Große Auswahl an günstigen Büchern
Schnelle Lieferung per Post und DHL

Bücher der Reihe Littérature d'Espagne du Siècle d'or à aujourd'hui

Filter
Filter
Ordnen nachSortieren Reihenfolge der Serie
  • von Baltasar Gracia¿n
    9,99 €

    1. Todo está ya en su punto, y el ser persona en el mayor. Más se requiere hoy para un sabio que antiguamente para siete; y más es menester para tratar con un solo hombre en estos tiempos que con todo un pueblo en los pasados.2. Genio e ingenio. Los dos ejes del lucimiento de prendas: el uno sin el otro, felicidad a medias. No basta lo entendido, deséase lo genial. Infelicidad de necio: errar la vocación en el estado, empleo, región, familiaridad.3. Llevar sus cosas con suspensión. La admiración de la novedad es estimación de los aciertos. El jugar a juego descubierto ni es de utilidad ni de gusto. El no declararse luego suspende, y más donde la sublimidad del empleo da objeto a la universal expectación; amaga misterio en todo, y con su misma arcanidad provoca la veneración. Aun en el darse a entender se ha de huir la llaneza, así como ni en el trato se ha de permitir el interior a todos. Es el recatado silencio sagrado de la cordura. La resolución declarada nunca fue estimada; antes se permite a la censura, y si saliere azar, será dos veces infeliz. Imítese, pues, el proceder divino para hacer estar a la mira y al desvelo.

  • von Jose Maria De Pereda
    9,99 €

    Imagínese el pío lector que la vulgarísima historia que voy a referirle se remonta a los tiempos de Maricastaña, y elija para teatro de los sucesos la capital que más le agrade de las nuestras de segundo orden, con tal de que sea de las más empingorotadas en la estadística de los subsidios industriales y no forme con las últimas en el catálogo de las que más nutren y alimentan el caudaloso mar de las rentas de aduanas; señal infalible de que el vértigo de la ganancia es su vida, y el alma del negocio el negocio de su alma; de que por letras se entiende allí las de cambio; por artes los de cocina; por ciencias la aritmética mercantil, y por «trabajo honroso» pura y exclusivamente el que se emplea, de sol a sol, en sacar el jugo a la matrícula, esa ejecutoria de los pueblos ricos, ora en el sucio Borrador de almacén, ora en el pulcro, terso y espacioso libro Diarios, ora en remover obstáculos de arancel con el santo fin de que pasen, como una seda, torres y montones, por donde el rigor de las leyes no deja libre entrada a un mal garbanzo.Andaba allí el lujo como Pedro por su casa; y teniendo en todas ellas un culto el lujo de los trapos, era un vicio de los más abominables el lujo del entendimiento.Disculpábase la pobreza en el negociante desgraciado y hasta en aquéllos que del último concurso de acreedores no habían podido sacar la conciencia tan limpia como el fondo de sus cajas; pero era punto menos que infamante en los que por natural aversión a la ciencia del toma y daca sudaban gotas de sangre por hacer un mendrugo miserable del meollo de su inteligencia consagrada a fútiles asuntos que jamás daban un cañamón de riqueza para basar sobre ella la proporción de un impuesto, ni la de un concierto de arbitrios, o de derecho módico.

  • von Louisa May Alcott
    15,90 €

    Completamente sola, Rosa estaba sentada en una de las salas más grandes y bonitas de su casa, con el pañuelo en la mano, listo para recoger su primera lágrima, pues cavilaba en sus tribulaciones y el llanto era inevitable. Se había encerrado en este cuarto por considerarlo sitio adecuado para sentirse miserable; pues era oscuro y silencioso, estaba lleno de muebles antiguos y cortinados sombríos y de sus paredes pendían retratos de venerables caballeros de peluca, damas de austeras narices, tocadas con gorros pesadotes y niños que llevaban chaquetas colimochas y vestiditos cortos de talle. Era un lugar excelente para sentir dolor; y la lluvia primaveral intermitente que golpeaba los cristales de las ventanas parecía decir entre sollozos: «¡Llora, llora! Estoy contigo». Rosa tenía su buen motivo para sentirse triste, pues era huérfana de madre, y últimamente había perdido al padre también, con lo cual no le quedó más hogar que éste de sus tías abuelas. Hacía sólo una semana que estaba con ellas, y aunque las viejecitas queridas se esforzaron todo lo posible por hacer que viviese contenta, no lograron mucho éxito que digamos, ya que era muy distinta a cuantos niños conocían, y experimentaron casi la misma sensación que si estuviesen al cuidado de una mariposa abatida.

