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Bücher der Reihe Littérature d'Espagne du Siècle d'or à aujourd'hui

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  • von Francisco Rojas Zorrilla
    15,90 €

    CELIA Deja ese llanto, Violante, y mira que no es razón quitársele al corazón para dársele al semblante. No te convenza el dolor, y guarda en estos desvelos el sentir para los celos, pero no para el amor. Mira que es acción errada poner a riesgo tu vida; ¿Qué has de hacer aborrecida si estás llorando adorada?VIOLANTE Aunque tu celo procura atajarme esta pasión, tienen muy antigua unión la desdicha y la hermosura. Mas sólo porque no ignores lo que en mi dolor previenes, yo estoy deseando desdenes como otras damas favores. Nadie me ve, oh Celia bella, que en mi fuego no se apura, o ya lo haga mi hermosura o lo disponga mi estrella. De cuatro a un tiempo querida y de uno solo pagada, traigo la pasión turbada y temerosa la vida. Difícil asalto emprenden al muro del corazón; oye, y te diré quién son los cuatro que me pretenden. El Rey mi favor desea con más cauteloso ardor, y a su batalla de amor es mi recato trinchea. Carlos, su hermano, el Infante, es a quien adoro yo, no sólo obligada, no, sino rendida y amante, roca a la fuerza del hado, pues óyeme lo que digo: Carlos tiene un grande amigo y el Rey tiene mi gran privado. El privado, poco atento a las órdenes del Rey, hace de su afecto ley y amor de su pensamiento, como inadvertido ignora que el Rey me adora y estima, y el Rey su esperanza anima y el vasallo su amor llora; y sin ser comunicado entre los dos este amor, ni es el vasallo traidor ni el Rey tampoco injuriado. Pues el Infante en rigor, Carlos, que es mi amante digo, aun a su mayor amigo no le ha contado su amor. Y el amigo, como ignora a quien adora el Infante firme, obligado y amante me pretende y enamora. Y así, en competencia tal, aspirando a mis favores, siendo a sus dueños traidores no hay ninguno desleal.

  • von Mauricio Bacarisse
    9,99 €

    Eres bella y elegante y tu alma extravagante en amar no se marchita; gozas la dicha completa. Dios no te hizo tan coqueta al hacerte tan bonita. Brotan lujuriosas luces de tus ojos andaluces y de tu pelo africano, y eres como una musmé cuyo diminuto pie caber podría en mi mano. Tienes los labios de fresa y las manos de abadesa; son tus mejillas de grana, y hasta en tu voz argentina eres la mujer divina con alma de cortesana. Tu maldad no se adivina, tu roja boca fascina para asesinar después, y es una flor de granado que al besar, ha envenenado al que lloraba a tus pies. Yo te amé por tu elegancia y por la rara fragancia de las rosas de tu ser; por tu traje azul turquesa, por tu sangre de duquesa y tu crueldad de mujer. Eres una triste rosa cuya esencia ponzoñosa marchitó mi corazón, y hoy me queda la tristeza de contemplar tu belleza y recordar tu traición. Quizás comprendas mañana, princesa esquiva y liviana, la agonía de emoción de aquel ingenuo amor mío que murió yerto de frío debajo de tu balcón. ¡Qué grato sería amarte y entre los labios besarte si tu espíritu tirano fuese bondad, luz y calma; si tú tuvieses el alma tan blanca como la mano! Prodiga el amor mortal que me hirió como un puñal con tu gracia de musmé, y al amante hazle traición, pues tienes el corazón tan pequeño como el pie.

  • von Miguel Hernandez
    15,90 €

    Tú no eres tú, mi hermano y campesino; tú eres nadie y tu ira, facultada de manejables arcos acerados. A tu manera faltas sosegada, a tu amor y destino, veterana asistencia de los prados.Cornalón por la hoz, áspero sobre la juventud y el vino, apacientas designios desiguales; dices a Dios que obre la creación del campo solo y mondo, ¡tú!, que has sacado a Dios de los trigales candeal y redondo.Pides la expropiación de la sonrisa y la emancipación de la corriente -¡lo imposible!- del río. Dejas manca en los árboles la brisa, al ave sin reposo ni morada, con el hacha y el brío.Escaso en todo y abundante en nada, el florido lugar de regadío se torna en un secano. A ras del amarillo nacimiento se queda la simiente, sin el cuidado atento de tu nocturna y descuidada mano.

