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Bücher der Reihe Littérature d'Espagne du Siècle d'or à aujourd'hui

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  • von Juan Valera
    15,90 €

    Hará ya mucho más de rail afios, habla en lo más esquivo y fragoso de los Pirineos una espléndida abadía de benedictinos. El abad Eulogio pasaba por un prodigio de virtud y de ciencia.Las cosas del mundo andaban muy mal en aquella edad. Tremenda barbarie había invadido casi todas las regiones de Europa. Por donde quiera luchas feroces, robos y matanzas. Casi toda España estaba sujeta a la ley de Mahoma, salvo dos o tres Estadillos nacientes, donde entre breñas y riscos se guarecían los cristianos.En medio de aquel diluvio de males, pudiera compararse la abadía de que hablamos al arca santa en que se custodiaban el saber y las buenas costumbres y en que la humana cultura podía salvarse del universal estrago. Gran fe tenían los monjes en sus rezos y en la misericordia de Dios, pero no desdeñaban la mundana prudencia. Y a fin de poder defenderse de las invasiones de bandidos, de barones poderosos y desalmados o de infieles muslimes, habían fortificado la abadía como casi inexpugnable castillo roquero, y mantenían a su servicio centenares de hombres de armas de los más vigorosos, probados y hábiles para la guerra.La abadía era muy rica y famosa: rica por los fertilísimos valles que en sus contornos los monjes habían desmontado, cultivándolos con esmero y recogiendo en ellos abundantes cosechas; y famosa, porque era como casa de educación, donde muchos mozos de toda Francia y de la España que permanecía cristiana acudían a instruirse en armas y en letras. Entre los monjes había sabios filósofos y teólogos y no pocos que habían militado con gloria en sus mocedades antes de retirarse del mundo. Estos enseñaban indistintamente las artes de la paz y de la guerra; cuanto a la sazón se sabía. Y luego, según la índole de cada educando, los pacíficos y humildes se hacían sacerdotes o monjes, y los belicosos y aficionados a la vida activa salían de allí para ser guerreros y aun grandes capitanes.

  • von Oscar Wilde
    9,99 €

    Después de una larga e infructuosa espera, me he decidido a escribirte, y ello tanto en tu interés como en el mío, pues me repugna el pensar que he pasado en la cárcel dos años interminables sin haber recibido de ti una sola línea, una noticia cualquiera: que nada he sabido de ti, fuera de aquello que había de serme doloroso. Nuestra trágica amistad, en extremo lamentable, ha terminado para mí de un modo funesto, y para ti con escándalo público. Empero, el recuerdo de nuestra antigua amistad me abandona raramente, y siento honda tristeza al pensar que mi corazón, antes henchido de amor, está ya para siempre lleno de maldiciones, amargura y desprecio. Y tú mismo sientes seguramente, en el fondo de tu alma, que es preferible escribirme a mí, que me hallo en la soledad de la vida carcelaria, que no publicar sin mi autorización cartas mías, o dedicarme poesías, también sin permiso ninguno. Y esto, aunque el mundo nada sepa de las frases afligidas o apasionadas, de los remordimientos de conciencia, o de la indiferencia que te place ostentar en respuesta o como justificación. En esta carta que he de escribir acerca de tu vida y la mía, del pasado y del porvenir, de unas dulzuras convertidas en amarguras, y de unas amarguras que quizá lleguen a convertirse en alegrías, habrá seguramente muchas cosas que han de herir, de hacer sangrar tu vanidad. Si así fuese, reléela hasta que esta vanidad tuya quede muerta. Si encuentras en ella algo que creas te acusa injustamente, no olvides esto: que se deben agradecer aquellas culpas por las cuales uno puede ser injustamente acusado. Y si algún párrafo aislado te arrasa los ojos en lágrimas, llora cual lloramos aquí en la cárcel, en donde ni de día ni de noche se ahorran las lágrimas. Esto es lo único que puede salvarte. Mas, si vas a quejarte a tu madre ¿cual lo hiciste en otro tiempö del desprecio que manifestaba por ti en mi carta a Robbie, para que tu madre te mime y te arrulle, para satisfacción de tu propio orgullo, entonces estás perdido sin remedio. Que en cuanto encuentres una disculpa a tu conducta, encontrarás ciento, y volverás a ser absolutamente el mismo de antes.

  • von Gonzalo de Berceo
    9,99 €

    1. En el nomne del rey que regna por natura, Ques fin e comienzo de toda creatura, Se guiarme quisiesse la su sancta mesura En su honor querria fer una escriptura.2. Del testamiento vieio quiero luego fablar , E commo sacrificaban, e sobre qual altar, Desent tornar al nuevo, por enc;ierto andar, Acordarlos en uno, fazerlos saludar.3. Quando corrie la ley de Moysén ganada. Del çielo de Dios misme escripta e notada, Sobre altar de tierra, non de piedra labrada, Fazie sos sacrifiçios la hebrea mesnada.4. Quando por los sennores que el pueblo mandaban, Ouerien fer sacrifiçio, toro sacrificaban: Por el pueblo menudo cabrones degolaban, Carnero por el bispo, e los que ministraban.5. Pero en los cabrones fazien departimiento, Adoçien dos al tiemplo, avien tal mandamiento, Degolaban el uno por fer su sagramiento, Enviaban el otro a las sierras al viento.6. La casa de los clerigos avien de aguardar En qui estos ganados solien sacrificar: Departiela un velo que solia y colgar Entre la mayor casa e el sancto altar.7. La casa ant el velo essa avien por choro, Hy offreçien el cabron, e carnero e toro, Tórtolas e palombas, panes, plata e oro, En la de tras el velo iazie otro thesoro.