  • von Roberto Arlt
    15,90 €

    Si usted tiene aficiones a la atorrancia; si a usted le gusta estarse ocho horas sentado y otras ocho horas recostado en un catre, si usted reconoce que la divina providencia lo ha designado para ser un soberbio "squenun" en la superficie del planeta, múdese a las inmediaciones de Canning y Rivera. Todas sus ambiciones serán colmadas.. . y el reino de los inocentes le será dado, por añadidura. Y le digo que se mude en las proximidades de esas calles porque en ese paraje encontrará todo lo que el alma de un vago necesita para consolación y regocijo de su finca. Encontrará allí toda la variedad de especímenes que forman la escala turrones de la ciudad: levantadores de quinielas y redobloneros, anarquistas en embrión, si usted es aficionado a la sociología; tenorios y damas, música (de radio) y típica por la noche, y muchas mozas. El refugio es el café esquinero. Techo alto, tan alto que han podido instalar una baranda con plataforma a la sombra de las estanterías. Más que café, parece una iglesia; pero una iglesia donde se habla de fijas y se trata dé temas "profanos o del siglo" como dicen los teólogos. El altoparlante suministra música nacional desde las diez de la mañana. Las ventanas abiertas a la calle invitan a dejarse estar. Las fabriqueras que pasan, incitan a mirar. Los desdichados pintorescos que transitan invitan a meditar. Y con tanta ocupación inútil, pero espiritual, no hay fiaca que al dar las doce del día no exclame: -Pero, ¡la gran sietel ¡Cómo se pasa la mañana! Y es que en una esquina así se pasa, sin vuelta. En cuanto un ciudadano entra al café, se siente contagiado de la pereza colectiva. Los brazos le empiezan a pesar como si fueran de plomo y la mirada se le llena de neblina. El mozo que está acostumbrado a la clientela, es un plantígrado resignado. No protesta. Sirve el achicoria "express" con la misma sencillez de un mártir. Cinco de propina, y la mesa ocupada tres horas.

  • von Julia De Asensi
    15,90 €

    Camino del pueblo de B..., situado cerca de la capital de una provincia cuyo nombre no hace al caso, íbamos en un carruaje, tirado por dos mulas, Cristina, su madre, Fernando el prometido de la joven, y yo. Eran las cinco de la tarde, el calor nos sofocaba porque empezaba el mes de Agosto, y los cuatro guardábamos silencio. La señora de López rezaba mentalmente para que Dios nos llevase con bien al término de nuestro viaje; Cristina fijaba sus hermosos ojos en Fernando que no reparaba en ello, y yo contemplaba la deliciosa campiña por la que rodaba nuestro coche. Serían las seis cuando el carruaje se detuvo a la entrada del pueblo; bajamos y nos dirigimos a una capilla donde se veneraba a Nuestra Señora de las Mercedes, a la que la madre de Cristina tenía particular devoción. Mientras esta señora y su hija recitaban algunas oraciones, Fernando me rogó que le siguiera al cementerio, situado muy cerca de allí, donde estaba su padre enterrado. Le complací y penetramos en un patio cuadrado, con las tapias blanqueadas, y en el que se observaban algunas cruces de piedra o de madera, leyéndose sobre lápidas mortuorias varias inscripciones un tanto confusas. En un rincón vi a una mujer arrodillada, en la que mi compañero no pareció fijarse al pronto.

  • von Gabriel Miró
    9,99 €

    Despacio, y en coloquio piadoso con el ama Virtudes, ovillaba doña Elvira la recia madeja de lana azul, para seguir urdiendo los doce pares de medias que ofreciera en limosna. Servíanle de devanadera las rollizas manos del ama.Era la señora vieja, cenceña, grave, de tabla compungida de priora; y la criada, mediada de años, maciza, con pelusa de albérchigo en las redondas mejillas, luminarias en los ojuelos grises, y pechos poderosos y movedizos, que doña Elvira no miraba sin decirse: «¡Para qué tanto, Señor! Es ya insolencia». Y el visaje lastimero del ama parecía replicarle: «¡Y yo qué culpa tengo!».-Ama Virtudes, me temo que llegue el frío y no podamos entregar al señor rector los doce cabales.-¡El frío! ¡Y hasta que anochece cantan aún que revientan las cigarras en las oliveras!-Atiende, ama, que estamos en septiembre y se han de acabar para Todos Santos.

  • von Lope de Vega
    9,99 €

    LEONOR: No sé si podrás oír lo que no puedo callar.INÉS: Lo que tú supiste errar, ¿no lo sabré yo sufrir?LEONOR: Perdona el no haberte hablado, Inés, queriéndote bien.INÉS: Ya es favor de aquel desdén pesarte de haber callado.LEONOR: No me podrás dar alcance sin un romance hasta el fin. INÉS: Con achaques de latín,hablan muchos en romance.LEONOR: Las destemplanzas de amor no requieren consonancias.INÉS: Si sabes mis ignorancias, lo más claro es lo mejor.LEONOR: ¿Tengo de decir, Inés, aquello de escucha?INÉS: No, porque si te escucho yo, necio advertimiento es.LEONOR: Vive un caballero indiano enfrente de nuestra casa, en aquellas rejas verdes, cuando está en ellas, doradas. Hombre airoso, limpio y cuerdo, don Juan Hurtado se llama; dijera mejor, pues hurta, don Juan Ladrón, sin Guevara.

