones de holgura ni su cándido jipijapa; a veces, en compañía de una moza pizpireta del quartier, una de esas trabadas calipigias que andan hoy por la moda en perpetua gymkana.

  • von Alexandre Dumas
    15,90 €

    Algunas de las aventuras más misteriosas e improbables jamás ocurridas suelen tener su inicio en las más prosaicas circunstancias de las ocupaciones cotidianas. Así ocurrió con lo que vamos a referir. Hacia finales de agosto de 1831, recibí la invitación de un viejo amigo (un importante funcionario gubernativo adscrito a la administración de las Propiedades de la Corona) para pasar unos días con él y su hijo en Fontenay- aux-Roses, en la apertura del año cinegético. Por aquellos días yo era un empedernido deportista, y la elección del lugar donde disparar el primer tiro de la estación era realmente un hecho de considerable importancia. Anteriormente me había acostumbrado a hacerlo con el viejo agricultor Mocquet, arrendatario y amigo de mi hermanastro, cuya confortable residencia se hallaba cerca del delicioso pueblecito de Monrieval, a solo cinco kilómetros de distancia de las espléndidas ruinas del castillo de Pierrefond. Fue en aquellas tierras donde por primera vez intenté dominar una pistola, y fue en aquellas tierras donde disparé mi primer tiro de apertura.

  • von Edgar Rice Burroughs
    15,90 €

    Al oír la detonación del arma de fuego, un marasmo de temores y aprensiones agónicos sacudió el espíritu de Clayton. Se daba perfecta cuenta de que el autor del disparo podía ser uno de los marineros, pero el hecho de haber dejado el revólver a Jane, junto con la circunstancia de tener los nervios de punta, le sugirió la morbosa certeza de que la muchacha se encontraba en grave peligro. Era posible, incluso, que estuviera defendiéndose frente a algún individuo o bestia salvaje. A Clayton le era imposible adivinar lo que opinaba aquel hombre extraño que le había capturado, pero saltaba a la vista que oyó el disparo y que de una u otra manera le afectó, ya que había apresurado el paso de un modo notable, hasta el punto de que Clayton, que avanzaba a ciegas tras él, tropezó una docena de veces mientras se esforzaba inútilmente en mantener su ritmo de marcha. El joven inglés no tardó en quedar desesperadamente rezagado. Temió volver a extraviarse irremediablemente en la selva y, para evitar semejante contingencia, avisó a voces al salvaje que le precedía. Instantes después tuvo la satisfacción de verlo aterrizar a su lado, procedente de las ramas de un árbol.

  • von Luis Vélez de Guevara
    9,99 €

    MÚSICOSA las fiestas que hace el valle al despedirse el invierno con la venida de Abril tan deseada en el suelo, los arroyos desatados de la prisión que tuvieron, bajan a ser de las aves músicos, del sol espejos. Verdes gigantes los montes, ya como riscos soberbios, con las galas del verano enamoran los luceros. A la risa de las fuentes y al aplauso de los ecos, alienten estrellas los prados, cortesanos lisonjeros.(Salen el REY, de gala, el MAESTRE, DON CLAUDIO, VASCO y EL PRIOR.)REY No han abierto una ventana. PRIOR Habranla en el alma abierto, que por más escandalosa, señor, condenará el dueño la de los balcones.

  • von Stefan Zweig
    15,90 €

    La villa se hallaba muy cerca del mar.En los paseos silenciosos y umbríos de los pinos alentaba la fuerza saturada del aire salado del mar y una ligera y constante brisa jugueteaba entre los naranjos y hacía caer aquí y allá delicadamente una flor de ricos colores. La lejanía, luminosa de sol, las colinas, sobre las que destacaban diminutas casas como perlas blancas, un faro a varias millas, que se erguía como una vela, todo relumbraba con contornos precisos y bien definidos y se incrustaba como un mosaico brillante en el azul profundo del éter. El mar, en el que de vez en cuando caían lejos, muy lejos, las chispas blancas de las velas rutilantes de barcos solitarios, lamía con el movimiento de sus olas la terraza escalonada sobre la que se levantaba la villa, que se volvía hacia el verde de un amplio y sombreado jardín y se perdía allí en un parque vetusto y silencioso como un cuento.

  • von Francisco de Quevedo
    9,99 €

    Refiérese, no sé si por modo de cuento gracioso y ficticio, que estando una vez muy enfermo un soldado muy preciado de cortés y ladino, entre muchas de sus oraciones, plegarias y protestaciones que hacía, finalmente vino a rematarlas diciendo: -Y Dios me libre de las manos del señor Diablo-, tratándole siempre con esta cortesía todas las veces que le nombraba. Reparó en esto último uno de los circunstantes, preguntándole juntamente luego por qué llamaba señor al diablo, siendo la más vil criatura del mundo. A que respondió tan presto el enfermo diciendo: -¿Qué pierde el hombre en ser bien criado? ¿Qué sé yo a quién habré de menester ni en qué manos he de dar? Digo esto, señor lector, porque supuesto que nuestra lengua vulgar, a diferencia de la latina, tiene un vuesa merced y otros varios títulos, mayormente cuando no se conoce la calidad y estado de la persona con quien se habla, por no parecer a nadie descortés, y por el consiguiente, malquisto y aborrecido de todos, me ha parecido tratar a v. m. con este lenguaje y término, bien diferente de cuantos yo he podido ver en todos los prólogos de los libros al lector escritos en romance, donde tratan a v. m. con un tú redondo, que si no arguye mucha amistad y familiaridad, por fuerza ha de ser argumento de que quien habla es superior y mandón, y a quien se habla inferior y criado.