  • von Fedor Mikhaïlovitch Dostoïevski
    15,90 €

    ¡Ayer me sentí yo feliz, extraordinariamente feliz, como no es posible serlo más! ¡Con que por lo menos una vez en la vida usted, tan terca, me ha hecho caso! ¡Al despertarme, ya oscurecido, a eso de las ocho (ya sabe usted, amiga mía, que, terminando mi trabajo en la oficina, de vuelta a casa, me gusta echar una siestecita de una o dos horas), encendí la luz, y ya había colocado bien mis papeles y sólo me faltaba aguzar mi pluma, cuando, de pronto, se me ocurre alzar la vista, y he aquí que¿, lo que le digo, que me empieza a dar saltos el corazón! ¡Ya habrá usted adivinado lo que ocurría! Pues que un piquito del visillo de su ventana estaba levantado y prendido en una maceta de balsamina, exactamente como yo otras veces hube de indicarle. Así que me pareció como si contemplara su adorado rostro asomado un instante a la ventana y que también usted me miraba desde su gabinetito, que usted también pensaba en mí. Y ¡cuánta pena me dio, palomita mía, el no poder distinguir bien su encantador semblante! ¡Hubo un tiempo en que también yo tenía buena vista, hija mía! ¡Los años no proporcionan ningún contento, amor mío! ¡Ahora suele ocurrirme que me baila todo delante de los ojos! En cuanto escribo un ratito, ya amanezco al día siguiente con los ojos ribeteados y lacrimosos, hasta el punto de darme vergüenza que me vea nadie. Pero en espíritu veía yo muy bien, hija mía, su amable y afectuosa sonrisa, y en mi corazón experimentaba sensación idéntica que en aquel tiempo, cuando la besé aquella vez, Várinka. ¿Lo recuerda usted aún, mi ángel? ¿Sabe usted, palomita mía, que me parece verla en este instante amenazándome con el dedo? ¿Será verdad, mala? La primera vez que vuelva a escribirme, me lo ha de decir sin remisión y con detalles.

  • von Miguel Hernandez
    15,90 €

    No hieles, viento, ahora, que se duerma mi cielo hasta el día y la aurora. No lo dejes de hielo. No lo dejes de hielooó... No lo dejes de hielooó... Que estoy enamorada de su mata de pelooó... Pasa, paz, por su frente, tu mano sosegada. Pasa, paz, de repente, que estoy enamorada. Nocturno mediodía, no levantes el vuelo. Alma mía, alma mía, no lo dejes de hielo. No madrugues, rosada: no vengas hoy de prisa, que estoy, enamorada, fuera de mi camisa. Está que arde la nieve con la luna lunada; está que arde la nieve de verme enamorada. Dedos de terciopelo quisiera para cada caricia de mi cielo, que estoy enamorada. Está la luna en celo sobre tornalunada. Más pálida que el hielo estoy enamorada.

  • von Arthur Conan Doyle
    15,90 €

    Cuando las grandes guerras de la Sucesión de España terminaron gracias al tratado de Utrecht, el inmenso número de corsarios que habían sido equipados por los bandos contendientes se encontraron sin ocupación. Algunos se dedicaron a las actividades del comercio normal, menos lucrativas que el corso; otros fueron absorbidos por las flotas pesqueras, y algunos, más temerarios, izaron la bandera negra en el palo de mesana y la bandera roja en el palo mayor, declarando por cuenta propia la guerra a toda la raza humana. Tripulados por gentes reclutadas entre todas las naciones, batían los mares y desaparecían de cuando en cuando para carenar el casco en alguna caleta solitaria, o desembarcaban para correrse una juerga en algún puerto muy aislado, en el que deslumbraban a sus habitantes con su prodigalidad y los horrorizaban con las brutalidades que cometían. Los piratas eran una amenaza constante en la costa de Coromandel, en Madagascar, en aguas africanas, y sobre todo en los mares de Indias Occidentales y de toda la América. Organizaban sus depredaciones con lujo insolente, adaptándose a las estaciones del año, acosando las costas de la Nueva Inglaterra durante el verano y bajando otra vez, cuando llegaba el invierno a los mares de las islas tropicales.

  • von Luis Coloma
    9,99 €

    Perpleja estaba aquella mañana Pepita Ordóñez sentada en su tocador, con dos cartas, una en cada mano. Dejolas al fin sobre un acerico erizado de alfileres, y, apoyando ambos codos entre la multitud de cachivaches que ocupaban la mesa de un Pompadour algo turquesco, fijó esa mirada sin vista conque la juventud contempla las ilusiones, en la luna del espejo. Allí se reflejaba su carita de muñeca de china, coronada por dos papillotes que levantaban sobre su frente sus cuatro puntitas de papel, como otros tantos erguidos cuernecitos.Indudable era que Pepita Ordóñez soñaba despierta, paseándose por los floridos jardines que había hecho brotar en su imaginación alguna de aquellas cartas. Era ésta un billetito triangular, de un rojo subidísimo, márgenes negros, letra de mujer en el sobrescrito, de rasgos firmes y elegantes, y un diablito negro por sello, muy primoroso, montado en un velocípedo.No por esto olía a azufre: apestaba a oppoponax, esencia entonces muy en boga, y bien merecía por todo su aspecto contener la cita de alguna cocotte en el kiosco de Saint-James. Nada de esto contenía sin embargo: las honradas damas españolas acogen con tanto afán las chucherías venidas de Francia, que no se cuidan de inquirir el mayor o menor decoro de su procedencia.