  • von Gabriel Miró
    9,99 €

    Laura y la vieja Martina suspiraron, alzando los ojos y el corazón al Señor. La enferma las había mirado y sonreído. Sus secas manos asían crispadamente el embozo de las ropas; los párpados y ojeras se le habían ennegrecido tanto, que parecía mirar con las órbitas vacías. Pero, estaba mejor; lo decía sonriendo.Laura puso el azulado fanal al vaso de la lucerna; envolviose en su manto de lana, cándido y dócil como hecho de un solo copo inmenso y esponjoso; y, acercando la butaca, reclinó su dorada cabeza en las mismas almohadas de la madre.Todo el celeste claror de la pequeña lámpara, que ardía dulce y divina como una estrella, cayó encima de la gentil mujer. Descaecida por las vigilias y ansiedades, blanca y abandonada en el ancho asiento, su cuerpo aparecía delgado, largo y rendido, de virgen mística después de un éxtasis ferviente y trabajoso. Pero, al levantarse para mirar y cuidar a la postrada, aquella mujer tan lacia y pálida, se transfiguraba mostrándose castamente la firme y bella modelación de su carne.Venciendo su grosura y cansancio salió Martina, apresurada y gozosa; y golpeó y removió al criado de don Luis, que dormía en el viejo sofá de una solana, cerrada con vidrieras.

  • von Thomas Falkner
    9,99 €

    No me propongo dar la descripcion del reino de Chile, por haberlo ya hecho Ovalle, sino solo la de aquellas partes que he visto, y que son menos conocidas en Europa. He tomado la mayor parte de la costa que describo, en el mapa de la América meridional, formado por Mr. d' Anville, y perfeccionado por Mr. Bolton: las islas de Falkland segun los últimos descubrimientos, y el estrecho de Magallanes, en el de Mr. Pernetty, capellan que fué de la escuadra de Mr. Bougainville. He hecho algunas alteraciones en las costas del levante, y acerca del cabo de San Antonio, adonde he vivido algunos años. En la descripcion del pais adentro he seguido en general mis propias observaciones, habiendo caminado por gran parte de él, y apuntado la situacion de aquellos parajes, sus distancias, rios, bosques y montañas. Donde no pude penetrar, he seguido la relacion que me hicieron los indios nativos, y los españoles cautivos que han vivido muchos años entre ellos, y logrado despues su libertad: uno de los cuales fué el hijo del capitan Mancilla de Buenos Aires, que estuvo 6 años prisionero entre los Tehuelches, y que habia viajado por la mayor parte del pais: de lo que tambien me instruyó el gran cacique Congapol, que residió en Huichin, á la orilla del rio Negro. He puesto tambien cuidado en sacar su semejanza y vestido, igualmente que la de su muger Hueni, como está representado en el mapa. Los españoles les le llamaban el cacique bravo. Tenia siete pies, y algunas pulgadas de alto, y era bien proporcionado. Su hermano Suaisman tenia cerca de seis pies. Los Patagones y Puelches son altos y corpulentos, pero no he visto ninguno de raza de gigantes, de quienes otros hacen mencion, aunque ví personas de diferentes tribus de los indios meridionales.

  • von Gabriel Miró
    9,99 €

    ríos, caminaba por tierra levantina.Sigüenza, nombre apartadizo que gusta del paisaje y de - I - humildes Dijo: «Llegaré a Parcent». lazarinos.lugarejo hórrido, asiático, en cuyas callejas hirviesen como gusanos los -Parcent es foco leproso -le advirtieron. Y luego Sigüenza fingiose un Fue avanzando. Cada pueblo que veía asomar en el declive de unaladera, entre fronda o sobre el dilatado y rozagante pampanaje del viñedo, le mueven a pensar en aquellos pueblos bíblicos maldecidos por el Señor».miserable, donde los hombres padecen males que espantan a los acuciaba el ánima. Y decía: «Ya debo encontrar la influencia de aquel lugar hombres ySigüenza se revolvía mirando y no hallaba el apetecido sello del dolorpobres faldas.peinaban a rapazas greñudas, sentaditas en la tierra, casi escondidas en las las casas, mujeres tejíaCruzaba pueblos, y en todos sorprendía igual sosiego. A las puertas de n media; trenzaban pleita de palma o soga de esparto;secas, firmes como cardenchas, viven con el santo longura de días.salen hierbecitas gayas que florecen; después, amarillean, se agostan; y eldintel verdinegro, desportillado y bajCegaban, dando sol, las puertas forradas de lata de las iglesias. En el plasmado inicuamente en cantería. Por sus pliegues y tendeduras o angosta hornacina, está El paisaje luce primores y opulencias; tiene riego copioso.Era en el valle del Jirona. lujuriantes y caprichosas moreras.las lindes de vastedades plantadas de legumbres, verdean liños infinitos de Rompen los vinales huertas cuidadas como jardines de casas ricas.