  • von Francisco de Quevedo
    9,99 €

    Están siempre cautelosos y prevenidos los ruines pensamientos, la desesperación cobarde y la tristeza, esperando a coger a solas a un desdichado para mostrarse alentados con él, propria condición de cobardes en que juntamente hacen ostentación de su malicia y de su vileza. Por bien que lo tengo considerado en otros, me sucedió en mi prisión, pues habiendo, o por cariciar mi sentimiento o por hacer lisonja a mi melancolía, leído aquellos versos que Lucrecio escribió con tan animosas palabras, me vencí de la imaginación, y debajo del peso de tan ponderadas palabras y razones me dejé caer tan postrado con el dolor del desengaño que leí, que ni sé si me desmayé advertido o escandalizado. Para que la confesión de mi flaqueza se pueda disculpar, escribo, por introducción a mi discurso, la voz del poeta divino, que suena ansí rigurosa con amenazas tan elegantes:Denique si vocem rerum natura repente mittat et hoc alicui nostrum sic increpet ipsa: quid tibi tanto operest , mortalis, quod nimis aegris luctibus indulges? quid mortem congemis ac fles? nam si grata fuit tibi vita anteacta priorque et non omnia pertusum congesta quasi in vas commoda perfluxere atque ingrata interiere: cur non ut plenus vitae conviva recedis? aequo animoque capis securam, stulte, quietem?

  • von Baldomero Lillo
    15,90 €

    Sentada en la mullida arena y mientras el pequeño acallaba el hambre chupando ávido el robusto seno, Cipriana con los ojos húmedos y brillantes por la excitación de la marcha abarcó de una ojeada la líquida llanura del mar.Por algunos instantes olvidó la penosa travesía de los arenales ante el mágico panorama que se desenvolvía ante su vista. Las aguas, en las que se reflejaba la celeste bóveda, eran de un azul profundo. La tranquilidad del aire y la quietud de la bajamar daban al océano la apariencia de un vasto estanque diáfano e inmóvil. Ni una ola ni una arruga sobre su terso cristal. Allá en el fondo, en la línea del horizonte, el velamen de un barco interrumpía apenas la soledad augusta de las calladas ondas.

  • von Francis Scott Fitzgerald
    9,99 - 15,90 €

  • von F. Scott Fitzgerald
    15,90 €

    En la apacible costa de la Riviera francesa, a mitad de camino aproximadamente entre Marsella y la frontera con Italia, se alza orgulloso un gran hotel de color rosado. Unas amables palmeras refrescan su fachada ruborosa y ante él se extiende una playa corta y deslumbrante. Últimamente se ha convertido en lugar de veraneo de gente distinguida y de buen tono, pero hace una década se quedaba casi desierto una vez que su clientela inglesa regresaba al norte al llegar abril. Hoy día se amontonan los chalés en los alrededores, pero en la época en que comienza esta historia sólo se podían ver las cúpulas de una docena de villas vetustas pudriéndose como nenúfares entre los frondosos pinares que se extienden desde el Hôtel des Étrangers, propiedad de Gausse, hasta Cannes, a ocho kilómetros de distancia.

  • von George Eliot
    19,90 €

    En los tiempos en que las ruecas zumbaban activamente en las granjas, en que las mismas grandes damas, vestidas de sedas y encajes, tenían sus pequeñas ruecas de encina lustrada, a veces se veía, ya sea en los caminos de los distritos apartados, ya sea en el seno profundo de las colinas, a ciertos hombres pálidos y enclenques que, comparados con las gentes vigorosas de los campos, parecían ser los últimos vestigios de una raza desheredada.El perro del pastor ladraba furioso cuando uno de esos hombres de fisonomía extraña aparecía en las alturas, y su fisonomía extraña se destacaba negra sobre el cielo, en el ocaso breve del sol de invierno; porque, ¿a qué perro no incomoda una persona encorvada bajo el peso de un fardo? Y aquellos hombres pálidos rara vez salían de su aldea sin aquella carga misteriosa.

  • von William Shakespeare
    9,99 €

    Deseamos fruto de los más hermososQue dé vida a la flor de la belleza,Pues cuando el Tiempo agoste lo maduroPerdurará en el vástago el recuerdo.Mas tú, enamorado de tus ojos,Con tu propio ardor tu luz inflamasY siembras carestía en la abundancia,Cruel contigo mismo, y tu enemigo.Hoy eres del mundo adorno grácil,Sólo heraldo de alegre primavera,Mas ahogas el brío en tu capulloY en pródiga avaricia te consumes.Al mundo compadece, o vorazmenteLa tumba engullirá lo que es del mundo.