  • von Arioste
    15,90 €

    Todo Estado es, evidentemente, una asociación, y toda asociación no se forma sino en vista de algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que ellos sean, nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece ser buen ser bueno. Es claro, por tanto, que todas las asociaciones tienden a un bien de cierta especie, y que el más importante de todos los bienes debe ser el objeto de la más importante de las asociaciones, de aquella que encierra todas las demás, y a la cual se llama precisamente Estado y asociación política. No han tenido razón, pues, los autores para afirmar que los caracteres de rey, magistrado, padre de familia y dueño se confunden. Esto equivale a suponer que toda la diferencia entre éstos no consiste sino en el más y el menos, sin ser específica; que un pequeño número de administrados constituiría el dueño, un número mayor el padre de familia, uno más grande el magistrado o el rey; es de suponer, en fin, que una gran familia es en absoluto un pequeño Estado. Estos autores añaden, por lo que hace al magistrado y al rey, que el poder del uno es personal e independiente, y que el otro es en parte jefe y en parte súbdito, sirviéndose de las definiciones mismas de su pretendida ciencia.

  • von Eugene Sue
    15,90 €

    A través de la profunda concentración que cautiva todos los intereses en un orden de ideas graves y elevadas, el autor de estos relatos espera deslizarse inadvertido entre el mundo literario. Después, habiéndose asignado fecha y lugar, como tantas honradas gentes a las que se encuentra, pasadas nuestras largas tormentas sociales, colocadas muy alto en la opinión de un gran número, aspira a colocarse, como ellas, en una decente reputación negativa, nublada al silencio de la crítica y a la oportunidad de los grandes acontecimientos, tan favorable a los espíritus mezquinos.Porque la carrera de esos veteranos de que hablamos ha sido plena, entera, honrada, gracias a su ancianidad que en la literatura prueba el mérito, casi lo mismo que un costurón prueba el valor.El tranquilo porvenir, la dulce y perezosa quietud de esos gruesos canónigos de la literatura, han engolosinado de tal modo al autor de este libro, que se apresura a inscribirse como profeso, en su orden, estimando que las mismas circunstancias llevarán sin duda un día a los mismos resultados.Un certificado de vida literaria es, pues, toda la ambición del autor.Dicho esto, continuemos.

  • von Francisco Calcagno
    9,99 €

    Es una página muy triste, es una historia de lágrimas y duelo la que vamos á presentar al lector: la vida y muerte de Plácido, la mancha más negra de nuestra historia política y literaria, el baldón más ignominioso que puede echarse en cara á las instituciones y á la tiranía de otros tiempos; la vida y muerte del poeta mártir que hasta hoy sepultada en la oscuridad por la presión mortífera del despotismo aguardaba el día de la libertad para ser reivindicada ante los ojos del mundo.Gran variedad de opiniones y de errores se han emitido acerca del nacimiento de Gabriel de la Concepcion Valdés Plácido, poeta que fué por su vida y penalidades nuestro Tasso, por su muerte nuestro André Cheniér: tiene razon la América Poética de Valparaiso cuando advierte «que fué raro en todo, en su orígen, en su genio, en su muerte.» Alguno le supuso fruto de los amores clandestinos de una señora de alto rango con un negro, su propio esclavo, y esta asercion, repetida por traductores estrangeros, ha sido de las más generalizadas; otros le han querido dar por padres á una blanca de humilde condicion y un africano libre; y un biógrafo que pretende tener datos irrefutables sobre su orígen, dice refiriéndose á su padre que fué «un personage cuyo nombre omitimos en razon del noble y sagrado ministerio que ejercia» y como hijo de madre esclava, le supone tambien esclavo, liberto por la generosidad de varios jóvenes á la manera que lo fueron algo despues Manzano y Echemendia. Pezuela cree á su madre natural de Canarias.