  • von Francisco Rojas Zorrilla
    15,90 €

    DON LUIS.¡Buena mañana!FERNANDO. ¡Extremada! Nunca ha salido el aurora Tan hermosa como ahora.DON LUIS.¿Por qué?FERNANDO. No viene afeitada: Ya se quitó el negro manto, Y ya no sale llorosa,DON LUIS.Si quiere estar más hermosa Dila que no deje el llanto.FERNANDO.No lo entiendo.DON LUIS. Fácil es Lo que en tu duda prefieres; Si experimentarlo quieres Cuando enamorado estés, Enójate con tu dama, Y si llora tu rigor, Mas que te llame su amor Su propio llanto te llama; Que en tu retiro violento Y en tu repetido afan, Cada lágrima es iman Del yerro del sentimiento.FERNANDO.Saber quiero en conclusion, ¿Porqué en celos y amor tanto, Se cree mejor al llanto Que se cree á la razon?

  • von Francisco Rojas Zorrilla
    9,99 €

    REY Una silla me llegad; la gota me trae sin mí, RUGERO la silla tienes aquí. ALEJANDRO Siéntese tu majestad. REY (Ap. Para males tan prolijos, que a mis dos brazos iguala, dos báculos me señala mi vejez en mis dos hijos. Bien que impropio se desmiente entre los dos mi retrato, pues éste tiene de ingrato lo que estotro de obediente. Reñirle pienso otra vez, pues será buena ocasión.) Hijos, paciencia, éstas son pensiones de la vejez. (Siéntase.) RUGERO. (Ap.) ¡Que el Rey me estorbase así! ALEJANDRO( Ap.) ¡Que ahora el Rey me estorbase! RUGERO (Ap.) ¡Que esto sufra! ALEJANDRO (Ap.) ¡Que esto pase! RUGERO (Ap.) Pero saldremos de aquí.

  • von Eugene Scribe
    9,99 €

    DON DEOGRACIAS y DOÑA BIBIANA.DON DEOGRACIAS.- Pero, mujer, ¿es posible que hayas perdido el juicio hasta el punto de querer hacer la señora? Tú, hija de una honrada corchetera, que en toda su vida no supo salir de los portales de Santa Cruz con su puesto de botones de hueso y abanicos de novia... Tu abuelo un pobre cordonero de la calle de las Urosas, que, gracias a tu boda conmigo, concluyó sus días en una cama de tres colchones con colcha de cotonía...DOÑA BIBIANA.- ¿Y qué tenemos con esa relación tan larga de mi padre, y de mi abuelo, y de mí?... Vaya, que es gracioso. Sí señor, quiero dejar el comercio; sabe Dios lo que la suerte me reserva todavía: verdad es que mi madre vendía botones; pero por eso mismo no los quiero vender yo... sobre todo, si yo conozco mi genio... y, vamos a ver, dime: ¿qué era la marquesa del Encantillo, que anda desempedrando esas calles de Dios en un magnífico landó? A ver si su abuelo no era un pobre valenciano, que vino vendiendo estera, y se ponía por más señas en un portal de la calle de las Recogidas, hecho un pordiosero, que era lo que había que ver. En fin, fuera cuestiones, Deogracias; te lo he dicho, no quiero más comercio. Llevo ya veinticuatro años de medir sedas, y de estirar la cotanza para escatimar un dedo de tela a los parroquianos, y de poner la cortina a la puerta para que no se vean las macas de las piezas... qué sé yo... maldito mostrador; basta, basta, no más mostrador.

  • von Edgar Allan Poe
    15,90 €

    No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma. Mi propósito inmediato consiste en poner de manifiesto, simple, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos. Las consecuencias de esos episodios me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han destruido. Pero no intentaré explicarlos. Si para mí han sido horribles, para otros resultarán menos espantosos que barrocos. Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y efectos naturales. Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para mis compañeros. Me gustaban especialmente los animales, y mis padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba a su lado la mayor parte del tiempo, y jamás me sentía más feliz que cuando les daba de comer y los acariciaba. Este rasgo de mi carácter creció conmigo y, cuando llegué a la virilidad, se convirtió en una de mis principales fuentes de placer. Aquellos que alguna vez han experimentado cariño hacia un perro fiel y sagaz no necesitan que me moleste en explicarles la naturaleza o la intensidad de la retribución que recibía. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la falsa amistad y la frágil fidelidad del hombre.