  • von Tirso de Molina
    9,99 €

    Milagro fue no matarme, cuando el tejado salté. La casa ignoro en que entré. ¿Si en ella podré librarme de la justicia? Escalera es ésta, luz hay aquí.-- Si le maté, defendí mi vida.-- La vez primera que llego, Toledo, a verte, ¿de este modo me recibes? ¿A extranjeros apercibes agrados y a mí la muerte? Rüido en la calle siento; diligencias por mí hará la justicia; abierto está y con luz este aposento; entraré a favorecerme en él de quien le habitare.Viénese a la alcobaSu piedad mi vida ampare; que bien puedo prometerme de la autoridad y traza de esta noble habitación que sus señores lo son: el riesgo que me amenaza asegura la nobleza que en tales casas se cría.

  • von Gustavo Adolfo Bécquer
    15,90 €

    Monasterio de Veruela, 1864. Queridos amigos: Heme aquí transportado de la noche a la mañana a mi escondido valle de Veruela; heme aquí instalado de nuevo en el oscuro rincón del cual salí por un momento para tener el gusto de estrecharos la mano una vez más, fumar un cigarro juntos, charlar un poco y recordar las agradables, aunque inquietas horas de mi antigua vida. Cuando se deja una ciudad por otra, particularmente hoy, que todos los grandes centros de población se parecen, apenas se percibe el aislamiento en que nos encontramos, antojándosenos, al ver la identidad de los edificios, los trajes y las costumbres, que al volver la primera esquina vamos a hallar la casa a que concurríamos, las personas que estimábamos, las gentes a quienes teníamos costumbre de ver y hallar de continuo. En el fondo de este valle, cuya melancólica belleza impresiona profundamente, cuyo eterno silencio agrada y sobrecoge a la vez; diríase, por el contrario, que los montes que lo cierran como un valladar inaccesible me separan por completo del mundo.

  • von Rene Descartes
    9,99 €

    El buen sentido es lo que mejor repartido está entre todo el mundo, pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él, que aun los más descontentadizos respecto a cualquier otra cosa, no suelen apetecer más del que ya tienen. En lo cual no es verosímil que todos se engañen, sino que más bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y, por lo tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas. No basta, en efecto, tener el ingenio bueno; lo principal es aplicarlo bien. Las almas más grandes son capaces de los mayores vicios, como de las mayores virtudes; y los que andan muy despacio pueden llegar mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren, pero se apartan de él.

  • von Francisco de Quevedo
    9,99 €

    Estos primeros renglones, que suelen, como alabarderos de los discursos, ir delante haciendo lugar con sus letores al hombro, píos, cándidos, benévolos o benignos, aquí descansan deste trabajo, y dejan de ser lacayos de molde y remudan el apellido, que por lo menos es limpieza.Y a Dios y a ventura, sea vuesa merced quien fuere, que soy el primer prólogo sin tú y bien criado que se ha visto u lea, u oiga leer. Este tratado es de todos los diablos; su título: El Infierno emendado. No se canse vuesa merced en averiguar lo uno ni en disputar lo otro; que ya oigo a los pelmazos graduados el «no puede ser»; que enmendarse sumitur in bonam partem, y el infierno.. .; ergo remito la solución a Lucifer, que él dará cuenta de sí, pues en cosa tan menuda se atollan tan reverendas hopalandas y un grado tan iluminado y una barba tan rasa. Esta es de mis obras la quintademonia, como la quitaesencia. No se escandalice del título; créame y hártese de infierno vuesa merced, que podría ser diligencia para excusarle. Si le espantare, conjúrele y no le lea, ni le dé a los diablos, que suyo es. Si le fuere de entretenimiento, buen provecho le haga; que aquél sabe medicina que los venenos hace remedios; y agradézcame vuesa merced que por mí le enseñan los demonios que a todos tientan. Si vuesa merced juese murmurador, sería otro tanto oro, que a puras contradicciones y advertencias me daría a conocer, y no ha de haber Zoilo, ni invidias ni mordaz, ni maldiciente, que son el Sodoma y Gomorra, Datán y Avirón de la paulina de los autores. Y si fuere título quien leyere estos renglones, tráguese la merced y haga cuenta que topó con un señor de lugares por madurar, o con un hermano segundo que no se pide prestado; que suelen rapar a navaja tas señorías.

  • von Gertrudis Gómez de Avellaneda
    9,99 €

    Amigo mío:La confesión, que la supersticiosa y tímida conciencia arranca a un alma arrepentida a los pies de un ministro del cielo, no fue nunca más sincera, más franca, que la que yo estoy dispuesta a hacer a usted. Después de leer este cuadernillo, me conocerá usted tan bien o acaso mejor que a sí mismo. Pero exijo dos cosas. Primera: que el fuego devore este papel inmediatamente que sea leído. Segunda: que nadie más que usted en el mundo tenga noticias de que ha existido.Usted sabe que he nacido en una ciudad del centro de la Isla de Cuba, a la cual fue empleado mi padre el año de nueve, y en la cual casó, algún tiempo después, con mi madre, hija del país.No siendo indispensables extensos detalles sobre mi nacimiento para la parte, de mi historia, que pueda interesar a usted, no le enfadaré con inútiles pormenores, pero no suprimirá tampoco algunos que puedan contribuir a dar a usted más exacta idea de hechos posteriores.Cuando comencé a tener uso de razón, comprendí, que había nacido en una posición social ventajosa: que mi familia materna ocupaba uno de los primeros rangos del país, que mi padre era un caballero y gozaba de toda la estimación que merecía por sus talentos y virtudes, y todo aquel prestigio que en una ciudad naciente y pequeña gozan los empleados de cierta clase. Nadie tuvo este prestigio en tal grado: ni sus antecesores, ni sus sucesores en el destino de los comandantes de los puertos, que ocupó en el centro de la isla; mi padre daba brillo a su empleo con sus talentos distinguidos, y había sabido proporcionarse las relaciones más honoríficas en Cuba y aun en España.