  • von Sigmund Freud
    9,99 €

    La oposición entre psicología individual y psicología social o colectiva, que a primera vista puede parecernos muy profunda, pierde gran parte de su significación en cuanto la sometemos a un más detenido examen. La psicología individual se concreta, ciertamente, al hombre aislado e investiga los caminos por los que el mismo intenta alcanzar la satisfacción de sus instintos, pero sólo muy pocas veces y bajo determinadas condiciones excepcionales, le es dado prescindir de las relaciones del individuo con sus semejantes. En la vida anímica individual, aparece integrado siempre, efectivamente, «el otro», como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio, psicología social, en un sentido amplio, pero plenamente justificado. Las relaciones del individuo con sus padres y hermanos, con la persona objeto de su amor y con su médico, esto es, todas aquellas que hasta ahora han sido objeto de la investigación psicoanalítica, pueden aspirar a ser consideradas como fenómenos sociales, situándose entonces en oposición a ciertos otros procesos, denominados, por nosotros, narcisistas, en los que la satisfacción de los instintos elude la influencia de otras personas o prescinde de éstas en absoluto. De este modo, la oposición entre actos anímicos sociales y narcisistas -Bleuler diría quizás: autísticos- cae dentro de los dominios de la psicología social o colectiva.

  • von Gustave Le Bon
    15,90 €

    "La masa es siempre intelectualmente inferior al hombre aislado. Pero, desde el punto de vista de los sentimientos y de los actos que los sentimientos provocan, puede, según las circunstancias, ser mejor o peor. Todo depende del modo en que sea sugestionada".Este diagnóstico pertenece a un hombre que poseía una estatura imponente y un aspecto irónico y severo, figura un poco altanera, frente ancha, ojos penetrantes y barba a la antigua, evocando a los dioses retratados por el Renacimiento. Se llamaba Gustave Le Bon, y nació en 1841, en la villa de Nogent-le-Rotrou, en una familia bretona de larga tradición militar.Gustave Le Bon (1841-1931) fue condiscípulo de Théodule Ribot (Las enfermedades de la personalidad) y de Henri Poincaré (La ciencia y la hipótesis). Su obra, una de las más importantes de los siglos XIX y XX, está dominada por dos títulos: Psicología de las masas (1895) y La evolución de la materia (1905).Viajero infatigable, sus primeras expediciones (África del norte, India y Nepal) despiertan su atención. "Me fue evidente al espíritu ¿relata en su obra sobre Las leyes psicológicas de la evolución de los pueblos (1894)¿ que cada pueblo posee una constitución mental tan fija como sus caracteres anatómicos, de la que se derivan sus sentimientos, sus pensamientos, sus instituciones, sus creencias y su arte".Precursor de la psicología social, también se interesa por la etnología y la antropología, la sociología, la filosofía de la historia, la física, la biología, la historia de las civilizaciones y de las doctrinas políticas, la cartografía, y (¿por qué no?) la psicología de los animales, especialmente del caballo, y la equitación.

  • von Francisco Rojas Zorrilla
    15,90 €

    Sale FILOMENA llorando y HIPÓLITO.HIPÓLITO. -Deja el llanto, Filomena, Que si es alivio, es rigor Que por templar un dolor Me causes a mi una pena. Los ojos tuyos serena, No los quiera tu piedad Aplaudir con vanidad De cielos en tus desvelos, Que para ver que son cielos Les sobra la tempestad. No bien destilado exhales Aljófar de más valor: Si el llanto es señal de amor, No derrames las señales; Comunícame tus males, Sea el dolor repartido, Al paso que fue sentido; Y si con fuego veloz Hiere tu pena a mi voz, Hiera tu voz a mi oído. Cuando a los ojos prefieres Tanto dolor reprimido, ¿Lloras porque me has querido O lloras porque me quieres? Que es condición de mujeres No ser constantes infiero, Yo, pues que a tus rayos muero, Una pregunto y mil veces, ¿Lloras porque me aborreces, O por qué? FILOMENA. - Porque te quiero; ¿Cómo, di, puedes dudar ¿Lo que en mi llegas a ver? ¿Quién llora de aborrecer, Y quién no llora de amar?

  • von Francisco Rojas Zorrilla
    9,99 €

    DON JUAN. El suceso del papel vengo a saber, bella Flora. FLORA. Ya se le di a mi Señora, y aunque fulminó cruel un destrozo riguroso en sus amorosas penas (Mas muriendo entre azucenas no pudo morir quejoso), en sus ojos advertía, notando su indignación, que, allá dentro el corazón otros afectos sentía; y al primer lance, no es el desprecio muy severo, que al fin le leyó primero, aunque le rompió después. DON JUAN. Pues, Flora, si le leyó, no fue el romperle desdén. FLORA. Y el modo del ser también mal desmentido mostró que la airada tempestad de aquel desagrado ingrato, fue más ley de su recato que enojo de su crueldad. DON JUAN. ¿Qué esa cauta fullería brujuleaste en su semblante? Trueque ya en frutos de amante su flor la esperanza mía. Tal la dicha viene a ser que llego indigno a lograr, que me obligas a ignorar los modos de agradecer. Este diamante ya veo, Flora, que es inferior paga: no la deuda satisfaga, acredite mi deseo. FLORA. Mil años, sin que a tu amor se atreva esquivo desdén amante Matusalén goces, don Juan, de Leonor. (Ap. Buenos mis enredos van; la trampa ha sido cruel: ni a Leonor di tal papel ni conoce a tal don Juan; toda alcahueta se ajuste a imitar mi proceder, que a un galán se ha de vender a diamante cada embuste.) DON JUAN. ¿Que al fin dices, Flora mía, perdóname lo cansado, que mostraba algún cuidado cuando mi papel leía? FLORA .Digo que atenta la vi decir, cuando le leyó, con un gustillo, que no; mas con los ojos, que sí.