  • von Alexandre Dumas
    15,90 €

    El día 15 de agosto de 1769 nació en Ajaccio un niño que recibió de sus padres el nombre de Buonaparte y del cielo el de Napoleón. Los primeros días de su juventud transcurrieron en medio de la agitación febril propia que sigue a las revoluciones. Córcega, que desde hacía medio siglo soñaba con la independencia, acababa de ser en parte conquistada y en parte vendida; no se había librado de la esclavitud de Génova sino para caer en poder de Francia. Paoli, vencido en Pontenuovo, iba a buscar con su hermano y sus sobrinos un asilo en Inglaterra, donde Alfieri le dedicó su Timoleone. El aire que el recién nacido respiró estaba impregnado de los odios civiles y la campana que resonó en su bautismo parecía vibrar aún con los últimos toques de alarma. Carlos de Buonaparte, su padre, y Leticia Ramolino, su madre, ambos de raza patricia y oriundos de San Miniato, ese pueblo encantador que domina desde su colina la ciudad de Florencia, tras una larga relación de amistad con Paoli, habían decidido abandonar su partido, declarándose a favor de la influencia francesa. De esta manera no tuvieron problema para obtener la protección de M. de Marb¿uf, que volvía como gobernador a la isla donde diez años antes había entrado como general, consiguiendo que el joven Napoleón pudiera ingresar en la Escuela Militar de Brienne. La petición acabó siendo admitida y algún tiempo después, M. Berton, subdirector del colegio, dejaba escrito en sus registros la nota siguiente: Hoy, día 23 de abril de 1779, Napoleón de Buonaparte ha ingresado en la Real Escuela Militar de Brienne-le-Château, a la edad de nueve años, ocho meses y cinco días.

  • von José María Blanco White
    9,99 €

    Las noticias más antiguas que tenemos de Inglaterra o Gran Bretaña (llamada así por distinguirla de la provincia de Francia del mismo nombre) son las que nos han dejado los Romanos. Julio César, habiéndose apoderado de lo que ahora llamamos Francia, y antes, Gallia o Gaula, pasó el angosto canal que separa los dos reinos, y venciendo a los semibárbaros que en vano se oponían al valor y disciplina militar de los Romanos, añadió una provincia más a aquel vasto imperio.La condición y estado de los Britanos en el interior de la isla era muy semejante a la de salvajes que empiezan a sujetarse a leyes religiosas en el estado de pastores, que es el segundo paso en la carrera de la civilización. Vivían en chozas con techos pajizos y se mantenían de leche y carnes de sus grandes rebaños. Eran también aficionados a la caza, que abundaba en los montes. Las pieles de los animales que mataban les servían de vestidos para el tronco del cuerpo; los brazos, piernas y muslos no tenían otra cubierta o adorno que un tinte azul sobre el mismo cutis. Dejábanse crecer la cabellera, que caía libre sobre la espalda y los hombros; la barba, por el contrario, llevaban cortada a raíz, a no ser sobre el labio superior como los soldados en nuestros tiempos.

  • von Felipe Trigo
    9,99 €

    -Adiós, Marqués.-Adiós, Rojas. Cinco, miraron. El «¡Caramba, un marqués!»- pensó Marqués que debieron pensar ellas.Pero, además, sí fuesen ellas marquesas, debieron también preguntarse: -«Pues... ¿quién será este marqués?»Nada..., vanidad en que ponía él la parte más pequeña. Para darse ante la gente el lustre de tratar a «un título», a sus amigos les placía llamarle por el segundo apellido, en lugar de Aurelio, o Luque, que estaban antes.Siguió escribiendo.Las damas siguieron tomando su té, por las mesas inmediatas.La sala era elegante, severa, con su escasa concurrencia que dejaba en la puerta los coches. No parecía lo más propio venirse a escribir cantatas, como a un café cualquiera, a este Ideal Room aristocrático. Sin embargo, su ambiente tibio, confortable, en estas tardes frías, principalmente, gustable a Aurelio.

  • von Gabriel Miró
    9,99 €

    Desde el primer puente del buque contemplaba Félix la lenta ascensión de la luna, luna enorme, ancha y encendida como el llameante ruedo de un horno. Y miraba con tan devoto recogimiento, que todo lo sentía en un santo remanso de silencio, todo quietecito y maravillado mientras emergía y se alzaba la roja luna. Y cuando ya estuvo alta, dorada, sola en el azul, y en las aguas temblaba gozosamente limpio, nuevo, el oro de su lumbre, aspiró Félix fragancia de mujer en la inmensidad, y luego le distrajo un fino rebullicio de risas. Volvióse, y sus ojos recibieron la mirada de dos gentiles viajeras cuyos tules blancos, levísimos, aleteaban sobre el pálido cielo. Se saludaron, y pronto mantuvieron muy gustoso coloquio, porque la llaneza de Félix rechazaba el enfado o cortedad que suele haber en toda primera plática de gente desconocida. Cuando se dijeron que iban al mismo punto, Almina, y que en esta misma ciudad moraban, admiróse de no conocerlas, siendo ellas damas de tan grande opulencia y distinción. Es verdad que él era hombre distraído, retirado de cortesanías y toda vida comunicativa y elegante. -Tampoco nosotras -le repuso la que parecía más autorizada por edad, siendo entrambas de peregrina hermosura- sabemos de visitas ni de paseos. Yo nunca salgo, y mi hija sólo algunas veces con su padre. Y entonces nombró a su esposo: Lambeth, un naviero inglés, hombre rico, enjuto de palabra y de carne, rasurado y altísimo. Félix lo recordó fácilmente.