  • von Jose Marti
    15,90 €

    Las seis y media de la mañana serían cuando salimos de Montecristi el General, Collazo y yo, a caballo para Santiago: Santiago de los Caballeros, la ciudad vieja de 1507. Del viaje, ahora que escribo, mientras mis compañeros sestean, en la casa pura de Nicolás Ramírez, solo resaltan en mi memoria unos cuantos árboles, ¿unos cuantos caracteres, de hombre o de mujer ¿unas cuantas frases. La frase aquí es añeja, pintoresca, concisa, sentenciosa: y como filosofía natural. El lenguaje común tiene de base el estudio del mundo, legado de padres a hijos, en máximas finas, y la impresión pueril primera. Una frase explica la arrogancia innecesaria y cruda del país: ¿¿Si me traen (regalos, regalos de amigos y parientes a la casa de los novios) me deprimen, porque yo soy el obsequiado.¿ Dar, es de hombre; y recibir, no. Se niegan, por fiereza, al placer de agradecer. Pero en el resto de la frase está la sabiduría del campesino: ¿¿Y si no me traen, tengo que matar las gallinitas que le empiezo a criar a mi mujer.¿ El que habla es bello mozo, de pierna larga y suelta, y pies descalzos, con el machete siempre en puño, y al cinto el buen cuchillo, y en el rostro terroso y febril los ojos sanos y angustiados.

  • von Louisa May Alcott
    15,90 €

    ¿¿Ha venido? ¿No, mamá, aún no ha venido. ¿Desearía que todo hubiera acabado. Pensar en ello me inquieta y al mismo tiempo me provoca cierta emoción. Bella, acércame un cojín para la espalda. La malhumorada señora Coventry se acomodó en un sillón con un suspiro que denotaba nerviosismo y cierto aire de mártir, mientras su hermosa hija revoloteaba a su lado con afectuosa solicitud. ¿¿De quién están hablando, Lucía? ¿preguntó el joven lánguido que permanecía cerca de su prima repantigado en otro sillón. Ésta se inclinó sobre su obra de tapicería con una amable sonrisa esbozada en su rostro, que, por lo general, se mostraba altivo. ¿De la nueva institutriz, la señorita Muir. ¿Qué quieres que te cuente sobre ella? ¿Nada, gracias. Siento una gran aversión por todas esas mujeres. A veces doy gracias a Dios por tener sólo una hermana, de que ella sea la madre de un niño mimado y de haberme librado durante tanto tiempo de la tortura de tener una institutriz. ¿¿Y ahora cómo lo soportarás? ¿quiso saber Lucía. ¿Ausentándome mientras ella esté en casa. ¿No, no lo harás. Eres demasiado indolente para eso, Gerald ¿ interrumpió un hombre más joven y energético que jugueteaba con sus perros desde el descansillo.

  • von Emilia Pardo Bazan
    9,99 €

    Las cuatro de la tarde ya y aún no se ha levantado un soplo de brisa. El calor solar, que agrieta la tierra, derrite y liquida a los negruzcos segadores encorvados sobre el mar de oro de la mies sazonada. Uno sobre todo, Selmo, que por primera vez se dedica a tan ruda faena, siéntese desfallecer: el sudor se enfría en sus sienes y un vértigo paraliza su corazón.¡Ay, si no fuese la vergüenza! ¡Qué dirán los compañeros si tira la hoz y se echa al surco!Ya se han reído de él a carcajadas porque se abalanzó al botijón vacío que los demás habían apurado...Maquinalmente, el brazo derecho de Anselmo baja y sube; reluce la hoz, aplomando mies, descubriendo la tierra negra y requemada, sobre la cual, al desaparecer el trigo que las amparaba, languidecen y se agostan aprisa las amapolas sangrientas y la manzanilla de acre perfume. La terca voluntad del segadorcillo mueve el brazo; pero un sufrimiento cada vez mayor hace doloroso el esfuerzo.Se asfixia; lo que respira es fuego, lluvia de brasas que le calcina la boca y le retuesta los pulmones. ¿A que se deja caer? ¿A que rompe a llorar? Tímidamente, a hurtadas, como el que comete un delito, se dirige al segador más próximo:-¿No trairán agua? Tú, di, ¿no trairán?-¡Suerte has tenido, borrego! Ahí viene justo con ella La Sordica...Anselmo alza la cabeza, y, a lo lejos sobre un horizonte de un amarillo anaranjado, cegador, ve recortarse la figura airosa de la mozuela, portadora del odre, cuya sola vista le refrigera el alma.