  • von Tirso de Molina
    9,99 €

    AURORA: ¡Qué necio y qué porfïado! NARCISA: Por fuerza ha de ser lo uno si es lo otro. AURORA: ¿Hay tal enfado? ¡Hola! No entre aquí ninguno, Esté ese jardín cerrado. Salid vos también afuera; guardad la puerta. BRIANDA: ¡Portera, siendo dueña! ¿Hacerme quiso ángel de este paraíso? En mi mocead sí fuera; pero ¡cuando dan despojos al tiempo, que no resisto, mis años, y mis enojos...! Hasta agora, ¿quién ha visto ángel con tocas y antojos?AURORA: ¿Qué es lo que Carlos pretende con tanta embajada, hermana? NARCISA: Escribiendo se suspende de Amor la llama tirana, que en él tu memoria enciende. Mientras no te ve te escribe, y en respuestas que recibe, apoya ausencias crueles; que la esperanza, en papeles tal vez, como joya vive; y fïado en el concierto y palabra que le dio mi padre, tiene por cierto ser tu esposo.

  • von Leopoldo Lugones
    9,99 €

    No éramos sino tres amigos. Los dos de la confidencia, en cuyo par me contaba, y el descubridor de la espantosa fuerza que, sin embargo del secreto, preocupaba ya a la gente.El sencillo sabio ante quien nos hallábamos, no procedía de ninguna academia y estaba asaz distante de la celebridad. Había pasado la vida concertando al azar de la pobreza pequeños inventos industriales, desde tintas baratas y molinillos de café, hasta máquinas controladoras para boletos de tranvía.Nunca quiso patentar sus descubrimientos, muy ingeniosos algunos, vendiéndolos por poco menos que nada a comerciantes de segundo orden. Presintiéndose quizá algo de genial, que disimulaba con modestia casi fosca, tenía el más profundo desdén por aquellos pequeños triunfos. Si se le hablaba de ellos, concomíase con displicencia o sonreía con amargura.-Eso es para comer -decía sencillamente.

  • von Tirso de Molina
    9,99 €

    CLEANDRO: No hay mucho desde aquí a Sena. Laurencia tu tía, está a la muerte, el verme allá tiene de aliviar su pena. Mi hermana es y hermana buena. Sola ella pudiera ser ocasión, hija, de hacer, aunque corto, este camino, que no es poco desatino dejar sola una mujer moza y doncella en tu edad, donde el vicio y la insolencia habitan, porque Florencia no tiene otra vecindad. Parentesco y voluntad me obligan; pero el temor de tu edad y de mi honor, viendo el peligro en que estás, vuelven los pasos atrás que da adelante mi amor. Hija, si una despedida licencia de hablar merece, por ver lo que se parece a la muerte una partida, haz cuenta que de la vida en esta ausencia me alejo, y como cansado y viejo, no a Sena, al sepulcro voy; y que en el paso en que estoy te encamino y aconsejo. Sola en mi casa naciste de una madre a quien Florencia aunque muerta, reverencia; pero bien la conociste.

  • von Leopoldo Alas Clarín
    9,99 €

    Bien te pudo engañar la filautía al escribir, Manuel, aquella carta con tanto ripio y tanta grosería.Ya vi que de tu mente no se aparta cierta broma ligera, donde digo que es fuerza que tu ingenio se nos parta;Pues la musa no en todo está contigo, eres mitad poeta, a lo que entiendo, mitad me fuiste mal amigo.)Libro que me regalan, no lo vendo, por más que muchas veces no lo lea, y a la cortés dedicatoria atiendoDel tomo que mi orgullo lisonjea, en que me ofreces de tu musa el fruto, olvidando mi broma y la peleAllí supones que placer disfruto de tus versos buscando la lectura, y a tal supuesto callo, y no refuto.Mas luego dices que mi prosa dura (dura la llamo yo) también te agrada, y esto lisonja ya se me figura.¿Porque del libro aquel no escribí nada, porque la adulación eché en olvido, según costumbre mía inveterada,¿Vuelvo a ser mal clarín, vate manido, y todo lo peor que me dijiste primero de llevar tu merecido?Si perdonar no sabes, ¿por qué diste a olvido peligroso aquel soneto del gran Quevedo, en que tu imagen viste?¿Y ahora quieres tratarme con respeto? ¡y me llamas poeta detestable y clarín destemplado y mal sujeto!Purga de tu memoria deleznable la culpa grave de tener en cuenta de mis versos el fruto miserable,