  • von Felipe Trigo
    9,99 €

    Como el otro, yo quisiera poder ser:entre señores, señor, y allá entre los reyes, rey.Mas no puedo.Comprendo que siempre me falta o me sobra algo para estar adecuadamente entre las gentes.Aquí, por ejemplo, delante de mi novia, delante de mi Inés.¿Me sobra? ¿Me falta?No lo sé.Probablemente, ambas cosas a un tiempo.Me falta un poco de vergüenza, y me sobra este ansioso pensar en mí... señora de esta noche.Tengo prisa. Tengo verdadera impaciencia por oir las siete y porque se acabe este té. Un coche. Jala me estará esperando. Estará encendida la chimenea de leña en mi salón, y la mesa.Me distraigo. Háblame mi novia, y pienso en Jala. Jala debe de estar allí desde hace media hora. La mesa y la lumbre, elegantísima, alzadas quizá las sedas de sus faldas para calentarse mejor los pies tendidos hacia el fuego. Juraría que se aburre, que bosteza, y que está tirada atrás en el respaldo, sin haberse quitado aún la suelta capa turca, color fresa... ¡Cómo sabe que es rubia, la ladrona!

  • von Ovidio
    15,90 €

    Antes del mar y de las tierras y, el que lo cubre todo, el cielo, uno solo era de la naturaleza el rostro en todo el orbe, al que dijeron Caos, ruda y desordenada mole y no otra cosa sino peso inerte, y, acumuladas en él, unas discordes simientes de cosas no bien unidas. Ningún Titán todavía al mundo ofrecía luces, ni nuevos, en creciendo, reiteraba sus cuernos Febe, ni en su circunfuso aire estaba suspendida la tierra, por los pesos equilibrada suyos, ni sus brazos por el largo margen de las tierras había extendido Anfitrite, y por donde había tierra, allí también ponto y aire: así, era inestable la tierra, innadable la onda, de luz carente el aire: ninguno su forma mantenía, y estorbaba a los otros cada uno, porque en un cuerpo solo lo frío pugnaba con lo caliente, lo humedecido con lo seco, lo mullido con lo duro, lo sin peso con lo que tenía peso.

  • von Rene Descartes
    9,99 €

    En la primera, propongo las razones por las cuales podemos dudar en general de todas las cosas, y en particular de las cosas materiales, al menos mientras no tengamos otros fundamentos de las ciencias que los que hemos tenido hasta el presente. Y, aunque la utilidad de una duda tan general no sea patente al principio, es, sin embargo, muy grande, por cuanto nos libera de toda suerte de prejuicios, y nos prepara un camino muy fácil para acostumbrar a nuestro espíritu a separarse de los sentidos, y, en definitiva, por cuanto hace que ya no podamos tener duda alguna respecto de aquello que más adelante descubramos como verdadero. En la segunda, el espíritu, que, usando de su propia libertad, supone que ninguna cosa de cuya existencia tenga la más mínima duda existe, reconoce ser absolutamente imposible que é1 mismo sin embargo no exista. Lo cual es también de gran utilidad, ya que de ese modo distingue fácilmente aquello que le pertenece a él, es decir, a la naturaleza intelectual, de aquello que pertenece al cuerpo. Mas como puede ocurrir que algunos esperen de mí, en ese lugar, razones para probar la inmortalidad del alma, creo mi deber advertirles que, habiendo procurado no escribir en este tratado nada que no estuviese sujeto a muy exacta demostración, me he visto obligado a seguir un orden semejante al de los geómetras, a saber: dejar sentadas de antemano todas las cosas de las que depende la proposición que se busca, antes de obtener conclusión alguna.

  • von Benito Perez Galdos
    15,90 €

    En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, doy principio a la historia de una parte muy principal de mi vida; quiero decir que empiezo a narrar la serie de trabajos, servicios, proezas y afanes, por los cuales pasé en poco tiempo, desde el más oscuro antro de las regias covachuelas, a calentar un sillón en el Real Consejo y Cámara de Castilla.Abran los oídos y escuchen y entiendan cómo un varón listo y honrado podía medrar y sublimarse por la sola virtud de sus merecimientos, sin sentar el pie en los tortuosos caminos de la intriga, ni halagar lisonjero las orejas de los grandes con la música de la adulación, ni poner tarifa a su conciencia o vil tasa a su honor, cual suelen hacer los menguados ambiciosillos del día, después que las sanas costumbres, la modestia, la sobriedad y la cristiana mansedumbre han huido avergonzadas del mundo, y son tan míseros de virtud los tiempos, que no se encuentra un hombre de bien aunque den por él medio millón de pícaros vividores.