  • von Emilia Pardo Bazan
    15,90 €

    EL HÉROE.- (Deteniéndose en el umbral de la gloria.) Señor de cielos y tierra, ¿es verdad que voy a entrar en la mansión de los escogidos? Apenas me atrevo a creer tamaña ventura. ¿Cuáles han sido mis merecimientos, Señor, para que te dignes mirar con indulgencia a tu siervo? ¿Yo en la gloria? ¿Yo entre santos, mártires, confesores y vírgenes, tronos, jerarquías, potestades y dominaciones?VOZ DEL ESPÍRITU DE DIOS.- (Que sale de una ardiente nube.) No estarás entre los santos, ni entre los vírgenes, porque no lo eres. Entre los mártires y confesores bien podrías, pues algún martirio padeciste y algunas veces me confesaste. Si sólo los santos entrasen en el cielo, muy solitaria se hallaría mi mansión. La santidad, como el genio luminoso y la belleza soberana, es patrimonio de pocos. ¿Has imaginado tú que Yo crie, perfeccioné y redimí al género humano para destinarle a condenación eterna, verle retorcerse en el fuego del Purgatorio o aullar en los braseros del Infierno?EL HÉROE.- (Transportado de alegría.) Señor, es cierto que si pequé, mi corazón no es el de un malvado. Yo deseaba guardar tus mandamientos, aunque no los he guardado siempre, y en Ti he creído y esperado con firmeza. Nunca, aun en medio de las pruebas que te dignaste enviarme, se entregó mi alma a la negra desesperación, ni osó desconfiar de Tu providencia, ni censurar Tu obra, ni renegar del don precioso de la vida que otorgaste a Tus criaturas. No te serví con el celo y fervor que debiera, pero Tú sabes que no he sido impío. Sin embargo, estoy confuso... Nada hice bueno, y algo malo sí... ¡Algo muy malo!...VOZ DEL ESPÍRITU.- (Suave, armoniosa y musical, como si brotase de los registros más delicados de un órgano.) Has amado mucho. Recuerda que a quien mucho ama, mucho se le perdona. Tu corazón fue un foco de ternura. Eres el Padre, por otro nombre el Pelícano. En tus párpados hay huellas de llanto y señales de prolongadas vigilias. En tus manos no veo ni oro ni jirones de honra. Ábrelas... Están vacías. En una de ellas...

  • von Ignacio De Loyola
    9,99 €

    El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden. Por lo qual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados.

  • von Emilia Pardo Bazan
    9,99 €

    -Hoy es un día muy señalado y una noche en que no se debe cenar solo -dijo Rosálbez, el banquero, a su amigo el joven conde Planelles, a quien encontró "casualmente" en su misma calle, casi frente al suntuoso palacio. Usted es soltero, no tendrá quizá comprometida la cena... Si quiere hacernos el obsequio de aceptar..., a las ocho en punto... Yo apenas cenaré: me siento malucho del estómago; usted despachará mi parte...-Mil gracias, y aceptado -respondió cordialmente el conde-. Pensaba cenar con unos cuantos en el Nuevo Club. Les aviso, y en paz... Aunque casi no era necesario avisarlos: al no verme allí...-¡Perfectamente! Hasta luego -murmuró Rosálbez, saltando a su berlinita, que le aguardaba para llevarle, como todos los días, a una plazuela, y de allí, a pie, a cierta casa, hasta la cual no le convenía que llegase el coche.Era el secreto de Polichinela, como dicen nuestros vecinos los franceses; nadie ignoraba en Madrid que Rosálbez protegía a aquella rasgada moza, Lucía la Cordobesa, de tanta gracia y garabato, y que el entretenimiento le salía carísimo: el que lo tiene lo gasta.Ha de saberse que Rosálbez, el opulento, había llegado a los cincuenta y seis años, y empezaba a cambiar sensiblemente de genio y de gusto. En otro tiempo no necesitaba la nota afectuosa en sus relaciones con mujeres: sólo exigía que le divirtiesen un instante. Ahora, sin duda, el desgaste físico de la edad reblandecía sus entrañas, y lo que buscaba era agrado tranquilo, el halago suave de un mimo filial. Su hija verdadera, Fanny, le demostraba un respeto helado, una obediencia pasiva y mecánica, y Rosálbez aspiraba a encontrar en la Cordobesa espontaneidad, calor amoroso, algo distinto, algo que removiese ceniza y alzase suaves llamas. Con esta esperanza y este deseo, llamaba a su puerta el día de Navidad.Lucía estaba en su tocador. Vestía una bata de franela rosa. La doncella, que le recogía con ancho peine la magnífica mata de pelo ondulado, de un negro azabache, al ver entrar al protector retiróse discretamente.

  • von H. G. Wells
    15,90 €

    En verdad, el dominio de la navegación aérea se debe al esfuerzo de miles de hombres: éste sugiere una idea y aquel otro realiza un experimento, hasta que, finalmente, sólo fue necesario un potente esfuerzo intelectual para concluir la empresa. Pero la inexorable injusticia del sentir popular ha decidido que de todos esos miles de hombres, sólo uno, y en este caso un hombre que nunca voló, fuera elegido como el inventor, del mismo modo que decidió honrar a Watt como descubridor del vapor y a Stephenson de la locomotora. Y, seguramente, de todos estos nombres reverenciados, ninguno lo ha sido de forma tan grotesca y trágica como el del pobre Filmer, la tímida e intelectual criatura que resolvió el problema que había sumido en la perplejidad y en el temor a tantas generaciones, el hombre que apretó el botón que ha modificado la paz y la guerra, y casi todas las condiciones de la felicidad y vida humanas. El repetido prodigio de la pequeñez del científico que se enfrenta a la grandeza de su ciencia jamás ha encontrado una ejemplificación tan asombrosa. Gran parte de los datos referentes a Filmer permanecen en una profunda oscuridad, y así han de quedar ¿los Filmer no atraen a los Boswell¿, pero los hechos esenciales y la escena final son suficientemente claros, y existen cartas, notas y alusiones casuales que nos ayudan a ensamblar las diferentes piezas del rompecabezas final. Y esta es la historia que se obtiene, juntando una pieza con otra, sobre la vida y muerte de Filmer.