  • von Emilia Pardo Bazan
    9,99 €

    Al pasar por delante del cementerio de aldea, me detuve un instante, mirando con interés aquella tierra como hinchada de vida, de la vida natural, que nace de la muerte. Plantas lozanas y fresquísimas reían impregnadas aún del rocío nocturno, al sol que iba a bebérselo golosamente. Eran flores de jardín, plantadas allí sin inteligencia, pero con el respeto que a sus difuntos demuestra siempre la gente labriega. Azucenas, rosas, alhelíes, margaritas, medraban en el terruño relleno de elementos favorables a su desarrollo, de abono de cuerpos humanos, y transformaban en perfumes Y en colores las descomposiciones del sepulcro. Pero, recientemente, el terreno había sido removido, y faltaban, en un espacio bastante grande, las gayas flores: la tierra aparecía desnuda. Se habían cavado allí sepulturas recientemente. Y el viejo Avelaneira, el curandero, que me acompañaba, me hizo saber que eran dos las sepulturas acabadas de abrir, y que los dos que allí se habían enterrado a un tiempo, unidos en muerte por el odio y no por el amor, eran los dos mayores enemigos de la parroquia. Inmediatamente quise recoger los hilos de aquella psicología que condujo a yacer vecinos a dos enemigos, y acaso a tener, cuando el cementerio recibiese nuevos huéspedes y no cupiesen sin hacerles sitio, abrazados sus huesos, confundidos, indiscernibles; porque, cuando el hombre se reduce a su última expresión, es cuando resuelve el problema de la suprema igualdad, no habiendo diferencia de tibia a tibia y de fémur a fémur...

  • von Luis Vélez de Guevara
    9,99 €

    MÚSICOS: "Soles, pues sois tan hermosos, no arrojéis rayos soberbios a quien vive en vuestra luz, contento en tan alto empleo." PRÍNCIPE: La capa. MÚSICO 1: El príncipe sale. MÚSICO 2: Prosigamos. PRÍNCIPE: El sombrero.CantanMÚSICOS: "Vuestra benigna influencia mitigue airados incendios, pues el raudal de mi llanto es poca agua a tanto fuego." PRÍNCIPE: ¡Ay, Inés, alma de cuanto peno y lloro, vivo y siento! Proseguid, cantad. MÚSICO 1: Digamos otra letra y tono nuevo.CantanMÚSICOS: "Pastores de Manzanares, yo me muero por Inés, cortesana en el aseo, labradora en guardar fe." PRÍNCIPE: Parece que a mi cuidado esa letra quiso hacer, lisonjeándome el alma, eterna en mi pecho a Inés. Volved, volved por mi vida a repetir otra vez aquesa letra, cantad, que me ha parecido bien.Cantan

  • von Ramon de Mesonero Romanos
    19,90 €

    Muchos de los lectores del Semanario  pintoresco   Español, en cuya obra periódica han visto la luz pública estos artículos, me manifestaron el deseo de tenerlos reunidos en un pequeño volumen, donde poder leerlos seguidamente y sin el embarazo y confusión de materias propias de un periódico. He debido, pues, ceder a tan benévola invitación, y a la de mi amigo el Sr. D. Miguel de Burgos que ha querido ocupar sus prensas con esta obrilla; pero no puedo menos de repetir aquí que estos ligeros bosquejos, trazados rápidamente en los descansos de mi viaje, son únicamente hijos de mis propias impresiones, incompletos y diminutos, como dedicados a amenizar un periódico; y que de ninguna manera pretenden pasar por una descripción razonada y completa del país a que se refieren. Mi principal objeto fue el de excitar con este pequeño ensayo el celo y patriotismo de nuestros viajeros españoles, que por excesiva modestia o desconfianza callan obstinadamente, defraudando de este modo a nuestro país de muchas obras de más valer con que pudieran enriquecerle; extremo opuesto y no menos fatal que el que con razón se achaca a los muchos viajadores extranjeros que diariamente fatigan las prensas con ridículas y absurdas relaciones.