  • von Marc Aurel
    9,99 €

    1. De mi abuelo Vero: el buen carácter y la serenidad.2. De la reputación y memoria legadas por mi progenitor: el carácter discreto y viril. 3. De mi madre: el respeto a los dioses, la generosidad y la abstención no sólo de obrar mal, sino incluso de incurrir en semejante pensamiento; más todavía, la frugalidad en el régimen de vida y el alejamiento del modo de vivir propio de los ricos. 4. De mi bisabuelo: el no haber frecuentado las escuelas públicas y haberme servido de buenos maestros en casa, y el haber comprendido que, para tales fines, es preciso gastar con largueza. 5. De mi preceptor: el no haber sido de la facción de los Verdes ni de los Azules, ni partidario de los parinularios ni de los escutarios; el soportar las fatigas y tener pocas necesidades; el trabajo con esfuerzo personal y la abstención de excesivas tareas, y la desfavorable acogida a la calumnia. 6. De Diogneto: el evitar inútiles ocupaciones; y la desconfianza en lo que cuentan los que hacen prodigios y hechiceros acerca de encantamientos y conjuración de espíritus, y de otras prácticas semejantes; y el no dedicarme a la cría de codornices ni sentir pasión por esas cosas; el soportar la conversación franca y familiarizarme con la filosofía; y el haber escuchado primero a Baquio, luego a Tandasis y Marciano; haber escrito diálogos en la niñez; y haber deseado el catre cubierto de piel de animal, y todas las demás prácticas vinculadas a la formación helénica.

  • von Félix María de Samaniego
    9,99 €

    A vosotros mi memoria se dirige solamente. Aquí matan a la gente: por médicos, a la gloria. Como quien cuenta una historia, de los de la tierra quiero pintar las gracias y esmero; y así digo, verdad hablo, que ellos hacen, como el diablo: van a tentar, lo primero.¡Qué bueno fuera invertir los nombres de los pulsantes! Llámenles agonizantes, pues ayudan a morir. Tal es el matar o herir de los doctores presentes, lo ha sido de los ausentes, y será de los futuros. Sacadnos de estos apuros, sino requiescant las gentes.Los médicos de mil modos nos suelen mortificar; ¿y les hemos de aguantar, que nos jeringuen a todos? Lo que alabo sin apodos es, que no traten engaño; pues para evitar el daño, cause o no cause escozor, es el remedio mejor dar a tiempo un desengaño.Los doctores son los barcos de Aqueronte, horrible y fuerte, satélites de la muerte, y de su cuadro los marcos; del Leteo fieros arcos, por donde, según discierno, si Dios, tan piadoso y tierno, no usase de su bondad, a toda la humanidad pasara aquél al infierno. A bien que ya lo veis vos: el doctor, pesado yugo, es el humano verdugo en el tribunal de Dios. Más crueles que la tos, su seriedad les destina, y su rigor les inclina, sean hábiles o zotes, a que nos den los azotes de la Justicia Divina. Pero lo más singular es, si se llega a advertir, que maten para vivir, y que vivan de matar. Es digno de celebrar, cuando un médico inhumano en un récipe villano, sacude una cuchillada: verle tirar la pedrada, y luego esconder la mano.

  • von Fernán Caballero
    9,99 €

    A dos leguas de la orilla del mar, sobre la plataforma de una colina, se asienta Jerez, rico, robusto y predilecto hijo de Baco y de Ceres. Rodéanle como un soberbio cinturón sus famosas viñas, cuidadas como princesas, y sus campos de trigo, cuyas cañas inclinan sus doradas cabezas. Extiende sus inmensos Propios por las comarcas cercanas, que murmuran de esta invasión del coloso rural, y pierde la cuenta de sus montes, como un potentado.Jerez, noble como el que más, lleva al frente el precioso y bien conservado castillo moruno, perteneciente a la ilustre familia de los Villavicencios, y que ha sido testigo de tantas hazañas; conserva anales que forman páginas de oro en la historia de España; ostenta suntuosos templos, obras magnas de la fe, obras maestras del arte, y ve con dolor a su lado desmoronarse su magnífica Cartuja, admiración de cuantos la vieron viva, dolor y escándalo de cuantos la ven cadáver!