  • von Lord Byron
    15,90 €

    Yo, que soy el autor de este poema, ando buscando un héroe; es cosa extraordinaria que no pueda encontrarlo, cuando casi todos los días se nos presenta uno a quien las gacetas y las plumas sirven de trompetas de la gloria, hasta que al fin el tiempo descubre que tal héroe no es el verdadero. Pero yo no quiero cantar a gentes de esa especie, a héroes falsos; quiero celebrar a nuestro antiguo amigo don Juan, hijo de doña Inés, a quien todos hemos visto en el teatro bajar a los infiernos un poco antes de tiempo. Vernon, el carnicero de Cumberland. Wolfie, Hawke, el príncipe Fernando Gramby, Burgoyne, Keppel, Howe, pícaros y hombres honrados, todos han tenido su parte en el universal elogio, y han servido de muestra, como en nuestros días Wellesley; cada uno de ellos, a su vez, han desfilado ante vuestra simpatía como los reyes de Banque, corriendo hacia la gloria, todos hijos de la misma madre. Francia ha conocido también a Bonaparte y a Dumoirier, y los ha visto llenar las páginas de sus "Debats" y su "Moniteur". Barnave, Brissot, Candercet, Marat Petion, Cloetz, Danton, Mirabeau, La Fayette, han sido, también, según se sabe, muy famosos en Francia. Y aún hay muchos que no están olvidados, como Joubert, Hoche, Marceau, Lannes Desaix, Moreau, y otros mil guerreros inscritos honrosamente en el templo de la Memoria; pero sus nombres tampoco podrían tener un lugar en mi poema.

  • von Gonzalo de Berceo
    9,99 €

    1. En el nomne preçioso de la Sancta Reyna, De qui nasçió al mundo salut e meleçina, Si ella me guiasse por la graçia divina, Querria del su duelo componer una rima.2. El duelo que sufrió del su sancto criado, En qui nunqua entrada non ovo el peccado, Quando del su conviento fincó desemparado: El que nul mal non rizo, era muy mal iuzgado.3. Sant Bernalt un buen monge de Dios mucho amigo Quiso saber la coita del duelo que vos digo; Mas él nunqua podio buscar otro postigo, Si non a la que disso Gabriel: Dios contigo.4. Non una vez ca muchas el devoto varon, Vertiendo vivas lagrimas de firme corazon Façie a la Gloriosa esta petiçion, Que ella enviasse la su consolaçion.5. Diçie el omne bueno de toda voluntat: Reyna de los çielos de grant autoridat, Con qui partió Messias toda su poridat, Non sea defeuzado de la tu piedat.6. Toda sancta eglesia fará dent grant ganançia, Abrá maior verguenza ante la tu substançia, Sabran maiores nuevas de la tu alabançia Que non renunçian todos los maestros de Françia.7. Tanto podió el monge la razon afincar Que ovo a los çielos el clamor a purar: Disso Sancta Maria: pensemos de tornar, Non quiere esti monge darnos ningun vagar.

  • von Emilia Pardo Bazan
    9,99 €

    Fuera, llueve: lluvia blanda, primaveral. No es tristeza lo que fluye del cielo; antes bien, la hilaridad de un juego de aguas pulverizándose con refrescante goteo menudo. Dentro, en la paz de una velada de pueblo tranquilo, se intensifica la sensación de calmoso bienestar, de tiempo sobrante, bajo la luz de la lámpara, que proyecta sobre el hule de la mesa un redondel anaranjado.La claridad da de lleno en un objeto maravilloso. Es una placa cuadrilonga de unos diez centímetros de altura. En relieve, campea destacándose una figurita de mujer, ataviada con elegancia fastuosa, a la moda del siglo XV. Cara y manos son de esmalte; el ropaje, de oros cincelados y también esmaltados, se incrusta de minúsculas gemas, de pedrería refulgente y diminuta como puntas de alfiler. En la túnica, traslucen con vítreo reflejo los carmesíes; en el manto, los verdes de esmaragdita. Tendido el cabello color de miel por los hombros, rodea la cabeza diadema de diamantillos, sólo visibles por la chispa de luz que lanzan. La mano derecha de la figurita descansa en una rueda de oro obscuro, erizada de puntas, como el lomo de un pez de aletas erectas. Detrás, una arquitectura de finísimas columnas y capitelicos áureos.En sillones forrados de yute desteñido, ocupan puesto alrededor de la mesa tres personas. Una mujer, joven, pelinegra, envuelta en el crespón inglés de los lutos rigurosos. Un vejezuelo vivaracho, seco como una nuez. Un sacerdote cincuentón, relleno, con sotana de mucho reluz, tersa sobre el esternón bombeado.

