Über La Odisea
Háblame, Musa, del hombre de múltiples tretas que por muy largo tiempo anduvo errante, tras haber arrasado la sagrada ciudadela de Troya, y vio las ciudades y conoció el modo de pensar de numerosas gentes. Muchas penas padeció en alta mar él en su ánimo, defendiendo su vida y el regreso de sus compañeros. Mas ni aun así los salvó por más que lo ansiaba. Por sus locuras, en efecto, las de ellos, perecieron, ¡insensatos!, que devoraron las vacas de Helios Hiperión. De esto, parte al menos, diosa hija de Zeus, cuéntanos ahora a nosotros. Por entonces ya todos los demás que de la abrupta muerte habían escapado se hallaban en sus hogares puestos a salvo de la guerra y del mar. Y sólo a él, ansioso del regreso y de su esposa, lo retenía una ninfa venerable, Calipso, divina entre las diosas, en sus cóncavas grutas, deseosa de que fuera su marido. Aun cuando ya, en el transcurso de los años, llegó el tiempo en que los dioses habían fijado que volviera a su casa, a Ítaca, todavía entonces no, estaba a salvo de peligros ni en la compañía de los suyos.
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