  • von Leon Tolstoi
    9,99 - 15,90 €

  • von James Joyce
    19,90 €

    Allá en otros tiempos (y bien buenos tiempos que eran), había una vez una vaquita (¡mu!) que iba por un caminito. Y esta vaquita que iba por un caminito se encontró un niñín muy guapín, al cual le llamaban el nene de la casä Este era el cuento que le contaba su padre. Su padre le miraba a través de un cristal: tenía la cara peluda. Él era el nene de la casa. La vaquita venía por el caminito donde vivía Betty Byrne: Betty Byrne vendía trenzas de azúcar al limón. Ay, las flores de las rosas silvestres en el pradecito verde. Esta era la canción que cantaba. Era su canción. Ay, las floles de las losas veldes. Cuando uno moja la cama, aquello está calentito primero y después se va poniendo frío. Su madre colocaba el hule. ¡Qué olor tan raro! Su madre olía mejor que su padre y tocaba en el piano una jiga de marineros para que la bailase él. Bailaba: Tralala lala, tralala tralalaina, tralala lala, tralala lala. Tío Charles y Dante aplaudían. Eran más viejos que su padre y que su madre; pero tío Charles era más viejo que Dante.

  • von Sor Juana Inés de la Cruz
    9,99 €

    Señora mía: He visto la carta de V. md. en que impugna las finezas de Cristo que discurrió el Reverendo Padre Antonio de Vieira en el Sermón del Mandato con tal sutileza que a los más eruditos ha parecido que, como otra Águila del Apocalipsis, se había remontado este singular talento sobre sí mismo, siguiendo la planta que formó antes el Ilustrísimo César Meneses, ingenio de los primeros de Portugal; pero a mi juicio, quien leyere su apología de V. md. no podrá negar que cortó la pluma más delgada que ambos y que pudieran gloriarse de verse impugnados de una mujer que es honra de su sexo. Yo, a lo menos, he admirado la viveza de los conceptos, la discreción de sus pruebas y la enérgica claridad con que convence el asunto, compañera inseparable de la sabiduría; que por eso la primera voz que pronunció la Divina fue luz, porque sin claridad no hay voz de sabiduría. Aun la de Cristo, cuando hablaba altísimos misterios entre los velos de las parábolas, no se tuvo por admirable en el mundo; y sólo cuando habló claro, mereció la aclamación de saberlo todo. éste es uno de los muchos beneficios que debe V. md. a Dios; porque la claridad no se adquiere con el trabajo e industria: es don que se infunde con el alma.

  • von Francisco Rojas Zorrilla
    9,99 €

    MENDO Yo soy Mendo de Moncada, Vasallo humilde y fiel; Á vuestra esposa Isabel He servido en la jornada Cuando vino de Aragon; Y á vos con afecto igual Seis años en Portugal Pido un gobierno. REY Es razon. (Toma el memorial y dásele á Cárlos.) SOLDADO Yo soy Vasco de Meneses, Admire en mí vuestra alteza, No mi valor, mi pobreza; Ya he trocado los paveses Á aqueste pobre vestido: Los blasones que adquirí Con la pobreza perdí: Como noble os he servido. Yo en la India del Oriente Mas provincias sujeté Que arenas besan el pié Al imperio de Occidente. Tantos indios... REY Bien está, Conozco vuestro valor Dadme el memorial. SOLDADO Señor... (Dale el memorial y el Rey á Cárlos.) REY Cárlos os despachará.SOLDADO En tardando, no es igual La correspondencia aquí: Yo puntual os serví Pagadme vos puntual.REY Él verá lo que ha de hacer, Y entre tanto aguardad vos.

  • von Roberto Arlt
    9,99 €

    SUSANA (separándose bruscamente del grupo y deteniéndose junto a la escalera). - Entonces yo me detengo aquí y digo: ¿De dónde ha sacado usted que yo soy Susana? JUAN. - Sí, ya sé, ya sé ... SUSANA (volviendo a la rueda). - Ya debía estar aquí. PEDRO (consultando su reloj). - Las cinco. JUAN (mirando su reloj). - Tu reloj adelanta siete minutos. (A SUSANA). - ¡Bonita farsa la tuya! SUSANA (de pie, irónicamente). - Este año no dirán en la estancia que se aburren. La fiesta tiene todas las proporciones de un espectáculo. JULIA. - Es detestable el procedimiento de hacerle sacar a otro las castañas del fuego. SUSANA (con indiferencia). - ¿Te parece? (JULIA no contesta. SUSANA a JUAN.) No te olvides. JUAN. - Noo. (Mutis de SUSANA.) PEDRO. - ¡Qué temperamento! JULIA (sin levantar la cabeza del tejido). -Suerte que mamá no está. No le divierten mucho estas invenciones. PEDRO. - Mamá, como siempre, se reiría al final. JULIA. -¿Y ustedes no piensan cómo puede reaccionar el mantequero cuando se dé cuenta que lo han engañado?