  • von Juan Ruiz de Alarcon
    9,99 €

    JUAN: La casa no puede ser más alegre y bien trazada. BELTRÁN: Para ti fuera extremada, pues vinieras a tener pared en medio a Leonor; mas piden adelantados por un año cien ducados y estás sin blanca, señor. JUAN: Yo pierdo mil ocasiones por tener tan corta suerte. BELTRÁN: Pues ya no esperes valerte de trazas y de invenciones. No hay embuste, no hay enredo que puedas lograr agora porque todos ya en Zamora te señalan con el dedo, de suerte que me admiró que no temiese el empeño de sus llaves, cuando el dueño de la casa me las dio. JUAN: Nada me tiene afligido como ver que he de perder a Leonor, después de haber sus favores merecido, y después que me ha costado tanta hacienda el festejarla, servirla y galantearla. BELTRÁN: Con eso me has [acordado] una bien graciosa historia que has de oír aunque esté triste. Bien pienso que conociste a Pedro Núñez de Soria.

  • von James Joyce
    15,90 €

    No había esperanza esta vez: era la tercera embolia. Noche tras noche pasaba yo por la casa (eran las vacaciones) y estudiaba el alumbrado cuadro de la ventana: y noche tras noche lo veía iluminado del mismo modo débil y parejo. Si hubiera muerto, pensaba yo, vería el reflejo de las velas en las oscuras persianas, ya que sabía que se deben colocar dos cirios a la cabecera del muerto. A menudo él me decía: «No me queda mucho en este mundo», y yo pensaba que hablaba por hablar. Ahora supe que decía la verdad. Cada noche al levantar la vista y contemplar la ventana me repetía a mí mismo en voz baja la palabra «parálisis». Siempre me sonaba extraña en los oídos, como la palabra gnomón en Euclides y la simonía del «catecismo». Pero ahora me sonó a cosa mala y llena de pecado. Me dio miedo y, sin embargo, ansiaba observar de cerca su trabajo maligno.

  • von Benito Perez Galdos
    15,90 €

    Cuando el tren mixto descendente, núm. 65 (no es preciso nombrar la línea), se detuvo en la pequeña estación situada entre los kilómetros 171 y 172, casi todos los viajeros de segunda y tercera clase se quedaron durmiendo o bostezando dentro de los coches, porque el frío penetrante de la madrugada no convidaba a pasear por el desamparado andén. El único viajero de primera que en el tren venía bajó apresuradamente, y dirigiéndose a los empleados, preguntoles si aquel era el apeadero de Villahorrenda. (Este nombre, como otros muchos que después se verán, es propiedad del autor.) ¿En Villahorrenda estamos ¿repuso el conductor, cuya voz se confundía con el cacarear de las gallinas que en aquel momento eran subidas al furgón¿. Se me había olvidado llamarle a Vd., señor de Rey. Creo que ahí le esperan a Vd. con las caballerías. ¿¡Pero hace aquí un frío de tres mil demonios! ¿dijo el viajero envolviéndose en su mantä. ¿No hay en el apeadero algún sitio dónde descansar y reponerse antes de emprender un viaje a caballo por este país de hielo? No había concluido de hablar, cuando el conductor, llamado por las apremiantes obligaciones de su oficio, marchose, dejando a nuestro desconocido caballero con la palabra en la boca. Vio este que se acercaba otro empleado con un farol pendiente de la derecha mano, el cual movíase al compás de la marcha, proyectando geométrica serie de ondulaciones luminosas. La luz caía sobre el piso del andén, formando un zig¿zag semejante al que describe la lluvia de una regadera.

  • von Gabriel Miró
    15,90 €

    Está Serosca en medio de una vega de mucha abundancia. Tiene hondas tierras oliveras de santísimo reposo. Hay josas umbrías y almendrales que, cuando florecen, visten todo el campo de blancura de una pureza y voluptuosidad de desposada. El herreñal tierno, mullido, donde duerme el viento y se tiende el sol ya cansado y se oye siempre un idílico y dulce sonar de esquilas, y los chopos finos, palpitantes, de un susurro de vuelo, dejan en el paisaje una emoción de inocencia, de frescura, de alegría tranquila. Pero los montes que pasan a la redonda parece que aprieten y apaguen la ciudad. En los días muy abiertos y limpios, desde las cumbres y las majadas de la solana, se descubre el azul inmenso del Mediterráneo. Los rebaños trashumantes, cuando llegan a los altos puertos, se quedan deslumbrados del libre horizonte. Los pastores miran la aparición de un barco de vela, un bello fantasma hecho de claridad. El barco se pierde, se deshace como una ola; o, pasa la tarde, y sigue parado lleno de resplandores; un vapor negro y codicioso se desliza por debajo y lo deja obscurecido de humo. Se queda solo el blanco fantasma, hundiéndose dentro del azul que parece todo mar o todo cielo. Llegada la noche, los astros bajan en el confín, al amor de las aguas. El barco debe de estar recamado de estrellas, como una joya de la Virgen de Serosca.