  • von Robert Louis Stevenson
    15,90 €

    Comenzaré la historia de mis aventuras por cierta mañana, temprano, de primeros de junio del año de gracia de 1751, en que eché por última vez la llave a la puerta de la casa de mis padres. El sol empezaba a brillar sobre las cimas de los montes cuando bajaba yo por el camino, y al llegar a la casa rectoral, los mirlos silbaban ya en las lilas del jardín, y la niebla que rondaba el valle al amanecer comenzaba a levantarse y se desvanecía. El señor Campbell, el pastor de Essendean, estaba esperándome a la puerta del jardín. ¡Qué bueno es! Me preguntó si había desayunado, y cuando le dije que no me faltaba nada, apretó mi mano entre las suyas y me dio el brazo bondadosamente. ¿Bien, Davie, muchacho ¿dijö. Te acompañaré hasta el vado para ponerte en camino.Y echamos a andar en silencio. ¿¿Te apena abandonar Essendean? ¿me preguntó al cabo de un rato.Os diré, señor ¿repuse¿; si supiese adónde voy, o lo que va a ser de mí, os contestaría francamente. Es cierto que Essendean es un buen lugar, y en él he sido muy feliz; pero también es cierto que nunca he estado en otra parte. Muertos mi padre y mi madre, no estaré más cerca de ellos en Essendean que en el reino de Hungría, y, a decir verdad, si yo supiese que donde voy tenía posibilidades de superarme, iría de muy buen grado.

  • von Gertrudis Gómez de Avellaneda
    9,99 €

    A LAS ESTRELLASReina el silencio: fúlgidas en tanto luces de paz, purísimas estrellas, de la noche feliz lámparas bellas, bordáis con oro su luctuoso manto.Duerme el placer, mas vela mi quebranto, y rompen el silencio mis querellas, volviendo el eco, unísono con ellas, de aves nocturnas el siniestro canto.¡Estrellas, cuya luz modesta y pura del mar duplica el azulado espejo! Si a compasión os mueve la amarguraDel intenso penar por que me quejo, ¿Cómo para aclarar mi noche oscura no tenéis ¡ay! ni un pálido reflejo?

  • von John Stuart Mill
    9,99 €

    A la querida y llorada memoria de la que fue inspiradora, y en parte autora, de lo mejor que hay en mis obras: a la memoria de la amiga y de la esposa, cuyo exaltado sentido de lo verdadero y de lo justo fue mi estímulo más vivo, y cuya aprobación fue mi principal recompensa, dedico este volumen. Como todo lo que he escrito desde hace muchos años, es tanto suyo como mío; pero la obra, tal cual está, no tiene sino, en un grado muy insuficiente, la inestimable ventaja de haber sido revisada por ella; algunas de sus partes más importantes se reservaron para un segundo y más cuidadoso examen, que ya nunca han de recibir. Si yo fuera capa2 de interpretar para el mundo la mitad de los grandes pensamientos y nobles sentimientos enterrados con ella, le prestaría un beneficio más grande que el que verosímilmente pueda derivarse de todo cuanto yo pueda escribir sin la inspiración y la asistencia de su sin rival discreción.

  • von Tirso de Molina
    9,99 €

    LUIS: Por vida vuestra... MARGARITA: Es en vano. LUIS: Sólo un rato. MARGARITA: Ni un instante. LUIS: Trato tengo cortesano. MARGARITA: Sois español y estudiante, iréisos del pie a la mano; idos, o haré que os vais. ¡Hola!Da vocesLa quinta ha quedado sola. LUIS: Noble soy, perded el miedo.MARGARITA: Siendo mujer ¿cómo puedo, si la licencia española conozco y su inclinación? LUIS: Pues ¿qué tiene? MARGARITA: Es tan extraña, que, según nuestra opinión, nunca echó de ver España si era calva la Ocasión. LUIS: Cortedad es el perdella cuando nunca usaron de ella manchando vuestro valor. MARGARITA: Luego echáis la culpa a Amor y decís que os atropella; basta lo que habéis hablado y que con miedo os he oído. LUIS: ¿Palabras miedo os han dado?MARGARITA: Siempre las de España han sido obras, según me han contado, y no son recelos vanos, porque acá los italiános dicen, aunque no de miedo, que tenéis los de Toledo hasta en las palabras manos. LUIS: Allá el decir es hacer; pero aunque este nombre cobran, nunca saben ofender. MARGARITA: Con palabras que tanto obran mal parece una mujer, y por esto no os consiento que me habléis. LUIS: ¿Qué detrimento corréis si palabras son viento vano? MARGARITA: Hay opinión que en España engendra el viento. LUIS: Es verdad. Andalucía, de Marte y Minerva madre, caballos veloces cría que al viento tienen por padre. MARGARITA: Luego la sospecha mía no es mucho llegue a temer que aquí me habléis, pues con ser palabras viento en el mundo, si el de España es tan fecundo riesgo corre una mujer.

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