Über EL CÍNICO
Entró, tiró al diván el abrigo y el sombrero, y tomó la carta que le presentaba este diplomático hombre de patillas.
-¡Hola, Manuel! ¿Y Ramón?
-Está enfermo.
-¿Enfermo?
-Pero descuide el señor; me ha dicho que vendría usted, como todos los lunes..., y que entra la señora por la fotografía.
Dicho esto, el diplomático hombre de patillas volvió a su tarea de poner la mesa con cubiertos para dos.
Gerardo leyó la breve esquela y marcó un gesto de fastidio.
-Bueno. Ojo al teléfono. Son las doce. Avisará a la media en punto. Dame coñac.
Se sentó y fuéronle servidas, en una mesita de té, la copa y la botella. Estaba de frac y guante blanco el camarero. Él también -y le hizo sonreír la elegancia del buen hombre para andar entre potajes.
Tendió un brazo y cogió un Heraldo, que habría olvidado en el pie del macetón otro cliente. Traía el retrato suyo, y el de la Aragón, y el del fiscal, entre dos columnas de prosa del sumario.
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