  • von Emilio Salgari
    15,90 €

    Un relámpago cegador, que dejó ver durante unos instantes las nubes tempestuosas empujadas por un viento furiosísimo, iluminó la bahía de Malludu, una de las más amplias ensenadas que se abren en la costa septentrional de Borneo, más allá del canal de Banguey. Siguió un trueno espantoso que duró bastantes segundos y que semejó el estallido de veinte cañones. Los altísimos pombo de enormes naranjas, las espléndidas arengas saccharifera, los upas de jugo venenoso, las gigantescas hojas de los bananos y de las palmas denticuladas se doblegaron y luego se contorsionaron furiosamente bajo una ráfaga terrible que se adentró con ímpetu irresistible en la inmensa selva. Ya hacía bastantes horas que había caído la noche, una noche oscurísima que solamente iluminaban de vez en cuando, a intervalos larguísimos, los relámpagos.

  • von Rosario de Acuña
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    MARÍA Despacio las leí y aún no concibo lo que dicen las líneas de esta carta. Unas veces paréceme que sueño, otras las miro como horrible trama, sin que pueda el turbado pensamiento descubrir su intención ni adivinarla; y luego,... ¿por qué medio, de qué modo puedo llegar hasta mi propia estancia? (Leyendo.) «Los barones de Orsini y de Colonna »y otros nobles de estirpe menos clara, »con vuestro esposo Rienzi reunidos, »La paz ajustarán en vuestra casa; »del juramento que en solemne fiesta »al gran Tribuno prestarán mañana, »se ha de tratar en este conciliábulo; »pero si en él las bases se preparan, »mientras solemnemente no se juren, »la cabeza de Rienzi amenazada »ha de vivir; tan sólo una persona »con firme voluntad puede salvarla, »porque acaso el citado juramento »no se llegue a prestar si alguno falta; »para que esto se evite es necesario »consintáis recibir en vuestra estancia,»para que esto se evite es necesario »consintáis recibir en vuestra estancia, »en esta misma noche, estando sola »y al terminar el toque de las ánimas, »a quien puede deciros claramente »el modo de alejar desdicha tanta; »a más, grandes secretos de familia »podréis saber, y acaso vuestra raza »a Rienzi logre darle una corona »cual su ambición jamás pudo soñarla; »pensadlo bien, mañana tarde fuera. »Si aceptáis, colocad en la ventana »una luz y después esperad sola »la salvación de Rienzi o su desgracia; »aquesto dice quien blasones tiene; »no lo olvidéis, puesto que sois romana.» (Dejando de leer.-Empieza a anochecer.) Sin firma y con la fecha de hoy. ¡Dios mío, qué otra nueva tormenta se prepara!

  • von Tirso de Molina
    9,99 €

    DOROTEA: ¿Tantos me pretenden? PENDÓN: Tantos; que para tantos de juego aun sobran. Mira este pliego lleno de quejas y llantos.Va sacando papeles cerrados del seno y faltriquerasMira luego este papel de un galán almibarado que según viene enmelado debe de ser moscatel. Repara en este billete que un licenciado me dio, tan culto, que me llamó mercurio, por alcahuete. Éste me dio un capitán con más plumas que un virote, que acicalando un bigote hisopo de un sacristán, muerto porque hoy no te ha visto, me dijo, "Dile a mi ingrata que dando vida, me mata con su ausencia, ¡voto á Cristo!" Éste es todo de lisonjas.DOROTEA: ¿Tantos traes?PENDÓN: Te espantarás, ahora empiezo, no trae más una andadera de monjas. Digo que éste es lisonjero porque su dueño poetiza, --por no decir gongoriza--y es de estos que al mes de enero llaman padre del candor; al sol, monarca diurno; cerúleo al cielo, y coturno al alba del esplendor.

  • von Stefan Zweig
    15,90 €

    Los cincuenta primeros años de la vida de la cual se hablará en este libro, están íntegramente en la sombra de una obra solitaria, anónima y elevada; los años siguientes están en medio de una hoguera mundial provocada por la apasionada discusión europea. Difícilmente otro artista de nuestro tiempo ha obrado en mayor anonimato, con menor recompensa y más solitario que Romain Rolland hasta poco antes del año apocalíptico, y seguramente no hubo desde entonces otro autor más discutido. La idea de su existencia resulta, en verdad, visible sólo en el momento en que todo se conjura para aniquilarla. Pero el destino tiene la tendencia de dar formas trágicas a la vida de los grandes. Prueba sus mayores fuerzas en los más fuertes, opone violentamente a sus planes el contrasentido de los sucesos, entreteje sus años con alegorías misteriosas, traba su marcha para robustecerlos en lo justo. Juega con ellos, pero es un juego sublime, pues siempre la experiencia es provechosa. Los últimos poderosos de este mundo, Wagner, Nietzsche, Dostoievski, Tolstoi, Strindberg, han recibido del destino, junto con sus propias obras de arte, aquella vida romántica.

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