  • von Oscar Wilde
    9,99 €

    Decoración: Gabinete de confianza en la casa de lord Windermere, en Carlton. Puertas en el centro y a la derecha. Mesa de despacho, con libros y papeles, a la derecha. Sofá, con mesita de té, a la izquierda. Puerta balcón, que se abre sobre la terraza, a la izquierda. Mesa, a la derecha. (LADY WINDERMERE está ante la mesa de la derecha arreglando unas rosas en un búcaro azul. Entra PARKER.)PARKER. ¿ ¿Está su señoría en casa esta tarde?LADYWINDERMERE. ¿ ¿Quién ha venido? PARKER. ¿ Lord Darlington, señora.LADY WINDERMERE. ¿ (Titubea un momento.) Que pase¿ Y estoy en casa para todos los que vengan.PARKER. ¿ Bien, señora. (Sale por el centro.)LADY WINDERMERE. ¿ Prefiero verle antes de esta noche. Me alegro de que haya venido.(Entra PARKER por el centro.) PARKER. ¿ Lord Darlington. (Entra LORD DARLINGTON por el centro. Vase PARKER.) LORD DARLINGTON. ¿ ¿Cómo está usted, lady Windermere? LADY WINDERMERE. ¿ ¿Cómo está usted, lord Darlington? No, no puedo darle la mano. Mis manos están todas mojadas con estas rosas. ¿No son hermosas? Han llegado de Selby esta mañana. LORD DARLINGTON. ¿ Son totalmente perfectas. (Ve un abanico que está sobre la mesa.) ¡Qué maravilloso abanico! ¿Puedo examinarlo? LADY WINDERMERE. ¿ Véalo. Bonito, ¿verdad? Lleva puesto mi nombre y todo. Acaban de enviármelo. Es el regalo de cumpleaños de mi marido. ¿No sabe usted que hoy es mi cumpleaños? LORD DARLINGTON. ¿ No. ¿Habla usted en serio? LADY WINDERMERE. ¿ Sí, es hoy mi mayoría de edad. Día completamente importante en mi vida, ¿no? Por eso doy esta noche una reunión. Siéntese usted.

  • von Ludovic Halevy
    15,90 €

    Con paso firme y ligero aún, caminaba un anciano sacerdote por la vía cubierta de polvo, bajo los rayos del sol de mediodía. Más de treinta años habían transcurrido desde que el abate Constantín era cura de la pequeña aldea que dormía, allá en la llanura, a orillas de un débil curso de agua llamado el Lizotte.Un cuarto de hora hacía que el abate costeaba el muro del castillo de Longueval, cuando llegó a la puerta de entrada, que se apoyaba alta y maciza sobre dos enormes pilares de viejas piedras ennegrecidas y roídas por el tiempo. El cura se detuvo y miró con tristeza los grandes avisos azules pegados a los pilares.Los avisos anunciaban que el miércoles 18 de mayo de 1881, a la 1 p. m. tendría lugar, en la sala de audiencia del Tribunal civil de Souvigny, la venta del dominio de Longueval, dividido en cuatro lotes:1.º El castillo de Longueval y sus dependencias, lindos estanques, vastos canales, parque de ciento cincuenta hectáreas, todo cercado de pared y atravesado por el río Lizotte. Base para la venta: seiscientos mil francos.2.º La granja de Blanche-Couronne, trescientas hectáreas. Base: quinientos mil francos.3.º La granja de la Rozeraie, doscientas cincuenta hectáreas. Base: cuatrocientos mil francos.4.º Los plantíos y los bosques de la Mionne, cuatrocientas cincuenta hectáreas. Base para la venta: quinientos cincuenta mil francos.

  • von Tirso de Molina
    9,99 €

    CLODIO: Rendíos, caballeros, que somos cuatrocientos bandoleros. MELIPO: ¿Qué habéis de hacer tan pocos contra tantos, si no es que venís locos? CONSTANTINO: Yo no rindo la espada a quien la cara trae disimulada. Quien de ella no hace alarde, traidor es, y el traidor siempre es cobarde; que, en fin, entre villanos, cuando las caras sobran, faltan manos; y será afrenta doble que se rinda a quien no conoce un noble; pues ser traidor intenta quien descubrir la cara juzga afrenta. PELORO: ¡Mataldos, caballeros. CONSTANTINO: Mal conocéis, villanos, los aceros que aqueste estoque animan. ANDRONIO: Porque no te conocen, no te estiman. Diles quién eres. CONSTANTINO: Calla, cobarde, que es honrar esta canalla mostrar tenerlos miedo. Cincuenta somos, y el valor que heredo, basta. ANDRONIO: ¡Qué desatino! CONSTANTINO: Villano, ¿es bien que tema Constantino a cuatro salteadores, cuando besan sus pies emperadores? ¡Mueran los foragidos! TODOS: ¡A ellos!

  • von H. G. Wells
    9,99 - 15,90 €

  • von Gabriel Miró
    9,99 €

    La mañana es más clara y gozosa en torno del molino.Ruedan las velas henchidas, exhalando una corona de luz como la que tienen los santos.En el reposo caliente y duro parece que se oiga la senda rajándose de sol y hormigueros. El viento que bajó de la quebrada, y se durmió en la pastura, y se puso a maldecir en los vallados y en el cornijal de las heredades, da un brinco y se sube al molino, y tiembla y bulle en las aspas de lona.Las seis alas se juntan en una para los ojos: la que está en lo alto y hace más jovial y más fresco el azul. Y desde arriba canta una tonada de brisa luminosa que dice:-¡Buen día y pan!Ya no tiene que trabajar la muela, o se ha marchado el viento antes que el maquilero, y el molino se va parando, parando...Se queda inmóvil y como desnudo.Una hormiga gorda, sin soltar el grano que cogió del portal, le murmura a su comadre:-¡Mira el molino! ¡Tenía una vela remendada!La comadre se ríe frotándose los palpos.-¡Válgame! ¡Tanta vanagloria, y con un remiendo!

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