  • von Benito Perez Galdos
    15,90 €

    Sala en el palacio de Alto-Rey. El soberbio artesonado es el único vestigio de la antigua magnificencia. Las paredes desnudas; el mueblaje moderno, poco elegante; algunas piezas, ordinarias. Puerta al fondo y a la derecha. A la izquierda, ventana o balcón. Cerca de éste una mesa de escribir. A la derecha, sillón de respeto, sillas. Es de día.Escena PrimeraCirila, arreglando y limpiando los muebles; Corral, El Pocho, que entran por el fondo. Corral viste con afectación y mal gusto, ostentando brillantes gordos en la pechera, cadena de reloj muy llamativa y sortijas con piedras de valor.Pocho. ¿Dan su permiso? Cirila. Adelante. Corral. ¿No han vuelto de misa los señores? Cirila. No tardarán. (Displicente.) ¡Vaya, otra vez aquí estos moscones!5 Pocho. Otra vez, y cien más, hasta que... Corral. Perdone la señora Cirila, yo no vengo a cobrar.Cirila. Viene a fisgonear, que es peor, y a meter sus narices en las interioridades de la casa...10Corral. Ea, no despotrique, señora. Cirila. (Aparte.) ¡Farsante!Pocho. Yo no hago papeles. Vengo por el aquél de mi propio derecho. (Saca un papel y lo muestra.) El Sr. D. Pedro de Guzmán, Marqués de Alto-Rey y15 de San Esteban de Gormaz, es en deber a Francisco Muela, apodado El Pocho, la cantidad de...Cirila. Basta.

  • von Mary Wollstonecraft
    9,99 €

    Los males de la mujer, como los de los sectores oprimidos de la humanidad, se han de considerar necesarios por parte de sus opresores, pero seguramente hay mujeres que se atreverán a adelantarse a su tiempo y a certificar que mis bosquejos no son el engendro de una mente trastornada ni los trazos enérgicos de un corazón herido. Al escribir esta novela he preferido retratar pasiones antes que costumbres. En muchos casos, podría haber dado a las escenas un carácter más dramático si hubiera sacrificado mi objetivo principal: el deseo de mostrar el sufrimiento y la opresión, exclusivos de las mujeres, que se derivan de unas leyes y costumbres sociales partidistas. En la invención de esta historia, esta idea puso freno a mi fantasía y por ello este relato debería considerarse como la historia de la mujer, más que la de un individuo concreto. He tratado de que los sentimientos se encarnasen. En muchas obras de este tipo, al héroe se le permite comportarse como un ser mortal y convertirse en sabio, feliz y virtuoso a través de una serie de acontecimientos y circunstancias. Las heroínas, por el contrario, han de nacer inmaculadas y actuar como diosas de la sabiduría, impecables minervas nacidas de la cabeza de Júpiter.

  • von José Zorrilla
    9,99 €

    El padre y el hijo Dicen que en una ocasión (el año no hace a la esencia del hecho) había en Palencia un tal don Juan de Alarcón. No era de Palencia el tal, mas su padre residía allí, porque allí tenía crecidísimo caudal. Gil era el nombre del padre, viudo desque Juan vivió, pues el muchacho nació dando la muerte a su madre. Adoraba el buen don Gil en su hijo, y era don Juan el mancebo más galán, más generoso y gentil que en Palencia se encontraba; siempre de amigos cercado, siempre de ellos festejado, puesto que él siempre pagaba. Ello es cierto que por más que el padre le amonestó, un libro jamás abrió ni oyó un maestro jamás. Pero en cambio era el mejor que había en todo Palencia para armar una pendencia o enmarañar un amor. Arrinconaba a un maestro tirando la espada negra, y dicen que fue a Consuegra a desafiar a un diestro, y sacándolo a reñir matóle y tomó a su dama, con lo cual creció su fama lo imposible de decir. Iba, pues, todos los días en auge, con sus extrañas y turbulentas hazañas hechas en las cercanías. Pues, aunque áspero de genio e indolente, el tal don Juan era mozo muy galán y de ventajado ingenio.

  • von Federico Garcia Lorca
    15,90 €

    Pero, ¿qué voy a decir yo de la Poesía? ¿Qué voy a decir de esas nubes, de ese cielo? Mirar, mirar, mirarlas, mirarle y nada más. Comprenderás que un poeta no puede decir nada de la Poesía. Eso déjaselo a los críticos y profesores. Pero ni tú ni yo ni ningún poeta sabemos lo que es la Poesía. Aquí está: mira. Yo tengo el fuego en mis manos. Yo lo entiendo y trabajo con él perfectamente, pero no puedo hablar de él sin literatura. Yo comprendo todas las poéticas; podría hablar de ellas si no cambiara de opinión cada cinco minutos. No sé. Puede que algún día me guste la poesía mala muchísimo, como me gusta (nos gusta) hoy la música mala con locura. Quemaré el Partenón por la noche para empezar a levantarlo por la mañana y no terminarlo nunca. En mis conferencias he hablado a veces de la Poesía, pero de lo único que no puedo hablar es de mi poesía. Y no porque sea un inconsciente de lo que hago. Al contrario, si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios -o del demonio-, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y de darme cuenta en absoluto de lo que es un poema.

  • von José Echegaray
    15,90 €

    DOÑA CONCEPCIÓN, asomada a la galería y mirando al jardín; después, un CRIADO y DON LORENZO.CONCEPCIÓN.-¡Esa criatura!... ¡Matilde!... ¡Matilde!... (Llamando.) No puede estar sin hacer daño. Cuando no es a las personas, es a los animales. Y si fuera una niña, tendría disculpa; todo niño es un salvaje en miniatura. Pero a su edad, ¡a los veintiséis años cumplidos!, no poder dominar ese espíritu de destrucción.Pues no puede. ¡Matilde! No me oye. Empeñada en descomunal batalla con mi pobre gatito, y persiguiéndole por todo el jardín, porque dice que se come los pajaritos. (Viniendo al primer término.) ¡Ay, qué cruz! ¿Cuándo encontraremos un ser misericordioso que se la lleve?CRIADO.-(Anunciando desde la galería.) ¡Don Lorenzo Tristán! CONCEPCIÓN.-Que entre. ¡Este hubiera podido ser el ser misericordioso que yo busco! Pero ella no quiso. Porque, eso sí, caprichosa, vanidosa y envidiosa como ninguna. (Entra DON LORENZO por la galería.) ¡Mi querido don Lorenzo!

  • von Ramón de la Cruz
    9,99 €

    MEDIODIENTE O te he de echar las tripas por la boca o hemos de ver quien tiene la peseta.SABASTIÁN Aguarda, Mediodiente.TÍA Pues ¿qué es esto? CHIRIPA ¿Cómo no miran quién está a la puerta de la taberna y salen con más modo, y no que por un tris no van la mesa y las castañas con dos mil demonios? MEDIODIENTE Los héroes como yo, cuando pelean, no reparan en mesas ni en castañas. TÍA Yo te aseguro... CHIRIPA SABASTIÁN Moderaos, princesa, pues, si no me equivoco, el tío Matute con su gente y sus armas ya se acerca,

  • von Friedrich Engels
    9,99 €

    Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes. No hay un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de comunista, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones más avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarios, la acusación estigmatizante de comunismo.De este hecho se desprenden dos consecuencias: La primera es que el comunismo se halla ya reconocido como una potencia por todas las potencias europeas.La segunda, que es ya hora de que los comunistas expresen a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas, sus tendencias, sus aspiraciones, saliendo así al paso de esa leyenda del espectro comunista con un manifiesto de su partido.Con este fin se han congregado en Londres los representantes comunistas de diferentes países y redactado el siguiente Manifiesto, que aparecerá en lengua inglesa, francesa, alemana, italiana, flamenca y danesa.

  • von Jonathan Swift
    15,90 €

    Mi padre tenía una pequeña hacienda en Nottinghamshire. De cinco hijos, yo era el tercero. Me mandó al Colegio Emanuel, de Cambridge, teniendo yo catorce años, y allí residí tres, seriamente aplicado a mis estudios pero como mi sostenimiento, aun siendo mi pensión muy corta, representaba una carga demasiado grande para una tan reducida fortuna, entré de aprendiz con míster James Bates, eminente cirujano de Londres, con quien estuve cuatro años, y con pequeñas cantidades que mi padre me enviaba de vez en cuando fui aprendiendo navegación y otras partes de las Matemáticas, útiles a quien ha de viajar, pues siempre creí que, más tarde o más temprano, viajar sería mi suerte. Cuando dejé a míster Bates, volví al lado de mi padre allí, con su ayuda, la de mi tío Juan y la de algún otro pariente, conseguí cuarenta libras y la promesa de treinta al año para mi sostenimiento en Leida. En este último punto estudié Física dos años y siete meses, seguro de que me sería útil en largas travesías. Poco después de mi regreso de Leida, por recomendación de mi buen maestro míster Bates, me coloqué de médico en el Swallow, barco mandado por el capitán Abraham Panell, con quien en tres años y medio hice un viaje o dos a Oriente y varios a otros puntos. Al volver decidí establecerme en Londres, propósito en que me animó míster Bates, mi maestro, por quien fui recomendado a algunos clientes. Alquilé parte de una casa pequeña en la Old Jewry y como me aconsejasen tomar estado, me casé con mistress Mary Burton, hija segunda de míster Edmund Burton, vendedor de medias de Newgate Street, y con ella recibí cuatrocientas libras como dote.

Willkommen bei den Tales Buchfreunden und -freundinnen

Jetzt zum Newsletter anmelden und tolle Angebote und Anregungen für Ihre nächste Lektüre erhalten.